Perdidos

Perdidos es más que una serie, una serie que nunca vi, que nunca atrajo mi atención, pero el concepto de perderse me entusiasma. Perderse es olvidar el mundo, colocarnos al margen, en una realidad paralela en la que respirar el oxígeno que sobrevive del humo del tabaco. Respirar es someterse al tiempo natural, al ritmo pedagógico del avance. Hemos perdido muchas cosas hasta llegar aquí, pero qué hemos ganado, ¿qué hemos ganado? El baile, escuchar esa canción que habla de sentir. Sentir es un verbo infravalorado en nuestros días. Sentir sentimos todos, por supuesto, pero generalmente no sabemos explicarlo, no sabemos expresarlo. Y el sentimiento es fundamental para cualquier cosa, para eliminar al Bayern en las semifinales de Champions League o para escondernos en el extrarradio, a la sombra de las piedras y al abrigo impoluto del viento del norte. Nada que ver con BSO extraordinarias ni con sedaciones calmas. La pérdida es otra cuestión alejada del arcén, siempre prefiero dos medios creativos, pensar en qué hemos ganado, en qué está por conseguir. Y cuando se consiga, que se conseguirá, disfrutarlo y sentir, porque hay que sentir en vez de consumir, lo decía Siniestro Total, amplio representante de la postpoesía y del retropop alimentado en un ejemplar pasado de GQC.