Revista Pareja

Personas Altamente Sensibles…o Altamente Suceptibles

Por Cristina Lago @CrisMalago
Personas Altamente Sensibles…o Altamente Suceptibles

¿Eres PAS…o eres PAS?

Hace un tiempo publiqué un artículo en el que hablaba sobre la problemática de creerse más especial de la cuenta, mencionando un ejemplo relativo a una persona PAS. Esto suscitó cierto debate interesante sobre el término concreto y sobre esta necesidad tan actual de ponerle etiquetas a todo, que en muchos casos en lugar de ser de ayuda, sólo servían para clasificar y separar a las personas, en lugar de integrarlas. No obstante, hoy quiero hablar específicamente de unos rasgos concretos. De modo que vamos a utilizar esta etiqueta y a darle alguna vuelta de tuerca.

El concepto PAS ha llegado con tanta fuerza que en muy poco espacio de tiempo, podemos encontrar fácilmente un montón de fuentes donde informarnos de todo el tema y sus múltiples variables, a saber: el PAS en relaciones de pareja, sus dilemas y neurosis, sus particularidades y en especial, cómo sobrevivir siendo Persona Altamente Sensible en un mundo Altamente Insensible, que viene a ser el quid de la cuestión.

¿Y qué es un PAS exactamente? El término Persona Altamente Sensible fue creado por la psicóloga californiana Elaine N. Aron en el año 1991. Esta terapeuta se identificaba a sí misma como PAS y fue quien estableció por primera vez las características propias de este perfil de personalidad.

No voy a hacer un corta y pega de información que podéis encontrar en cualquier web sobre la temática, En cambio, voy a ofrecer una visión más personal del PAS.

Empiezo por lo evidente. Probablemente, las expresiones que más tiene que escuchar un PAS a lo largo de su vida son: eres demasiado sensible y qué rarito eres.

Son personas que se sienten siempre distintas. Esto les lleva a buscar soledad o cierto aislamiento ante la impotencia de no sentirse comprendidos o integrados. Su aislamiento puede convertirse en neurosis crónica, refugiándose en la sensación de ser diferentes para justificar su nula relación con un exterior que les sobrepasa.

Desde pequeños, los PAS viven literalmente en un mundo interior que no encaja en absoluto con el mundo exterior. Un mundo muy sinestésico, donde coexiste la magia, la fantasía y el misterio con un buen surtido de miedos y angustias emocionales.

Aunque la mayorías de los niños son sensibles, o al menos más que la mayoría de adultos, al niño PAS lo que le caracteriza es precisamente ese infinito espacio interior donde a menudo eligen perderse, algo muy lógico cuando lo que hay fuera se percibe como agresivo y hostil y lo de dentro es como una burbuja fascinante donde meterse para sentirse seguros, felices y protegidos.

Los PAS conservarán una característica especial que la mayoría de los adultos pierden con el tiempo. Esta característica es, a la vez, una maldición y una bendición. Son genuinamente inocentes. Son los típicos niños cuyos padres se inquietan a menudo porque saben que es fácil que una criatura de esta índole sufra más de la cuenta por la vida.

Los PAS efectivamente son niños eternos, pero no nos confundamos con los peterpanes. El peterpan en realidad, alguien muy lejano a la verdadera infancia: más bien como alguien prematuramente envejecido que se reviste de falso infante para obtener ciertos privilegios. El PAS es quien en verdad conserva la curiosidad, la flexibilidad, la imaginación y el sentido de la maravilla. Es esa señora mayor que baila en su jardín o ese abuelo al que le brillan los ojos porque le ha hecho un truco de magia y se la ha colado a su nieto.

A pesar de ostentar estas interesantes cualidades, la persona PAS está inevitablemente condenada, a lo largo de su camino vital, a toparse una y otra vez de morros con esa realidad para la cual no parece estar diseñado.

Y esta es su mayor fuente de sufrimiento. Su inocencia sin adulterar les hace encontrarse con bastantes abusos, y lo más sorprendente es que esos abusos vienen de perfiles que no son muy distintos que ellos. Y aquí es donde hablaremos de sus hermanastros neuróticos: las Personas Altamente Susceptibles.

Sucede que si el niño PAS recibe amor y validación, es respetado y tiene algún referente que le permita construirse, puede tener éxito en su proceso de madurez al adquirir buenas herramientas de gestión emocional que permitan regular sus inquietos océanos interiores.

