Revista Cultura y Ocio
"Mi actitud no tiene nada que ver con mi pensamiento" -dicen que confesó Séneca antes de suicidarse a toda costa-. Así demostró que su pensamiento estaba por delante de su actitud y quitándole el gusto, una putada para el placer sádico de Nerón, del cruel castigo del que se iba a relamer sin duda. Ironía de la vida. Son tan dispares como el azúcar y la sal. Me gustan las dos en sus momentos más dulces y más salados. Una gran personalidad se da cuanto más afinidad hay entre pensamiento y actitud, porque demuestra que es el ejemplo lo que predomina sobre el cinismo, que es cuando no hay escasa relación o ninguna o total contradicción entre el pensamiento y la actitud. Es algo así como juntar estructura con belleza, una cosa puede tener una buena estructura y ser un "tiro de mierda" y al revés, algo puede tener una estructura débil y ser una beldad en toda regla. ¿Qué es mejor que predomine? Cuestión de gusto y adaptabilidad al medio. El entorno manda. Hay entornos en los que la actitud te lleva al "hoyo", y es mejor ser un cínico que guarda celosamente sus pensamientos, y hay momentos donde la actitud te lleva a alcanzar pequeñas o grandes metas. De todas forma, el cinismo es una herramienta que sirve para camuflar tu verdadera actitud interna, porque hay actitudes internas y externas, las internas están en comunicación con los pensamientos internos, y las externas son las que se adecuan al enterno social que se comparte. La personalidad así pues es engañosa, porque nadie se muestra como es porque sería un suicidio emocional y social. Hay cosas dulces y saladas, y ambas se pueden saborear igualmente. Cuestión de actitud.