Revista Cultura y Ocio
Quisiera ser el dueño de unas pocas palabras, poderlas dar a cambio de un beso o una sonrisa, aparearlas con otras que sepan darme otrosy entre todos volver a cantar como niños. Qué ingenuidad. Me estabacontagiando del clima que desborda el poemade la infancia y más aún del reflejo sobre vidrios quebradoscon que en la edad lejanasin malicia ni historiay al pie de una escalerayo me sabía dueño de una sola palabra y rey de un nuevo mundo.Todo eso ya pasó. Ahora heaprendido a saludar a la belleza.