El mismo niño PAS, en un entorno donde se le mutile emocionalmente, donde no haya una sola fuente de validación medianamente sana, donde sus cualidades sean menospreciadas o donde se le insista en convertirse en algo que no es para adaptarse al exterior, acabará tomando otro camino: el de la Persona Altamente Susceptible.

La sensibilidad sigue ahí, sí, probablemente acogotada y encogida en algún punto de la estructura que habrá creado el niño PAS para sobrevivir a tales atropellos. Este niño se sentirá irremisiblemente atraído y repelido por el niño sensible que puede expresarse como tal, porque ostenta, sin saberlo, aquello que a él se le ha arrebatado. Es, por decirlo de alguna manera, como alguien que está arruinado y ver pasar al vecino con un carro lleno de oro. Y aún encima, el vecino va de buen rollo y ofrece compartirlo, porque además, le sobra. ¿No es para morirse de rabia?

La mayoría de los casos de relaciones tóxicas, acoso, mobbing y bullying se produce entre estos dos perfiles.

Ambos PAS se cruzan reiteradamente, para separarse con un mensaje mutuo que no deja de repetirse. El sensible invita al susceptible que ría, que juegue, que sueñe, que sea niño; y el susceptible fuerza al sensible a que crezca, que se haga cargo de sus emociones y que sea adulto. Ambos mensajes son absolutamente necesarios en los dos casos, pero es el primero, gracias a esa sensibilidad que ha podido conservar, el que suele estar más capacitado para ponerlo en práctica.

¿Y porqué la sensibilidad está tan relacionada con esta capacidad de crecer? Porque la sensibilidad implica el manejo de la empatía, el saber percibir al otro, el interés genuino y profundo por la vida, la introspección…y todo ello es un campo de cultivo enorme para abonar una personalidad madura.

La sensibilidad implica una conexión con las propias emociones. Si hemos hablado alguna vez de que estar emocionalmente conectado es como tener una brújula para caminar por la vida, ser PAS es venir dotado de brújula, mapa, GPS y hasta barritas energéticas. Es muy frecuente que la persona PAS sea aleccionada más bien a ser más dura, más fría o más práctica, lo que de forma errónea, hace que pierda el contacto con esas habilidades. Sus sensaciones y su radar emocional son avisos, indicaciones y letreros que les proveen de una enorme cantidad de información vital para evitarles muchos problemas. El PAS se lo complica todo mucho más cuando intenta no ser sensible.

Su proceso de madurez y de paso, la manera de evitarse mucho, mucho padecimiento pasa por complementar estas capacidades con una sobredosis de fe en sí mismos y con una autoestima sólida que les permita ser ejecutivos con aquello que sienten. Por así decirlo, tienen que ponerle al corazón un buen par de huevos.

Crecer siendo PAS y no morir en el intento, no es una labor sencilla. En general, ninguna vida es especialmente sencilla, pero si además se le une un perfil propenso a sufrir discriminación, marginación o abuso, la cosa se complica todavía más. El PAS es un ser humano como el resto, sólo que es un ser humano en el que la humanidad está tan enraizada que difícilmente logra funcionar de la manera deshumanizada que más le conviene a nuestra economía. Y como hemos visto en el otro PAS, cuando lo hacen, van a un extremo en que directamente, dejan de ser personas.

No obstante, quizás porque en algún lugar, algo o alguien cuida de los inocentes, los PAS tienen la peculiar capacidad de encontrarse los unos con los otros: y ese sentirse íntimamente vinculado, acogido y contenido por semejantes, es la manera en que por primera vez, encuentran su lugar en el mundo.

Aprovecho para dedicar este artículo a los muchos PAS que he conocido a lo largo de mi vida, entre ellos, lectores, familia y varios excelentes amigos. Intensos, sufridores, intuitivos, juguetones, artísticos, profundos e ingenuos, con la mirada y el corazón implacablemente limpios: vosotros sois la poesía de este mundo escrito en prosa.

Y me despido con las palabras de Carl Jung, que sin duda, fue un PAS de libro.

De niño me sentía solo y todavía me siento así porque sé cosas e insinúo cosas que otros parecen no conocer. La soledad no consiste en no tener personas alrededor, sino en no poder comunicar las cosas que a uno le parecen importantes.


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