Revista Comunicación

Pedro J. y su destitución ¿Qué hay detrás?

Publicado el 04 febrero 2014 por Albilores @Otracorriente

pedro j

La marcha de Pedro J. del periódico El Mundo se hizo realidad la semana pasada tras 25 años como director. El periodista abandonaba el diario dejando bien claro que no se iba por propia voluntad, que lo echaban. A partir de ese momento las especulaciones sobre las posibles causas de este despido no se hacían esperar. ¿Qué o quiénes estaban detrás de la marcha del ya ex director del Mundo?

Parece ser que el cese de Pedro J. obedece a una más que probable reordenación de los medios impresos de la derecha pero no sólo eso, también envía un mensaje a toda la comunidad informativa: la crítica a los grandes poderes tiene consecuencias. El nuevo panorama de medios de comunicación conservadores de España que se lleva planteando desde hace meses es un reordenamiento repleto de fusiones. Se habla de una fusión ABC-El Mundo, El Mundo-La Razón o, incluso, una triple fusión ABC-El Mundo-La Razón- Sea lo que sea, lo que parece claro es que el número de diarios se verá reducido sensiblemente, lo cual uniformará el tratamiento de la información y se perderá en calidad, pues el número de voces de la prensa conservadora será notoriamente menor y directamente proporcional a la objetividad de la información. Lo que el lector, y por extensión el ciudadano, perderá es la polifonía informativa y todo sonará como un coro de una sola voz, la que dicten los poderes económicos, que para eso son dueños de los medios directa o indirectamente.

Así pues, la restructuración es una estupenda coartada para quitar de en medio a quien molesta o incomoda. Detrás de la caída del periodista está el epicentro de una operación política; el procedimiento no es nuevo ni ajeno. Ejemplos no faltan de ello: lo vivió el propio Pedro J. Ramírez en Diario 16, antes de fundar El Mundo, Luis Fernández en Tele5, y más recientemente Fran Llorente o Ana Pastor en TVE.

El trabajo de Pedro J a lo largo de estos 25 años ha sido discutible en muchas cosas. Durante su etapa como director del Mundo ha sido manipulador, intrigante y mentiroso. Ha fomentado el amarillismo y ha utilizado el periódico para defender intereses personales y para atacar a quienes no se plegaban a su voluntad. Pero a pesar de todo esto, como ciudadanos y como defensores de una sociedad libre, es obligado mostrar nuestro pesar y profunda preocupación ante lo ocurrido porque sospechamos que los poderes fácticos, abusando de su capacidad para entrometerse en la vida civil, han tapado la boca a quien les estaba sacando trapos sucios.

Por ello, a pesar de que Pedro J. ha dejado caer que se embarcará en un nuevo proyecto, en Internet, con el que seguro seguirá dando motivos para hablar, aquí lo que queda realmente en entredicho es la calidad democrática de nuestro país. La destitución y las circunstancias que lo han determinado sugieren reflexiones sobre el papel de la prensa y de los directores de medios de comunicación en las sociedades democráticas.

Por definición, la prensa incomoda al poderoso pues sabe que es una influencia que se le escapa, una opinión libre que no puede manipular, alterar o modificar; pero esa opinión independiente debe serlo con todas las consecuencias y de manera estable a lo largo del tiempo. Ya hemos visto lo que pasa cuando el director de un periódico se ve obligado a rendir cuentas por los excesos pasados. Confiado en que los escándalos de Bárcenas y de la Casa Real devolverían a Pedro J. el poder y la influencia que ostentaba en años pasados, cuando los poderes conservadores hacían un frente común junto con él, comenzó su ataque feroz, confiado en que la facción conservadora enfrentada al gobierno sería suficiente para recuperar el aznarismo, con el que tan cómodo se encontraba en un tiempo no tan lejano.

Pero al final resultó incómodo para todos por lo que sin amigos a los que aupar o enemigos a los que destruir, los que mandan dejaron de financiar lo que sólo era ansia de poder en lugar de información. Sin embargo debemos recordar que Pedro J. no es peor ni mejor que muchos otros como él y que quien pierde de verdad con su destitución, una vez más, es la libertad de información y la democracia.


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