Revista Ilustración

Pienso, luego egipto

Por Davidrefoyo @drefoyo
PIENSO, LUEGO EGIPTO
el vértigo es la perfección de la belleza E. Bunbury
Colocados en una perfecta L, con una angulación de 90 grados construidos de forma severa, tomamos café sobre una porción de césped delimitada matemáticamente. Posición o ritual, nunca azar. Armonía inquebrantable, solo rota, cada determinado lapso de tiempo, para estrechar el lenguaje y cercarlo, hasta el silencio soportable. Hasta la precisión salvaje con la que interactuamos las tardes de falso domingo. El instante litúrgico y banal que nos confiere la calma. Hablamos un idioma tardío, repleto de coletillas y de frases incompletas que, de por sí, tampoco terminamos, haciendo de la comunicación un ejercicio en el alambre, equilibrio saltimbanqui y placer funambulista para profesionales. Cada vez que callas mis manos buscan el bolígrafo para escribir, para adjetivar el momento, para inmortalizar todos y cada uno de los instantes moribundos, condenados al ostracismo, a esconderse. A las cajas de zapatos repletas de cartas y postales que habitan los altos del armario. Me gustan las sorpresas y las preguntas. Me gustan las cosas que quedaron por decir, las interpretaciones y los malentendidos. Diría Neruda: me gusta cuando callas porque estás como ausente, pero Neruda está muerto. Todos lo saben ya. Cada vez que miro al cielo pienso en las posibilidades, en las consecuencias. En ese disco de Bunbury que viaja en la guantera. Formato digital. Y no dices nada. Y yo tampoco. Hablamos un idioma latente, camuflado, repleto de sentencias que no pueden citarse en boca de los grandes hombres. Las frases incompletas y pienso en los dobles sentidos.Pienso en los dobles. Pienso en los. Pienso en. Pienso.

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