Pequeñas cartografías

La única historia que me interesa es la que se escribe en los mapas: encima de ellos o en los mismos márgenes, a boli o con el trazo acristalado de nuestra imaginación. Esta ciudad es demasiado pequeña para que los segmentos no se sientan tangentes en un momento determinado, así que creo que ha llegado la hora de pensar más lejos. La lejanía es un estado de embriaguez permanente, con el trago seco como un tequila medieval o una tirada de dardos. Maldigo los GPS que blasfemaron el nombre de las fronteras y humillaron el trabajo del obrero de carreteras. Es momento de ir, yéndose poco a poco, hacia ese sitio donde el reconocimiento no entienda de dedos acusadores, donde las gradas de los campos de fútbol no se giren para ver un beso preveraniego. Un lugar dichoso, fantástico, que esté más allá de la poesía, más allá de la piel. Más allá de nosotros mismos.