Cada persona, inevitablemente, piensa de una forma concreta y, en base a eso, dirige su vida. Sin embargo, las personas no están solas. El mundo se mueve en sociedades.
De esta manera, los humanos dependen unos de otros para vivir y, en muchos casos, tienen que acomodar su vida según la historia, el momento económico o sus vecinos. Es por eso que los hechos históricos no pueden entenderse de manera aislada, sino de la sociedad en conjunto.
Así pues, época, clima, geografía, forma de pensar, economía y costumbres nos condicionan y provoca que nuestra forma de pensar se asimile a la forma de pensar de la sociedad en que vivimos.
Uno de los modos de pensar más sonados de la historia fue el antropocentrismo, que hoy tocamos en el blog.
Etimología
Como muchas de las palabras que definen corrientes, está formada con raíces griegas.
La primera de ella es “anthropos”, que significa ser humano, y “kentron”, que se refiere al centro de un círculo. Por último, el sufijo –ismo cierra la palabra, que sustantiva corrientes o doctrinas filosóficas.
Definición
Antropocentrismo se define como el pensamiento que sitúa al ser humano como centro del universo. Esto es, el ser humano es la medida de todas las cosas, todo nace de él, a través de él y para él. De hecho, los intereses de la persona y, por tanto, de la humanidad, deben recibir la atención por encima de todos los demás.
Los demás seres y aspectos del universo se evalúan según afecten o se comparen con la naturaleza humana –que siempre será superior- o afecten o no a su bienestar. ¿Por qué? El hombre se considera superior a todos los demás seres por estar dotado de naturaleza divina, ya que fue el producto principal de la creación, el único ser al que Dios dotó con la inteligencia y la palabra. La mente humana posee conciencia, es la más desarrollada, es capaz de crear, construir, modificar el mundo y el paisaje a su gusto, a su imagen y semejanza, como un Dios en la Tierra.
Esta doctrina surgió en el Renacimiento –s. XV-, después de la corriente filosófica que caracterizó a la Edad Media, el teocentrismo, que se opone diametralmente. Puedes leer más sobre el teocentrismo aquí.
Marca el inicio de la Edad Moderna al centrarse en la existencia terrena y sus placeres y por volver a iniciar las investigaciones científicas y filosóficas que se basan en la razón, dejando atrás los mitos y leyendas bíblicos y religiosos.