Revista Comunicación

Piratéenme, por favor

Publicado el 02 febrero 2012 por Mariannediaz

En las últimas semanas, la guerra contra la cultura libre se ha enardecido. Megaupload ha sido cerrado, las páginas de descarga restantes han cambiado sus modelos de negocio o han borrado sus archivos, y The Pirate Bay se ha visto obligado a cambiar de dominio ante la inminente amenaza de cierre y encarcelamiento que pende sobre ellos. Algunos autores han mostrado más lucidez de la que les creíamos capaces, declarándose a favor de la piratería y entendiendo que el modelo de negocio debe cambiar. Otros han tomado decisiones absurdas y despotricado contra sus lectores, llamándolos ladrones, en el mejor de los casos.

Yo creo en la cultura libre como si de un Dios se tratase. Creo en la “piratería” como una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Creo que el modelo de negocio debe cambiar y adaptarse a la tecnología, en vez de pretender castrar sus avances en la búsqueda de preservar el status quo.

Creo que descargar un libro no tiene ninguna diferencia con prestarlo a un amigo, donarlo a la librería y que miles de personas puedan leer ese mismo libro. O sí, existe una diferencia: en la cultura digital no existe la escasez. La escasez, ese artificio de la economía para vendernos objetos a precios absurdos, no puede ser aplicada a un archivo digital, aunque intente emularse artificialmente con cosas tan incoherentes como la tecnología DRM. Un archivo que tú te descargas no deja de estar en mi servidor, simplemente estás creando una copia, cuyo costo desde el punto de vista económico es casi inexistente. El archivo original no se desgasta porque millones de copias sean creadas.

El papel es escaso, el plástico de los CDs es escaso. Las ideas no.

Creo fervientemente en que, eventualmente, el futuro llegará y nos pasará por encima a todos. Pero no es el apocalipsis. Porque antes de Internet, existían las fotocopiadoras; antes del iPod, existía la radio; antes de la televisión, existía el teatro, y antes de la imprenta, mucho antes, ya existían los escritores.

Creo que los que despotrican de Coelho, diciendo que a él no le duelen las descargas porque vende millones de libros, se están perdiendo el punto fundamental en esta discusión: que gracias a la tecnología, precisamente, aquellos que normalmente no tendrían acceso fácil a un lector, pueden publicar sus obras en un blog o incluso en un libro, y eventualmente darse a conocer (y algunos hacerse ricos).

Mis dos primeros libros fueron publicados por Monte Ávila Editores Latinoamericana. Ambos se distribuyen a través de la red de Librerías del Sur; el segundo se consigue, el primero ya casi no se distribuye. Monte Ávila, como parte de la plataforma cultural del Estado venezolano, cree en la distribución digital gratuita de sus obras, y parte de su catálogo puede descargarse de internet legalmente.  Lo mismo ocurre con Biblioteca Ayacucho y con El perro y la rana. Mis libros, sin embargo, no han sido colgados hasta ahora, y sus derechos digitales pertenecen a Monte Ávila, así que lo que haré en el siguiente párrafo califica como piratería, aunque mi editorial sea sabia y no se vaya a molestar por eso.

Dénse con furia:

Aviones de papel, para descargar gratis en EPUB, MOBI o PDF (para lectores digitales).

Cuentos en el espejo, para descargar gratis en EPUB, MOBI o PDF (para lectores digitales).

Y un último regalo: Departamento de objetos perdidos, un libro que incluye cuentos inéditos y cuentos que han sido publicados en revistas o antologías, y que pueden leer en cualquiera de las siguientes formas:

Descargarlo en PDF a través de este enlace, gratis, cuando quieran.

Descargarlo de Amazon, para Kindle, por 5.99 $ (creo que ése es el precio que le puso Amazon, estoy buscando cómo bajarlo pero no entiendo bien)

Comprarlo en papel a través de Lulu.com, por un costo de 7.99 dólares más envío (es impresión por demanda, no sé nada de eso, entiéndanse con Lulu si quieren). 

Y eso es todo, hasta ahora. No sé qué vendrá después, pero para mí, al menos, el que se tomen el tiempo de leerme ya es un honor suficiente.
Yo, mientras tanto, seguiré escribiendo.


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