Revista Sociedad
Veamos. Durante un largo período de tiempo todo cuanto pude averiguar sobre el libro prohibido más popular y oficialmente desprestigiado que existe se parecía a una jaula de grillos. La cybercrónica de hoy es un intento por mi parte de ordenar los hallazgos de forma coherente. Para empezar, es menester prestar la máxima atención a este breve párrafo, penúltimo del acta número dieciséis de Los protocolos de los sabios de Sion:
"El sistema de represión del pensamiento está ya en vigor, por el sistema llamado de enseñanza por imágenes, que transforma a los cristianos en animales dóciles que no discurren, y que esperan la representación de las cosas por imágenes para comprenderlas."
En palabras profanas y más acordes con la actualidad, en vez de "represión del pensamiento" hablemos de control mediático, mercadotecnia o psicología social. ¿Cómo crear los afectos, objetos, pasiones, apegos y necesidades de la gran masa de población?. Pues mediante la difusión de un imaginario. Así se crean los deseos y los modelos de conducta o de pensamiento a imitar. Dicho imaginario es generado en nuestra mente a través, principalmente, de los medios audiovisuales, sin menospreciar la letra impresa y la iconografía utilizada por los partidos políticos y demás instituciones que persiguen acumular votos o crear corrientes de opinión que sean favorables a ciertos intereses. Hecho este inciso, haré un poco de historia sobre el libelo en cuestión. Parte de su origen lo encontramos en un ensayo escrito por Maurice Joly, el cual lleva por título Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Norman Cohn lo explica con detalle en su libro titulado Warrant for Genocide. The Myth of the Jewish World Conspiracy and the Protocols of the Elders of Zion, muy recomendable, pero ahora y aquí basta con saber que aproximadamente la mitad del contenido de los "protocolos de Sion" es un plagio del libro de Joly. Los "protocolos" fueron escritos en Europa (las primeras ediciones salieron en Rusia) y son fruto del antisemitismo imperante desde finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Si el ensayo de Maurice Joly contiene una defensa del liberalismo, los redactores de los protocolos, integrados en círculos de la Intelligentsia al servicio de los ultraconservadores, elaboraron una contraargumentación de ese contenido dando la apariencia de que los cambios sociopolíticos en el mundo moderno son el resultado de una malvada conspiración judeomasónica que persigue el dominio mundial. Con todo, lo cierto es que en muchas de sus páginas hallamos la descripción de métodos de ingeniería social y financiera. Adolf Hitler estaba obsesionado con ese libro, le fascinaba el plan de dominación mundial allí descrito, y ansiaba destruir al sionismo y demás competidores en la lucha por el control global. Nunca debemos perder de vista que la segunda guerra mundial fue una lucha entre facciones dispuestas a desplegar todo el saber acumulado a lo largo de cuatro siglos con el fin de establecer un poder hegemónico respaldado en el mayor potencial tecnológico y humanístico que ha existido al menos en los últimos seis milenios de Historia de la civilización. Concluida la guerra en 1945, pierde Alemania, perdió Hitler y perdieron (¿?) las camarillas de eruditos germánicos que con discreción controlaban los movimientos de Hitler. Ganó la corporocracia occidental y anglosajona, la cual hoy en día rige los asuntos del mundo globalizado. En conclusión, los "protocolos de Sion" son efectivamente una obra ficticia, aunque esconde un plan de dominación ansiado por las distintas élites, donde la ingeniería social se revela como el mayor poder conocido en todas las épocas.
Para terminar la crónica de hoy debo prevenirme, y prevenir a los posibles lectores, ante la tentadora idea de utilizar los "protocolos de Sion" como prueba de la existencia de una conspiración mundial en la sombra o cualquier paranoia sensacionalista. Los defensores de la veracidad de cuanto allí está escrito suelen argumentar basados en las similitudes existentes entre el funcionamiento económico y social del mundo actual y el programa de actas que forman los protocolos. Los protocolos surgieron en un contexto histórico específico que guarda muchas semejanzas con el presente. Es normal, por tanto, que sean un reflejo de nuestro actual caos financiero. Por otro lado, la capacidad visionaria de Maurice Joly inspiró a los falsificadores de forma que parecían adelantarse a los tremendos cambios sociales y a las guerras fraticidas del siglo XX. Pero, como ya apunté, otras partes del libelo describen métodos de control social que van más allá de las tesis de Joly y que sólo pueden tener su origen en los laboratorios de ingeniería social, la tecnología más discreta y subliminal del mundo moderno, en parte heredera de los programas iconográficos elaborados por la Iglesia católica y desarrollados en los templos románicos y góticos. La idea de conspiración, además, surge de una mala comprensión de los resortes del poder y de sus agentes fácticos, incluso del funcionamiento de la democracia. El voto del ciudadano puede ser relativamente efectivo a escala local, en el municipio. Los grandes partidos nacionales venden programas establecidos desde instancias superiores, las de la corporocracia. Los pueblos no hacen la Historia, sino las élites, el poder de las cuales no proviene de malvadas conspiraciones sino del mismo devenir de la historia que les ha sido favorable cuando aquellas han sabido aprovechar las coyunturas y los recursos disponibles. Los ciudadanos, el pueblo, son un arma arrojadiza en manos de las distintas facciones del poder. Los "protocolos de Sión" fueron, en definitiva, una ficción utilizada para culpabilizar a un colectivo, los judíos, ante la perspectiva de crear una sociedad global cuyos jerifaltes operan desde la discreción y necesitan un chivo expiatorio. Aunque, eso sí, no deja de ser inquietante, recreativo, la utilización de un símbolo arcano o esotérico, el hexagrama o estrella de David, para insinuar la existencia de un núcleo de poder que está más allá del poder de las grandes corporaciones. Las corporaciones nos gobiernan dirigiendo nuestros impulsos consumistas, aprovechan nuestros vacíos y la necesidad de llenar huecos. Pero, ¿quiénes gobiernan o aprovechan la codicia y la sed de poder de los grandes agentes financieros e industriales?. Son la gente del tercer círculo, gente alucinada cuyo conocimiento del ser humano es tan completo y riguroso que deciden darle salida a todas sus facetas, desde el sentimiento de fraternidad hasta el peor egoísmo, más toda suerte de vías intermedias. Su negocio es diversión, se divierten organizando el espectáculo. Yo puedo imaginarlos, y les emulo con estas últimas líneas. Pura vanidad recreativa.