Revista Cocina
No lejos de mi tierra añeja, vetusta y desolada dicen que existe un lugar de luces y ruidos.
Yo... nunca salí de aquí, ni ganas he tenido de hacerlo en cincuenta años. No me preguntéis las razones de mi empecinamiento. Alguna vez he querido pararme a pensarlo y de forma inmediata he cambiado a otros menesteres, como si el hecho me impeliera a emprender un viaje que me quiero ahorrar a toda costa.
Mi vida hoy se reduce a mínimos, y no echo de menos nada. A veces, por no faltar a la verdad, sí que me hubiera gustado tener una varita mágica. No de las que leíamos en los cuentos de nuestra infancia, objeto imprescindible de magos poderosos y de hadas bellísimas¡Que no! ¡Que no es de esas! A ver cómo os lo explico ¡Por Dios que me pierdo!... Y escribo "Dios" con mayúsculas, pese a quien le pese, que parece que somos unos apestados si le colocamos el nombre propio. A esto hemos llegado. No lloro, porque todo lo que tenía que llorar ya lo he hecho. ¿Veis mis ojos que no responden al llanto? por su cuenta se maceraron y curtieron en mi particular despensa de los sentidos.
¿Qué poderes debería poseer la varita que añora mi mano, castigada por la incipiente artritis como la mano de la costurera? De disponer de ella os diré que no quiero levantar palacios de cristal, ni convertir a nadie en un asno (no por faltas de ganas), ni tan siquiera darle guapura a la poco agraciada y amor al caballero desdeñado... habría que releer cuento por cuento para recordar todo lo que una varita puede arreglar de la vida de los personajes salidos de la mente del cuentista.
Mientras me alejo de las últimas casas del pueblo, y en dirección al puente viejo, voy meditando sobre el pasado. El viento está empeñado en arrancarme el pañuelo que llevo medio sujeto al cuello, entablamos un pulso feroz y al final opto por meterlo en el bolsillo de mi abrigo.
En días de marzo el viento que baja de los montes es potente y frío en este lugar, hay que abrigarse si no quieres coger un buen resfriado, y si necesitas que te atienda un galeno has de montar un número colosal, trasladarse a buscarlo llevaría un par de horas de camino ¡Y si lo encuentras! El servicio de salud está muy limitado por estas tierras, así que no queda más que arrebujarse en las pellizas para prevenir la enfermedad.
No me vais a decir que no a estos paquetes de carne picada, porque están que se salen de la pantalla. Y si me probáis la salsa no os vais a desilusionar, usando una frase muy común de las redes: "preparad pan" que hay mucho barquito que echar dentro 😂😂😂
Es una receta antigua pero que no pierde actualidad. Si os ponéis con ella ya veréis que os suplirá bastante, no sale muy cara. Además no hay un niño que se niegue a comerlos (si surge algún "pero" trituráis la verdura y "santas pascuas".
Se convertirá en un plato de fiesta cada día que digáis de hacerlos.
Se acompañan muy bien con patatas, arroz o pasta.
Ingredientes:
Para los paquetes:
- Carne picada mixta, 800 g.- Pan remojado, 200 g.- Huevos, 2.- Vino Montilla, 1 vasito.- Cebolla en polvo, 2 cdas.- Ajo en polvo, 2 cdas.- Perejil, abundante.- Pimienta molida.- Sal.
Para freírlos:
- Harina.- Aceite de oliva
Para la salsa:
- Pan, dos rebanadas.- Almendras, un puñado.- Ajos, 2.- Cebolla, ½.- Pimiento rojo, un trozo.- Caldo de pollo, un litro y medio.- Aceite de oliva.
Elaboración:
Prepara los paquetes con los ingredientes arriba citados. Proporciona la cantidad para hacerlos del mismo peso, más o menos.
Pasa por harina y fríe.
Coloca sobre papel de cocina.
Calienta el caldo y sumérgelos. Deja cocer a fuego medio. Si no han quedado cubiertos puedes añadir más caldo o agua hasta cubrirlos.
En el aceite que ha sobrado fríe el pan y las almendras. Aparta una vez dorados y tritura en la batidora con caldo de la cocción. Incorpora a la cacerola.
Retira parte del aceite y deja el preciso para freír los ajos, cebolla y pimiento, cortados menudos. Agrega a la cacerola. Deja cocer hasta el punto de salsa.
Sirve decorando con alguna rama verde.