Desde que soy consciente me ha gustado cocinar, de pequeña me encantaba que mi padre me dejara ser su pinche en la cocina y poco a poco fui aprendiendo sus recetas. Siempre me he decantado por los dulces y no porque me guste excesivamente comerlos, sino porque creo que los dulces llaman más la atención, sobre todo a los golosos. Mi padre era un gran cocinero y hoy hace cuatro años que se nos fue. El nunca llego a ver este blog ni las cosas que he aprendido en la cocina desde que nos dejo, pero estoy segura que se sentiría orgulloso de ver como reflejo día a día lo que de él aprendí. Me encanta comprar revistas y libros de cocina, investigar por internet y ver recetas por la televisión, pero desde que tengo el blog, he descubierto una faceta que no se si será buena o mala: Ahora soy mucho más crítica con la comida de los restaurantes. Me fijo en todo: en la decoración, en la vajilla, en el servicio, en como presentan los platos y por supuesto, en como sabe. No quiero decir con esto que antes no supiera valorar una buena comida pero si algo estaba delicioso, volvía al restaurante y listo. Desde que tengo el blog he avanzado un poco y ahora, cuando en un restaurante me gusta mucho la comida, la intento copiar. Pruebo sabores y texturas e incluso a veces, le pregunto a los camareros. La receta que hoy os traigo es la copia made in Ana de unos palitos que comimos en una sidreria asturiana. En casa me han dicho que son muy parecidos a los que comemos en ella, así que creo que lo he conseguido.
Ingredientes
- 1 pechuga de pollo doble
- sal
- Curry al gusto
- 1 huevo
- Un pellizco de sal
- Un chorrito de vinagre
- 150 ml de aceite de girasol
- Curry al gusto
- Una bolsa de puré de patata
- Pan rallado
- Un huevo