Palabras de Marta Díaz Fernández, decana de la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del I SA, en el acto inaugural de la Maestría en Realización Audiovisual
Publicado el octubre 19, 2012 de ISA, Universidad de las Artes18 de octubre de 2012, Basílica Menor San Francisco de Asís.
Buenos días:
Hace 18 años la primera hornada de graduados de FAMCA se despidió con la certeza de que, al menos como estudiantes, no volverían a pisar sus aulas. Algunos, felizmente, han regresado para formar parte de su claustro, pero la Maestría en Realización Audiovisual que dejamos oficialmente inaugurada esta mañana abre una nueva y necesaria oportunidad para todos los que ven en el conocimiento un camino hacia el constante crecimiento profesional.
En sus 23 años de existencia, de la Facultad y sus filiales en Holguín y Camagüey han egresado más de 850 realizadores. Un recorrido por el universo audiovisual actual en nuestro país, no deja lugar a dudas de lo que esto ha significado. La radio, el cine y la televisión, se han nutrido de profesionales competentes —en muchos casos cuesta arriba—que han contribuido significativamente a la profesionalización de nuestros medios.
Igualmente nadie pone en duda que los cambios que han tenido lugar en el complejo y fascinante mundo de los medios en los últimos 20 años, cada vez más marcado por la competitividad y las exigencias profesionales, coloca a los realizadores en una situación de aprendizaje perenne. El universo audiovisual, sujeto a la dinámica con que se mueven las nuevas tecnologías y por el lugar que ocupa en la conformación de los universos simbólicos, en el centro mismo de la reafirmación de la identidad nacional de nuestro países y frente a la cada vez más agresiva y al mismo tiempo sofisticada influencia de los medios, demanda por tanto de los espacios de formación una reactualización constante de sus saberes.
Saberes que enfrentan el reto, desde propuestas donde el arte no ceda terreno, de satisfacer a los públicos, dialogar con ellos desde las particularidades de sus experiencias vitales y al mismo tiempo constituirse en intercambios que enriquezcan la espiritualidad de dichos públicos en permanente formación bajo la influencia de los medios: cada día más pequeños, cómodos, baratos, atractivos, potentes…y más mercenarios del mercado.
Formar parte de esta primera edición de la Maestría en Realización Audiovisual, volver a las aulas del FAMCA y del ISA o compartir por primera vez en ella con nuestro claustro, es por sobre otras consideraciones un compromiso que deben asumir todos los que con seguridad, esperamos lleven a feliz puerto estos dos intensos años de estudio. Por encima de cualquier formalidad académica en la obtención de un título de Máster, deseamos que esta Maestría sea punto de partida y no el final de un camino. Que los conocimientos que adquieran y/o actualicen contribuyan a hacer de ustedes realizadores mucho más conscientes de la poderosa arma que esgrimen con todas y cada una de sus propuestas audiovisuales, en un mundo dominado por imágenes donde las propias apenas alcanzan a esbozar, y con frecuencia incluso desdibujar, toda la riqueza y heterogeneidad de nuestras identidades.
A veces los números, que parecen tan distantes en esta profesión, dicen más y mejor que mil palabras. Pero cuando conocemos que en el 2006, el 85 % de las entradas vendidas en cines en el mundo eran para ver películas de Estados Unidos[1], no podemos dejar de pensar en la monocultura audiovisual que se ha impuesto, mientras sucumbimos acríticamente ante un discurso que circula en un carril paralelo donde se ensalza la diversidad cultural y la democratización que viene aparejada a las nuevas tecnologías.
Al mismo tiempo, “el dominio de las películas estadounidenses en las pantallas de su propia región es casi total. Los filmes de ese origen representan en los Estados Unidos entre 400 y 500 títulos anuales —la mitad corresponde a las majors hollywoodenses— una cuota de pantalla cercana al 93%, correspondiendo a las procedentes de Canadá algo menos del 1%, y lo que resta, aproximadamente el 6%, a las cinematografías de la Unión Europea y de otras regiones, donde se incluyen los países latinoamericanos”[2].
Nadie mejor que el teórico y realizador Julio García Espinosa resumió en una frase la gravedad de esta situación cuando sentenció que un país sin imágenes no existe. Y esa es precisamente la responsabilidad que ustedes han asumido con la profesión que han elegido: hacernos existir para nosotros mismos y para el mundo desde las imágenes que construyen.
