Pocas veces se vieron cosas como las que sucedieron hoy en el partido entre Unión de Santa Fe y Atlético Rafaela. Obviamente, hubo casos en los cuales ciertos equipos querían evitar que sus rivales festejen en su casa, como en el Nacional 69, cuando los dirigentes de River prendieron los regadores para que Boca no festejase el título allí, a pesar de que los hinchas millonarios aplaudieron a los jugadores xeneizes minutos antes. Pero esto excedió cualquier límite.
Obviamente, y tal como hacen en el 100% de los casos los campeones, los jugadores de Rafaela querían dar la vuelta olímpica en el Estadio 15 de abril, hogar del “Tatengue”. Pero los jugadores locales, a cuento de nada, empujaron a sus colegas de “La Crema” (porque, más allá del distinto color de camiseta, al fin y al cabo son eso: colegas) para evitarlo. Y eso no fue todo: la frutilla del postre fue que los popes del club de la capital decidieron apagar las luces. Definir esto como vergüenza es poco.
Lo peor de todo esto es que hubo personas que justificaron esto. El defensor Nicolás Correa dijo: “Si quieren festejar que vayan al vestuario”. Pero el que se lleva todos los aplausos (sarcásticos, por cierto) es el vicepresidente de Unión, Jorge Molina. “No le apagamos la luz, se cortó en ese instante”, “Hicimos esto para evitar problemas , yo estaba abajo cuando sucedió”, “Un equipo, de visitante, no puede festejar un titulo”, y “¿A usted le parece que Rafaela festeje el campeonato en nuestro estadio?” fueron algunas de las infelices frases pronunciadas del dirigente.
La actitud del entrenador Frank Darío Kudelka de ir al vestuario visitante para saludar a y disculparse con los rafaelinos fue un vaso de agua en medio del desierto. Ojalá que en un futuro, hablemos más de gestos como el de Kudelka, y menos de actitudes como las de gran parte de la gente de Unión, incluyendo jugadores y dirigentes.