Perth es esa ciudad moderna, bien organizada, interesante… tiene el mismo número de habitantes que Barcelona, puerto, playa, clima mediterráneo moderado y resulta ser la capital de Australia del Oeste ¿Es tan raro que me sintiera como volviendo a casa? Casi pido una horchata, un poco de fuet, neulas y unos carquinyolis. Ya sé que debería pensar en pà amb tomaquet pero es que no me gusta.
Con 43º de temperatura que sólo bajaron a 30º durante la noche mi primera misión fue ir a la playa.
Scarborough beach es la más accesible pues sólo tengo que coger el bus 990 desde el origen hasta el final. Había comprado protección solar en Malasia pero no era consciente que el índice de radiación en Australia alcanza valores de 15 mientras que en España sólo se acerca Mas Palomas en Gran Canaria con un récord de 11 en el 2011. Aunque el viento, que repartía la arena por todas las partes de mi cuerpo y la mochila, refrescaba el ambiente, no pude evitar acercarme al agua. Leí que sólo puedo bañarme en la zona entre las banderas rojas y amarillas porque es la zona a salvo dentro de la red, así que fui hacia allí dejando mi toalla y la mochila en la casi desértica zona de arena de la playa. Al meter el pie en el agua se quedó estancado entre el hielo; con una pala podías subir a los icebergs y remar hasta invernalia o lo que es lo mismo las costas Bilbainas. Años yendo a Bilbao y no he conseguido meterme más allá de la cintura, Perth no lo va a conseguir! Cuando la gente que hace surf lleva neopreno para mí es como si llevaran un megáfono gritando “la gente del mediterráneo por favor, aléjense de la costa, posible riesgo de hipotermia”. La cruda realidad me informa que nunca seré Elsa de Frozen (El reino de hielo) aunque siempre me quedará el Rey León. Vuelvo a la explanada cerca de donde me había dejado el autobús y me encuentro gente que no está en la playa sino tirada a la sombra en el césped, una máquina expendedora de protección solar, varias duchas, fuentes y un cartel de WIFI gratis! Doy un paseo por la zona marítima, en la arena sólo hay gente que se prepara para hacer paddle, surf o kitesky. Entre la arena y la ciudad hay una zona de arbustos con señales tan inquietantes como “cuidado con las serpientes”.
He googleado donde ver canguros y, además de varios puntos donde se pueden encontrar en estado salvaje, me dice que coja un coche y vaya a Caversham Wildlife park. Los Australianos a veces son como los americanos y no conciben que la gente no tenga coche, incluso desde el bus puedo ver zonas de casas sin arcén para peatones. Después de investigar un poco veo que sólo tengo que pillar un tren, un bus y encender el GPS para bajarme en Whiteman park. No es difícil pero el autobús me ha dejado en medio de la nada a 42º y con una botella de 500ml de agua. Pienso en la noticia que escuché el día anterior: un hombre y una mujer habían muerto deshidratados cuando su coche se había estropeado, el hombre había salido con una botella de agua a buscar ayuda pero había muerto a escasos 2km de una estación de servicio. Y para acabar, con la misma falta de entusiasmo en la voz, la locutora recordaba que las autoridades recomiendan no abandonar el coche en caso que se estropee. Cruzo la carretera, entro en el parque y veo un banco bajo una marquesina con un teléfono y unas indicaciones “el autobús sólo viene si lo llamas”. Mientras me decido si llamarlo o atreverme con el par de kilómetros, un coche pita a mi espalda mientras baja la ventanilla. Una buena mujer me pregunta si quiero que me lleven al parque, ella trabaja ahí y le va de paso. ¿He dicho ya que son muy majos? Me subo al coche con aire acondicionado y por el camino me cuenta que una vez fue a Europa y vio nieve. Pago los 25$ de la entrada y a los diez minutos estoy grabando mensajes de voz que no se enviarán hasta al cabo de unas horas gritando “he tocado cangurooooooooos”. Efectivamente he tocado canguros, el parque está dividido en 4 zonas según la localización geográfica de los animales y todo el centro es la zona cerrada llena de canguros donde estos campan libremente o se retiran a una zona exclusiva para ellos si no quieren ser molestados.
Hay canguros albinos, madres con bolsas y Joeys, canguros bebé. A las 15h un señor nos explica cómo hacer para que un látigo rompa la barrera del sonido (música de Indiana Jones), trasquila una oveja y explica las propiedades de las diferentes lanas, finalmente ordeño una vaca y mi chancla tiene el placer de ser meada por ella. Iuuuuuugh!
