Revista Cultura y Ocio

Pilates

Publicado el 08 octubre 2017 por Icastico

Como complemento a mis paseos preventivos, siempre hermosos visualmente aunque ciertamente rutinarios, me apunté a Pilates. Lo hice, además, porque soy propietario de una artrosis lumbar de tomo y lomo, más de lo último. Sin prisas pero sin pausas acabará por poseerme. Al levantarme tras una prolongada sentada tardo minutos en alcanzar la plena verticalidad. El lado bueno es que en ese tiempo obligado a mirar al suelo descubro dónde había ido a parar la puta aceituna que saltó del plato la noche anterior escapando del tenedor o cómo tengo las uñas de los pies, entre otros hallazgos.

He oído hablar mucho del famoso método. Usado para prevenir y curar el dolor de espalda, entre otros múltiples beneficios, aunque mi doctora dijo que esto no me lo cura ni dios. Algo hará, me dije yo. Allí me fui, al pabellón de un IES de mi pueblo. Martes y jueves, de siete a ocho de la tarde. Una horita. Dieciseis mujeres y el menda. Este dominio aplastante de féminas en la disciplina hizo que tardase años en decidirme. Los machos siempre hemos sido más de gimnasia cachimán y pecho lobo, antes que aerobic y Pilates varios. Conste que para romperme solo necesito moverme, en casa, fuera, donde sea. No es la primera vez que el mismo día que comienzo unas vacaciones hipoteco todos los demás por gestionar mal una escalera. Y eso que soy gallego. Para partir la crisma no importa si se sube o se baja. Bueno, a veces tengo suerte y me parto el último día, algo es algo.

Cuando mi hijo era pequeño le trajeron los reyes magos una tabla de skate. Sin perder un minuto salimos a buscar una pista en la que enseñar al crío unas nociones básicas de patinaje y aprendió lo rápido que puede caerse uno de la tabla. Entre subir al patín y un esguince que me tuvo de baja quince días pasó un segundo. Menos mal que había poca gente y estaba a lo suyo. O el verano que me empeñé en aprender windsurf en la playa del camping en el que veraneábamos. Mis hijos de espectadores, mi orgullo a reventar. Caí tantas veces de la tabla que se preguntaron los pobres si no me hubiese compensado más un curso de buceo. En cuanto me alejaba unos metros, hala, chapuzón. El monitor se cansó de ir a por mi y la ató con una cuerda a un ‘muerto’ en el fondo para ahorrarse viajes. En cuanto llegaba al final del recorrido que marcaba el cordel paraba en seco y caía igualmente. Me resultó imposible perfeccionar el estilo. Pasé una vergüenza bárbara.

Llevo dos sesiones de Pilates y bastantes molestias nuevas. Tengo un ‘punto’ peregrino que recorre mi estructura y escapa a mi control. Un pinchazo que va del omóplato izquierdo al lado derecho del centro de la columna vertebral y ahí se queda, meneándose de arriba abajo y retorciéndose como una de esas bailarinas en la barra americana. Sexi no es, pero jode. No sé cuántas etapas ha decidido hacer este llanero solitario. Visión positiva: el dolor de espalda ha perdido el protagonismo y tiene que competir con otros. Si me olvido de la molestia y hago un movimiento de toda la vida, zas, aparece la puñetera. De no establecer relación con los ejercicios pensaría que tengo osteogénesis imperfecta o filatelia bilateral distrófica. Algo feo de cojones. Eso de los huesos de cristal. Me veo hecho añicos. Me animo, esto desaparecerá pronto, pienso, y es verdad, aparece otra cosa.

La elasticidad no está hecha para mi cuerpo. Soy poco estirado, perdonen la humildad. Para mi que me soldaron al nacer. Además, para qué coño necesito tocar el suelo con los dedos de la mano o pasar la pierna derecha al otro lado de la izquierda doblando luego las dos manteniéndolas cruzadas mientras se echa el torso hacia adelante intentando tocar la colchoneta. Una pesadilla. He visto alguna risa a mi costa, claro, como las mujeres tienen más elasticidad. Estoy por subir unos youtubes, a ver si hay suerte. En el peor de los casos la gente se partiría el culo, sanamente, algo de agradecer en estos momentos duros que atraviesa mi país.

Pilates es un sistema de entrenamiento físico y mental. De momento estoy con lo físico, por decir algo. Lo ‘mental’ espero que sea más llevadero porque tengo el coco lleno de malos pensamientos, uno de ellos dedicado al mismísimo Pilates. Fácil imaginar el tuneo que he hecho con un exabrupto de mi época. Si algo salía mal decíamos me cago en Pilatos. He actualizado la frase. Sencillo, cuestión de cambiar una vocal.

Pero no hay que exagerar, tengo momentos buenos, uno es al principio cuando colocamos la colchoneta y el aplauso de la monitora que anuncia el final de la sesión. Lo positivo, he podido escribir este post.


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