En el año 2016 cumplirá 100 años la primera tesis de licenciatura sobre un tema cinematográfico, leída en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, siendo en este país donde se introdujo por primera vez el estudio sistemático del cine en la universidad (¿Será una casualidad?). Sin embargo, muchos años de dudas y vacilaciones frente a la enseñanza del cine en las universidades han tenido que transcurrir desde entonces, y desde que Ricciotto Canudo publicara en 1914 el Manifiesto de las Siete Artes, primera obra sobre estética cinematográfica, para que las reflexiones, investigaciones y teorizaciones sobre el audiovisual alcancen un protagonismo. Todavía hoy, lamentablemente, predomina una práctica que relega al cine, y al audiovisual en general, en el dominio de la técnica, esgrimiéndose como uno de los argumentos que la creación, el talento, no se aprende en la escuela.
Se ha vuelto un lugar común revisitar con nostalgia y admiración los años 60 del pasado siglo, también por lo que ellos significaron para la historia del cine. Los movimientos de ruptura que surgieron frente a las propuestas del cine más comercial estuvieron acompañadas e incluso antecedidas de teorizaciones frente a la práctica. En particular el “Nuevo Cine Latinoamericano”, que surge en esa década, dejó como legado fundamental no las obras cinematográficas, sino “la unidad que ellas formaron con un pensamiento que procuró explicar —y explicarse— la relación de la audiovisualidad con los imaginarios de un mundo en crisis, desde las particulares condiciones sociohistóricas del continente”[3].
Para bien y para mal, no estamos en los años 60. No se trata de mirar hacia atrás con nostalgia, sino de vivir el presente y prepararnos para el futuro tomando ventaja de las enseñanzas que nos dejó el pasado.
Hoy, nos dice Susana Vellegia “la mayor parte de las prácticas audiovisuales se desenvuelven carentes de una reflexión sobre sí mismas, que les posibilite situarlas en sus propias contingencias sociales y culturales, navegan a la deriva en el vasto océano de las leyes de un mercado global signado por tendencias inéditas a la concentración”[4].
El principio que ha guiado el diseño de esta Maestría es que la enseñanza universitaria de postgrado no se puede reducir a transmitir la última novedad de la tecnología, por muy sofisticada e incluso beneficiosa y productiva esta sea; y sí debe colocar en el centro de su objetivo dotar culturalmente al estudiante para que pueda asimilar nuevos aprendizajes, incluyendo nuevas técnicas, reto que estará presente a lo largo de toda su vida profesional. Y es que el realizador no es un tecnólogo, hay que enseñarlo y entrenarlo en el uso del lenguaje, de lo contrario la técnica solo garantizará un lenguaje, cinematográfico, sí, pero vacío, carente de referentes, de historia, de cultura.
El ideal a alcanzar es que se complemente una visión científica y una práctica: lo que demanda la industria y sus prácticas y formaciones en esta dirección, y lo que la universidad debe y puede ofrecer desde la formación más integral del futuro realizador. Es decir, formación de hombres de oficio, de buenos profesionales, a la vez que se forman culturalmente en un sentido amplio, porque solo una enseñanza humanística dota a los estudiantes de la materia prima que le permitirá ser un verdadero creador.
Me gustaría terminar con una frase de Mahatma Gandhi que podría servir de brújula en el difícil camino que transitan. No importa si es en las aulas de FAMCA, del ISA o de cualquier otro espacio que rinda culto al conocimiento, lo que importa es que sean conscientes y sientan la necesidad de ser eternos estudiantes:
“No quiero que mi casa quede totalmente rodeada de murallas ni que mis ventanas sean tapiadas, quiero que la cultura de todos los países sople sobre mi casa tan libremente como sea posible, pero no acepto ser derribado por ninguna ráfaga”.
Muchas gracias y mucha suerte a todos.
Notas:
[1] Revista Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana. Número 8, invierno 2006. Página 33.
2 Estos datos corresponden al año 2009. Tomado de “Producción y Mercados del cine latinoamericano en la primera década del siglo XX”. Colección Investigación y Ensayo. Coordinador: Octavio Getino. Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, 2011. Página 44.
3 Susana Velleggia. “La máquina de la mirada. Los movimientos cinematográficos de ruptura y el cine político latinoamericano en las encrucijadas de la historia”. Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, Editora Búho, República Dominicana, 2007. Páginas 14-15.
4 Idem. Pág. 15.