Cuando pensamos en la palabra “fascismo”, probablemente el sentimiento que nos invada sea escalofriante. En mi mente, al menos, rápidamente se dibujan personas levantando la mano derecha hacia el cielo, uniformes grises con sombreros abombados y, sin lugar a dudas, pistolas, tanques y metralletas.
Esto es así porque, inevitablemente, pues así estuvo marcada desde su mismo nacimiento, esta palabra está marcada por las ideologías políticas brutales a las que hace referencia y que tanto daño le han hecho a la humanidad y su historia.
Ahora bien, ¿conoces algo sobre estas ideologías?
La idea de “Fascismo”
Muchos se harán ya una idea y, probablemente, deban saltarse esta parte de la entrada. Para aquellos que no, hay que decir que el “fascismo” es una ideología política que parte del período de entreguerras.
Este período se dio en Europa a principios del siglo XX (1918-1939) y se conoce así por localizarse entre las dos grandes guerras de la humanidad: la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial. Fueron unos tiempos convulsos marcados por la euforia social y económica tras la guerra y la destrucción en masa provocadas en la I Guerra Mundial, pero también por la terrible bajada que se produjo tras el Crack del 29 y la profunda crisis que provocó, que lanzó al traste una parte importante de las democracias liberales en Europa, sustituyéndolas por estados totalitarios.
Estos estados totalitarios, por supuesto, adoptaron la ideología “fascista”. Su nombre fue formulado por Benito Mussolini, quien consiguió hacerse con el poder de Italia a finales de octubre de 1922, y su alzamiento inspiró a otros hombres a seguir su camino: Adolf Hitler en Alemania y Francisco Franco en España. Así, podemos decir que los totalitarismos o fascismos obedecen, en general, a estas características:
- Plantea la formación de un estado todopoderoso, liderado por la figura de un líder supremo, que dice encarnar el espíritu del pueblo. Suele dotársele de tintes excepcionales, de mito, divinos, para mantener su poder y garantizar ser querido por la masa. Recuérdese como al mismo Mussolini se le llamaba “Il Duce” y a Franco “El Caudillo”.
- A través de esta técnica y la de una propaganda brutal y violenta, plantean la sumisión del pueblo a los designios del líder iluminado y del Estado. La política estará dominada por un “partido único” a quien toda idea política debe plegarse. Quien se oponga será considerado enemigo del Estado y, por lo tanto, castigado con prisión, tortura o muerte.
- El nacionalismo y las reivindicaciones nacionalistas serán otra de los componentes importantes, pero siempre con razones victimistas o revanchistas. Es decir, los habitantes y las naciones de Italia o Alemania habían sido siempre víctimas de la Historia y ahora debían vengarse.
Pero… ¿De dónde viene?
Pues bien, todos los regímenes totalitarios y dictatoriales han buscado y resucitado ideas y símbolos del pasado que le ayudaran a mantener su poder, y el fascismo se apoya en simbología tradicional del Imperio Romano.
La palabra “fascio” deriva del latín “fasces”, con lo que se denominaba al símbolo de poder de los lictores. Gracias a llevar este símbolo, estos tenían “imperium” (poder) y, entre sus funciones, estaba la de escoltar a los magistrados curules y de suministrar castigo y justicia.
Este era un emblema formado por la unión de treinta varas de olmo (simboliza el castigo), una por cada curia romana (un barrio, para que no entendamos), atadas por una cinta de cuero rojo que sujetan un hacha (simboliza la vida y la muerte).
De esta manera, simboliza dos aspectos fundamentales de los fascismos: la fuerza de la unión de muchos obedeciendo a un líder que posee la autoridad suprema del Estado.