Revista Cocina
Aún no ha amanecido, cuando desde mi cama aún escucho en la lejanía algún que otro búho y con las primeras luces del “ser de dia” ya escucho el canto de los mirlos y el arrullo de las tórtolas.
Con el primer rayo de Sol que entra por mi ventana, suena el jolgorio de los gorriones, ellos son la fiesta de cada mañana recién estrenada la primavera.
Es en ésta época cuando los traviesos gorriones se adueñan de mi casa, de mi patio, de los poyetes de mis ventanas, de las rojas tejas en cuyas oquedades hacen sus nidos. Estos días vuelven a formar parte mi vida, de mi quehacer diario….están revoltosos, enfrascados en sus jugueteos amorosos, pían a sus anchas, se asoman a mi cocina, vuelan y revolotean sobre mi “tejadillo”, se posan en los bordes de los muros, sobre el tendero e inquietos y alegres, llegan y miran con cautela, por si encuentran sobre todo las migas de pan que les dejo cada día.
Migajas, trozos de galleta, bizcocho o algo que llevarse al pico…..igual, los he ido “mal acostumbrando” desde hace años.
Es al mediodía, después de almorzar, les dejo su comida en un rincón de mi patio; observo como se posan con naturalidad en el filo de la tapia oteando la puerta por si ven algún movimiento en mi cocina; los machos más descarados, más valientes, las hembras en cambio más confiadas, son las primeras en bajar, en aventurarse a picotear los trozos de pan que cada dia les desmenuzo. Suben y bajan, pian y revolotean…. Es todo un ritual.
Y con ellos, vuelvo a mi niñez, a criar algún que otro “gurripato” con pan remojado en leche. Mi alma de niña se mezcla una vez más con mis arrugas y con las cicatrices de la vida; recuerdo aquel gorrión que no le puse nombre ¿o sí y lo he olvidado?, gorrión que crie durante cerca de un año y que se comió un gato, cuando confiado bajó de mi hombro en casa de una vecina; o aquel que crie durante dos o tres meses y mi madre pisó sin darse cuenta.
Echo de comer a los gorriones y me veo nuevamente siendo niña, me confundo, no alcanzo a ver si soy nuevamente aquella niña que gustaba de criar gorriones o la persona adulta que soy o ambas a la vez.
Desde que tengo uso de razón adoro, tengo pasión por los gorriones, me gusta escuchar sus trinos, su piar…verlos revolotear y posarse en mis patios, en las ventanas, en Mi cocina….
La foto es de un buen amigo nuestro gran apasionado de la fotografía, éste es su blog.
¿Conocen la creencia de los Celtas con respecto a los gorriones?
Los celtas lo consideraban el mensajero de los dioses y estaban convencidos de que tener cerca, pero en libertad, a estos adorables pájaros les proporcionaba la bendición y el amparo de las entidades superiores.
La presencia de gorriones en las ventanas era un augurio de prosperidad y suerte.
Los celtas pensaban que algunos animales eran mutaciones, o la reencarnación de seres que regresaban del mundo de los muertos y por eso los respetaban y se rodeaban de los que, por su comportamiento o por su estructura física, podían representar un símbolo de los valores fundamentales de esa cultura.
Pero de todos los animales las aves, sin duda, eran las favoritas. Les impresionaba su vuelo, su rapidez, sus cantos y admiraban su forma de vivir sin sujeciones a la tierra y en absoluta libertad.
Y ellos, los gorriones, son libres para revolotear en mi patio, para posarse en mis ventanas, para picotear las migas de pan en mi patio….
Ése pan que preparo en Mi cocina…. Ellos no dejan ni las migas. Igual que mi familia.
¿Quieren saber cómo los hago?
Ingredientes para unos ocho o diez panecillos:
300 grms. de harina de fuerza, 150 ml. de leche entera, 70 grms. de azúcar, 150 grms. de queso tipo filadelfia, 1 huevo, 15 grms. de levadura en polvo (especial panadería), un vaso de aceite de oliva, una cucharadita pequeña de sal. Y para pintar los panecillos: 1 huevo.
Los pasos a seguir:
Precalentear el horno a 180º C.
En un cuenco poner la harina mezclada con la levadura, hacer un hueco y añadir el resto de los ingredientes, mezclando con las manos, de forma que quede una masa homogénea que no se pegue (añadir un poco más de harina o leche si quedara pegajosa o seca respectivamente; procurando que quede compacta y elástica.
Darle forma de bola y dejarla reposar en el mismo cuenco una hora aproximadamente, en un sitio cálido, sin corrientes y tapada con un paño limpio.
Pasado ése tiempo, sacarla del cuenco y colocarla sobre una superficie plana espolvoreándola con un poco de harina.
Darle unos golpes suaves (así se desgasifica) y formar los panecillos haciendo bolitas con la masa, colocándolos sobre una bandeja de horno previamente forrada con papel vegetal.
Volverlos a tapar dejándolos “leudar” de nuevo durante media hora.
Pintar la superficie de cada panecillo con la yema de huevo bien batida.(Si quieren darle un poco de forma, pasar un cuchillo por la superficie…Comprobarán que a algunos les he dado ésa forma, otros en cambio los dejé lisos)
Meter la bandeja en el horno y dejarlos hacer (calor arriba y abajo) durante unos veinte minutos aproximadamente. (Procurando lógicamente que no se quemen).
Sacarlos del horno….y si pueden esperar, dejarlos enfriar.
Mi familia y mis gorriones lo han disfrutado…..