Leed esto aún tengo los pelos de punta, es genial este Nacho, no será de Gastronomía pero creo que es un gran comunicador. Tengo varios partos más de él que publicaré, tienen tinte bastante político pero creo que tiene mucha razón y debe ser escuchado y leído. Gracias Nacho por compartir con nosotros un trozo de ti:
Ángeles
(A Susana y Rocío, ángeles vivas; y a todas las demás)
Existen. Claro que existen.
A pesar de mi ateísmo vital siempre mantengo que los ángeles están entre nosotros, vivitos y coleando.
La única diferencia con los inexistentes celestiales es que si tienen sexo: femenino por regla general; y que habitan en lugares concretos buena parte de su tiempo: en hospitales y grandes (y medianas o pequeñas) superficies comerciales.
Me refiero a las enfermeras y a las cajeras de supermercado, naturalmente. Sin ellas muchas veces nuestra vida sería más difícil o simplemente imposible.
Unas calman nuestro dolor y angustia, casi nada. Están muy infravaloradas y soportan menosprecios y devaluaciones continuas de su trabajo por quienes debieran mimarlas, aunque a cambio reciben el reconocimiento e incluso el cariño general.
Son las enfermeras. Ángeles.
Vocacionales como pocos trabajadores pueden serlo, actualmente están combatiendo como nadie para defender nuestra salud. Para protegernos. En sus puestos y en la calle, donde debiéramos estar todos tras ellas para defender nuestra propia vida y su siempre mal pagado esfuerzo diario para con todos nosotros. Repito: TODOS NOSOTROS.
A parte de mi constante admiración y mi diario homenaje privado, pocas personas como ellas merecen el reconocimiento y homenaje público a una labor imprescindible no solo para los humildes, la gente “de infantería”, sino también para los que las humillan; los banqueros, accionistas y especuladores que pueden comprarlo todo excepto la salud y la ausencia de dolor. Éstos también las necesitan, pero saben que suceda lo que les suceda serán siempre atendidos de la mejor manera posible por esos ángeles que ignoran o desprecian.
Puedo imaginar un mundo sin coches, sin televisión y sin cerveza. Puedo imaginarlo sin consistorios municipales, sin gobierno y sin Internet. Pero cuando imagino un mundo sin enfermeras se me cae todo encima.
Las otras son menos conocidas, pero también son ángeles. Y de los mejores.
Son las siempre guapas, siempre jóvenes y siempre amables cajeras de supermercado. Cuando no son así, también lo son.
Los que hacemos la compra las vemos tras las cajas trabajando casi automáticamente, pero suceda lo que suceda tienen siempre la sonrisa y el saludo en la boca, y a la gente nos gusta que nos saluden y nos sonrían.
Más invisibles y menos “mediáticas” que sus hermanas las enfermeras, trabajan por regla general bajo regímenes laborales precarios. Meten todas las horas del mundo con contratos leoninos que no llegan a cubrir económicamente la mitad de su horario. Si la caja no cuadra al final de la jornada las sale caro, y después siempre hay que ordenar y reponer los artículos y muchas veces algún camión que descargar.
Están menos cualificadas, así que son tan prescindibles que a la menor queja sobre sus circunstancias laborales o intento de sindicación son borradas del organigrama funcional de la empresa; o sea, del mapa. De “su” mapa. En épocas económicas “normales” y mucho más aún en éstas de gigantesco atraco al que los interesados y los idiotas llaman “crisis”. Siempre habrá otra en la puerta esperando para sustituirlas si se las ocurriese reivindicar un poco de justicia laboral.
No siempre se tiene un buen día, pero su sonrisa, a veces forzada y muchas veces cansada, está siempre allí a pesar de los pesares. Y supongo que nunca sabrán de qué modo se lo agradezco a pesar que siempre las intento tratar como lo que merecen ser: las damas más exquisitas que puedan existir.
Ni lo que las agradezco sus consejos sobre lo que voy a comprar, a veces y con las que tengo más confianza (no me atrevo a llamarlo amistad) no pedidos, sino cedidos gratuitamente.
Ayer me saludaste por la calle, Rocío, y en un principio no te reconocí. Al cabo de un instante, cuando lo hice, te devolví el saludo con la mejor y más sincera de mis sonrisas.
Supongo que nunca leerás esto, pero perdóname, mujer/ángel. No estoy acostumbrado a verte sin esa horrible camisa que llevas cuando trabajas, y supongo que llevabas tus alas de ángel plegadas.
By Nacho 28/10/2013