¿Por qué será que nos resulta tan difícil pedir ayuda? Todo el mundo quiere ser independiente, fuerte, autónomo y libre. Pedir ayuda por lo visto no cuadra muy bien con estas exigencias contigo misma. Así que abundan las indirectas, las apelaciones subliminales del tipo “sería genial si alguien pudiera….”. Incluso hay las que se enfadan cuando las indirectas no hacen efecto.
Vergüenzas imaginarias
¿Qué es lo peor que te puede pasar si pides ayuda a alguien? Quizás te diga que no. Y entonces se abrirá el abismo de la vergüenza bajo tus pies, te tragará la tierra y nunca más podrás mirar a los ojos de la persona en cuestión. Quedarás expulsado de la sociedad humana hasta el fin de tus días. Así que es más fácil quedarte quieto y no decir nada. No avanzarás, pero por lo menos tampoco te convertirás en humo.
O eso es lo que te intenta insinuar tu imaginación. La realidad es un poco menos espectacular. Si te responden que no, agradecerás que te hayan ahorrado perder el tiempo que vas a aprovechar para buscar a otra persona que te pueda ayudar. Al fin y al cabo con un “no” estarás igual que ahora. El único riesgo que tienes es que te digan que sí y que te ayuden.
Dependencias imaginarias
O quizás eso es justamente el problema. Si necesitas la ayuda de alguien, esta persona puede pensar que no eres lo suficientemente adulta, madura, o independiente como para resolver tus propios asuntos. Poderlo hacer tu mismo te reafirma en tu estatus de autonomía. Da igual que tu amiga sea abogada y te pueda resolver la duda sobre el contrato en tres minutos. Prefieres pasarte tres horas buscando cláusulas en internet. No importa que tu mejor amigo sea programador y pueda arreglarte la página web de inmediato. Prefieres batallar con el código tu misma, aunque te cueste dos días.
No solo estás perdiendo tiempo. También estás perdiendo la oportunidad de fortalecer los lazos de amistad con tus amigos. A ellos les encantará poder ayudarte. Si no te ofrecen ayuda es porque probablemente no sepan nada de tu problema, o no quieran meterse en tus asuntos para que tú no te sientas mal. Pedir ayuda también puede ser un regalo para la persona que te ayuda.
Deudas imaginarias
Ayudarse mutuamente es una de las bases de la amistad, y de muchas más relaciones sociales. Como en la economía del don (gift economy) se crea una deuda con la sociedad, y no con la persona en concreto. Hoy me ayudas a pintar mi piso, mañana ayudo a la vecina a subir la compra y ella dará de comer al gato de su hermana durante las vacaciones. Pedir ayuda no significa que quedes en deuda con alguien específico, pero sí que puedes aprovechar la próxima oportunidad para ayudar a otra persona. Así se crea un círculo benéfico para todos los integrantes y al mismo tiempo crea solidaridad y comunidad. ¿Realmente quieres perderte eso?
Ganancias reales: claridad, afirmación, independencia
Pedir ayuda es una oportunidad: te ayuda a clarificar lo que realmente necesitas, ya que antes de pedir tienes que pensar en lo que hace falta. Reafirma y fortalece tus contactos y tus amistades y de esta forma te da más independencia de lo que podrías tener al luchar sola en este mundo.
Atrévete, pide ayuda cuando la necesites. Y ayuda cuando puedas. Al fin y al cabo, ¿qué es lo peor que te podría pasar?
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Imagen: saikofish / fickr