Revista Cultura y Ocio
Y el corazón pedregoso se ha vuelto, Cuando el dolor ya no causa pena, ni vergüenza, Y llegues tú, y yo este a medias, Por favor, no dudes, te amo. Que aunque sea poco el cauce de mi espíritu, Es grande la avalancha de mi amor, Y si bien de paciencia no gozo, De nada vale el desespero y la rabia, nada pesa la arena del tiempo, Si no puedo de tus ojos, por un momento, robarme el color. No hay eternidad que valga lo que evocas en mi espíritu, Ni infinidad que iguale mi finitud junto a ti. Cuando ya el rio de mi alma este revuelto, Y siete colores en su fondo veas, Cuando la victoria y la paz sean solo hacer perdurar el cuerpo, Y llegues tú, y yo sea un cuarto de mí, Por favor, no dudes, te amo. Y si dudas, duda de esa duda, para que seas, Pero no dudes de mí, que ya no seré, De nada vale el abrazo atemporal, sin el beso inmortal de mi venus, No hay espacio que valga, estrella que brille, sol que queme,