Revista Cultura y Ocio

Para acabar con Eddy Bellegueule. Édouard Louis

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Para acabar con Eddy Bellegueule. Édouard Louis
     "De mi infancia no me queda ningún recuerdo feliz. No quiero decir que no haya tenido nunca, en esos años, ningún sentimiento feliz o alegre. Lo que pasa es que el sufrimiento es totalitario: hace desaparecer todo cuanto no entre en su sistema."
     Este libro llegó con cierto revuelo, contando una historia muy personal del propio autor. Por eso preferí leerlo reposado, cuando ya hubiera pasado un tiempo. Espere a los largos días de verano, y hoy, ya en otoño, traigo a mi estantería virtual, Para acabar con Eddy Bellegueule.
     Eddy Bellegueule es Édouard Louis, así que en este libro conocemos la infancia del propio autor. Recuerda a un niño que se sintió diferente, desplazado y que luchó por por encajar y convertirse en el tipo duro que la sociedad de clase mínima más que baja esperaba de él. Un niño que creció a la sombra del insulto por su homosexualidad y que, tal  y como comienza diciendo el libro, pasó una infancia de la que no guarda recuerdos felices. Un entorno pobre, como un callejón sin salida para quien busca desesperadamente una salida para su situación.
     Utilizando una narración casi fragmentada Louis, nos habla de su infancia, en la región de Picardia. Llama la atención, en primer lugar, el entorno que nos relata. Olvidamos a veces que hay zonas embrutecidas en las que los estudios, la educación y la cultura son sombras que la gente mira con hostilidad. Y esas zonas, tal vez estén mucho más cerca de lo que pensamos. Louis nos introduce en una zona así, porque es la que le vio crecer, cuando aún se apellidaba Bellegueule. Y empiezo diciendo esto porque más allá de "bullying" con el que abre, el autor nos hace un relato de una sociedad incómoda. Una sociedad inculta, homófoba, racista y llena de prejuicios, poblada por hombres que han de ser duros y mujeres que saben cual es su sitio; una sociedad regada con pastis en la que el machismo está en cada casa y ser diferente parece casi un delito: ser homosexual, un motivo de vergüenza.
     Eddy es perseguido, insultado, y lo sufre sin perder la sonrisa. Pero no es una sonrisa de autosuficiencia, no. Es más una sonrisa que esconde la vergüenza que supondría tener que admitir el maltrato que recibe de la sociedad que le rodea, el miedo a la reacción de quien reciba su respuesta, el miedo a expresar en voz alta los sentimientos traidores de un cuerpo que parece empeñado en no seguir el orden establecido. Y aquí, más allá del victimismo, el autor nos sorprende con un ejercicio de autoanálisis en el que explica por qué no protesta, no denuncia, no levanta la voz. Habla, y es casi más desgarrador que los propios insultos o agresiones sufridas, de como el entorno en el que vive le hace estar seguro de que tiene que forzarse a cambiar. Un niño amanerado y sensible no tiene cabida en esa sociedad, y pronto comprende que además de esconder sus impulsos, tiene que forzarse a ser otro Eddy: Eddy el duro, el macho. Será entonces cuando la naturalidad con la que parece purgar todos esos sentimientos, nos haga comprender el éxito de esta novela, que es la ópera prima de un joven de poco más de veinte años que no leyó un libro hasta los 16. Y será también cuando miremos a nuestro alrededor seguros de que esas cosas no suceden en nuestro entorno, o, tal vez, pensemos un poco más y nos preguntemos si hay más testimonios como el suyo que no se dicen en voz alta.
     Pero más allá de lo que relata está el relato en sí. Escrito con una voz firme, propia de quien ha madurado la historia hasta elegir cuidadosamente qué palabras poner. Se mete sin miedo en escenas escabrosas, poniendo las palabras exactas para que el lector reciba el impacto que busca. Nos dibuja a su familia, sus vecinos, compañeros... y lo hace con trazo firme, consiguiendo que al libro no le sobre una coma, huyendo de sentimentalismos. En este libro hay mucha pobreza, pero no es únicamente la pobreza monetaria de quien tiene frío o hambre: es pobreza de corazón.
     Entonces cerramos el libro y vemos que el nombre no es el mismo: llega el momento de preguntarse qué parte de Bellegueule se perdió en el camino a Louis.
     Es importante leer libros que nos expongan verdades incómodas, que nos hagan fijar la vista en rincones de nuestra sociedad que tal vez no miramos o no queremos ver. Esa también es una misión de la literatura. Y vosotros, ¿sois de los que os acercáis a este tipo de literatura que no busca lugares inventados?
     Gracias

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