Después de regar mi chancla y mi pie con cinco millones de litros de agua proporcionada por el cuidador al que también le ha meado los pies me dirijo a la zona de koalas donde entramos después de prometer que no tocaremos las hojas de los árboles y sólo posaremos con el koala que la chica nos diga. La cuidadora nos explica que los Koalas casi nunca abandonan los árboles porque se aprovechan del rocío que tienen las hojas de los árboles para beber. Así que lo de Mofli, el último koala era una patraña, soy la única que recuerda esa serie….
Por último hay una zona donde puedes ver de cerca varios animales como el Wombat durante unas horas al día.
Al salir pregunto por la lanzadera y sale Cocodrilo Dundee con 70 años preguntando si soy su chica. Superado el susto empezamos a hablar y me cuenta que ha estado en España, donde vamos en burro, la gente se viste de traje los domingos, no hablamos inglés y comemos no sé qué cosa que no entendí. No quiero ofender a Cocodrilo Dundee, mucho menos si va conduciendo, así que me limito a balbucear un “donde dices que has estado EXACTAMENTE en España?” Él aparta unos segundos la vista de la carretera para ver mi cara y echarse a reír, fue a España hace 65 años y volvió hace 10. Me felicita por el progreso de estos años y salgo de la lanzadera intentando calcular la edad del conductor y por qué le dejan conducir. ¿Aunque quien va a echar de menos a los cuatro turistas al año que llegan en transporte público?
Ya va siendo hora de ver la ciudad. Por la noche he podido ver que tienen zonas con césped para sentarse, aunque a estas alturas ya sé que se sientan en cualquier zona con césped a la sombra, televisiones gigantes, puffs en las escaleras, fuentes de agua, pero descubro que además hay bibliotecas gratuitas donde coger y dejar el libro que quieras. También me he dado cuenta que mucha gente usa el monopatín, lo que me resulta un poco ochentero, hasta que veo a un señor trajeado subido a uno y sé que simplemente es Australia. Hay cuatro líneas de buses gratuitos llamados CAT con un gato dibujado en el lateral que te llevan por casi toda la ciudad así que voy del museo del oro a la explanada al lado de la bahía sin sudar. Me dirijo hacia la famosa torre de la campana y negándome a entrar paseo por el puerto cuando veo algo emerger del agua, le doy un segundo vistazo y resulta ser un delfín. Miro alrededor, ¿por qué no hay nadie más mirándolo y señalándolo apunto de gritar? Me siento como si estuviera paseando por Madrid y un delfín saliera del retiro. ¿Soy la única emocionada al ver un delfín en el puerto?! Vuelvo a buscarlo y aparece unos metros más lejos. ¿Ni siquiera los niños van a mirar y señalar? Un niño se baja emocionado de un barco con suelo de cristal y le explica a su madre que ha visto una medusa. Una triste medusa!!! ¿Pero es que soy la única que ve al delfín? ¿Es una visión? ¿Estoy alucinando? No, es Perth donde se pueden ver delfines en toda la bahía. Todavía con la imagen del delfín a un par de metros de mi subo a Kings Park, uno de los parques dentro de ciudad más grandes del mundo desde donde hay vistas de toda la bahía, muchísimo césped para descansar, lagos con patos, patitos y animales de los que jamás sabré su nombre. Entonces veo la señal y un árbol gigante, no me lo puedo creer. Frente a mí tengo uno de esos árboles para los que pensaba que tendría que esperar años para ver convencida que sólo crecían en Madagascar. Un Baobab! Lo que? Un Boab! Uno de esos árboles gigantes famosos en Madagascar por ser capaces de almacenar hasta 6mil litros de agua… vale, es la especie australiana, que es más pequeña y no sabía ni que existía, pero yo me pongo a saltar a su alrededor bajo la mirada de una mujer que se piensa que me he vuelto loca por el sol.
Después de esto el conejo que veo entre los arbustos, las ranas de un palmo que se cruzan en mi camino y los pájaros blancos con pico negro y largo que me llegan a la rodilla y que cruzan frente a mí en la ciudad casi no me sorprenden. A medida que baja el sol aparece la gente haciendo footing, ocupando las máquinas de ejercicio, preparando barbacoas… Me encanta Perth!