Liberas del tártaro los más grandes males,
Acabas con los cielos, consumes mis infiernos,
Te llevas todo lo que he dado,
¡Y tú!, ¿qué me das?
No me das ni besos, ni abrazos,
Robaste mis poemas, las letras muertas de este poeta desfasado,
No quedan en mí, ni las hojas secas de lo que era un bosque encantado
Druida infernal, me secaste.
Ni violines, ni pianos,
La música me ha abandonado,
La melodía de la vida es un murmullo del pasado,
Hurtaste el fuego del alma, colosal musa, me has matado.
¿Existirá acaso remedio a este mal? ¿curare algún día el dolor de ser olvidado?
O ¿permaneceré en la vida de adorno? como un ser estético que perdura en el tiempo y el espacio,
Adiós metafísica, bienvenida la teología, sea toda misantropía, el pesar de haberte amado.
Cristo cuelga en mi puerta, como de las tumbas la flor marchita
En esta carta tú nombre, como el cristo marchito en la puerta,
Como cuelgo yo de este tejado.