Es increíble, no sé los litros de matapiojos que he consumido en estos años de etapa escolar. Son bichos implacables, perseverantes, incontables, invulnerables, reencarnables, tenaces y cualquier otro sinónimo de algo que cueste matar que se les ocurra pensar, y que no se les ocurra, también. No me extrañaría que dijeran, como el poseído: “mi nombre es Legión, porque somos muchos.”
La cosa es que mientras le aplicaba remedio contra la pediculosis por undécima vez (o vigésima segunda, o trigésima tercera, vayasaber) nos preguntamos si sería considerado violencia doméstica matar piojos a martillazos.
A razón de eso empezamos a jugar con Alessa a inventar titulares pintorescos para el semanario local (no publiqué los más 'gore' por miedo a que me vetaran el blog):
"Madre agrede a su hija con peine fino en crisis de locura."
"Mujer procesada por reiterados delitos de pediculicidio."
"Escándalo en Pueblo Obrero: madre echa a su hija de casa. Tenía piojos."
"Familia en estado crítico tras ataque de piojos vampiros."
"Menor lucha por su vida por sobredosis de pediculicida."
A la vida hay que tomársela con humor, aunque sea un poco negro...
J
EriSada