Revista Espiritualidad

Pienso. ergo, dejo de pensar

Por Srigangamata @SRIGANGAMATA

En un estado ideal, todos nuestros actos debería ser precedidos por un sentido, (una razón de ser) consciente y elegido. Y aun cuando lo parezca el pensar no es la excepción.

Es innegable que es un acto tan natural como inevitable; no es posible dejar de pensar.
De hecho, aquello a lo que corrientemente llamamos “poner la mente en blanco” no es más que un simple ejercicio de no hacer foco consciente en ninguno de los datos procesados por el cerebro (cerca de 400 mil millones de bits de información por segundo) hasta que no distingamos pensamientos.
Entonces, el secreto que nos acerca más a la sabiduría es la comprensión del Sentido del pensamiento.

“¿Para qué pienso esto que pienso? “

Esa es la pregunta de inicio de todo rediseño, tanto operativo, cognitivo como emocional.
Por supuesto hay tantas respuestas a esa pregunta como individuos y sus correspondientes circunstancias segundo a segundo, así que parece tonto suponer que hay una regla de aplicación general.
Sin embargo, cuando se empieza a entretejer información, cuando los entramados de la psicología, la biología, las neurociencias empiezan a crear nuevos paisajes interiores, observamos que el cerebro en sí mismo, como entidad biológica tiene una clave de aplicación única.

Piensa, para no pensar

Dado que gasta el 20% de la energía de todo el cuerpo, jamás descansa y trabaja a una temperatura 1 ° / 1.5° más que el resto del cuerpo, el cerebro es un maestro en la economía de recursos con vistas a minimizar estos insumos y mantenerse eficiente a cada momento.
Es decir que el cerebro procesa con el objetivo de distinguir qué le es útil y que no, para luego descartar lo inútil y convertir lo útil en una red neural que le permita operarlo “en transparencia” es decir en modos de la mayor automaticidad posible con vistas a minimizar el consumo de energía. De este modo se asegura efectividad, seguridad, salud y eficiencia.

PENSAR, PARA NO PENSAR Y ASÍ ESTAR EN ÓPTIMAS CONDICIONES PARA SEGUIR PENSANDO

Ahora bien, como parte de la maravilla de la ecología emocional es convertirnos en un genuino ecosistema de emociones y pensamientos hay una posibilidad de aplicar este mismo patrón a nuestro modo de darle sentido al uso de nuestra mente.

Pensar para no pensar…
Tomarse el tiempo para organizar, comprender, aprender, evaluar, elegir, procesar, para llegar al punto en que sabemos que hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para proveernos en cada circunstancia de un contexto óptimo en el cual poder sentir, actual, interrelacionarnos sin tener que estar condicionados por la mente, por la especulación, por el juicio, por la reserva.
Porque aún con todo el riesgo que eso implica, la experiencia vivida a pleno es la mayor fuente de sabiduría, la cual nos hace al mismo tiempo cada vez más aptos para elegir y cocrear los contextos más aptos para seguir siendo espontáneos y disfrutar de nuestra genuina misión en la tierra, que es experimentar.

Pensar a las personas, al modo en que nos comunicamos con ellas y viceversa, pensar los modos en que nos complementamos, para elegir aquellas con quienes nos podamos permitir ser más auténticos, más transparentes, más nosotros mismos. Para después aventurarnos a la relación con ellas con plenitud, espontáneamente, a manos llenas, a corazón abierto.

Así aprendemos tanto en el acierto, como en el error, nos enriquecemos, nos fortalecemos.
Y del mismo modo hacemos con los proyectos, las ideas, las vocaciones, las oportunidades.
Sí, es indudable que podemos salir heridos, pero el único camino que nos garantiza no salir herido es el de la no vida, y es una garantía por tiempo limitado, porque inevitablemente, al filo de la muerte el dolor desgarrador de perder la vida sin haber vivido y sin posibilidad de corregirnos no tiene comparación con todos los daños potenciales d vivir a pleno.

Pensar para no pensar…
Agotar (por el tiempo que sea posible) el trabajo de muestra mente en relación con una circunstancia que nos abre posibilidades, para luego lanzarnos en la plenitud a la experiencia más atentos a nuestra percepción, a nuestra emoción, al goce vital que nos depara.

Tan vez, después de todo, la naturaleza también nos haya sacado ventaja en la conformación de un patrón de aplicación universal, que permita maximizar recursos, potenciar posibilidades, y fractalizar sabiduría personal.

PENSARLO PARA DEJAR DE PENSARLO
Y COMENZAR A VIVIRLO
En ese punto habita el Sentido.

“El modo más eficaz de vivir es vivir como un guerrero.
Puede que un guerrero piense y se preocupe antes de tomar una decisión, pero una vez que la ha tomado, prosigue su camino libre de preocupaciones o pensamientos; todavía habrá un millón de decisiones esperándolo.
Ése es el camino del guerrero”
Carlos Castañeda


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