Revista Cine

Peripecias de un papá – Cagar en soledad.

Publicado el 13 marzo 2016 por Decabo

Sabes que te haces mayor cuando cagar en soledad es uno de esos pequeños placeres que aprendes a valorar.

Sí, he tenido muy abandonada esta sección y hay muchos asuntos importantes sobre los que debería hablar: la aventura de empezar el cole, la llegada de las alergias y el servicio de urgencias a nuestra vida, los cumpleaños en parques de bolas… No sé cuándo y no sé cómo, pero sé que estos temas demandan un capítulo en aras de la utilidad de estas peripecias.

Sin embargo, después de esta ausencia el cuerpo me pedía regresar por la puerta grande, y como eso no ha sido posible porque parece me quedaba, valga la redundancia, grande, entonces he decidido regresar por la puerta de atrás.

cagar en soledad

Si eres padre primerizo y tu bebé aún no alcanza a gatear, escucha mi consejo: Si sientes actividad en tus intestinos y relajación en tu esfínter, si sientes que es la hora de acudir a tu cita con el sr. Roca, pon tus cinco sentidos en ello y disfrútalo como si nunca más fueras a tener la oportunidad de hacer muñecos de barro en la tranquilidad de tu taller de alfarería favorito… porque muy pronto así será.

Sí, amigo, practica mindfullness de retrete. Coge un libro de Dowstoiesky , la colección completa de Superhumor de Mortadelo y Filemón o disponte a batir tu record en el Candy Crush, siéntate en el trono y no lo abandones hasta que tus tripas se vacíen del todo y no te quede un solo renglón por leer, hasta que tengas las piernas tan dormidas que tengas que salir del baño cuerpo a tierra, reptando. Vive el presente. Sé consciente del privilegio que estás experimentando.

No exagero. Mi pareja y yo estamos preparando mentalmente al niño para dejarle con los abuelos un fin de semana y escaparnos a un hotel. He mentido a mis amigos diciendo que será una escapada sexual épica, he jugado a la ambigüedad con mis padres y les hemos dicho simplemente que necesitamos intimidad. Tal y como va el relato ya os imaginaréis la verdadera razón. Antes, cuando no teníamos niños, buscaba hoteles con jacuzzi en el baño, ahora prefiero que tengan hilo musical. Sí, queremos un lugar donde cagar con tranquilidad y sobre todo con intimidad.

La primera vez que te interrumpe, cuando tu bebé es un ser que gatea y entra en el baño porque añora tu presencia, es hasta enternecedora. Sin embargo a lomos de aquel pequeño cuadrúpedo cabalga el jinete del apocalipsis de la concentración durante la deposición.

Al igual que los bebés no juzgan a las personas, tampoco lo hacen con los olores, para ellos es más importante tu presencia que el hedor que desprendes. Quizás al igual que tienen un reflejo neonatal durante los primeros meses con el que consiguen contener la respiración si los metes bajo el agua, deben tener un filtro olfativo durante sus primeros años en las que un potaje digerido y procesado por tu cuerpo les huele igual que un campo de romero.
Lo que os aseguro es que en cuanto aprende a andar se le activa un sexto sentido, no arácnido sino lepidóptero, que detecta el olor a excremento, y en cuanto te sientas, no tarda en aparecer a tu lado. Trae consigo una pregunta, una monería con la que quiere impresionarte, o una simple muestra de cariño de esas que no te daría en cualquier otra circunstancia….

Aunque lo peor es cuando se hace un poco más mayor y le quitas el pañal. Entonces lo que trae consigo al baño son ganas de cagar. Con la excusa de que es pequeño y de que está aprendiendo a controlar su esfínter te ves obligado a levantarte cuando la cabeza de tortuga empezaba a asomar y en el peor de los casos el quelonio asustadizo se refugiará en su caparazón de doble glúteo y para volver a sacarlo tendrás que pagar, literalmente, con el sudor de tu frente.

“Pues echa el pestillo” pensará ingenuamente aquel que no ha sido padre. Tener a alguien golpeando la puerta tampoco ayuda a la concentración. El “papi, papi, papi…” mientras hace percusión con sus manitas puede ser más persistente que el “Penny, Penny, Penny” de Sheldon en la serie The Bing Bang Theory.

Cagar en soledad es un placer reservado para los que no tienen hijos o para los multimillonarios. Ahora entiendo por qué la mansión de la Preysler tenía tantos baños… uno al menos por hijo. Y seguro que la casa de Ruiz Mateos tenía más retretes que una exposición de sanitarios Roca.

En fin amigos, compañeros de la paternidad, si os sentís identificados con mi post de hoy sólo puedo desearos, apelando al código del teatro, mucha mierda… pero, sobre todo, muchos baños.


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