(RTVE.es / Reuters, 24/01/2012)
El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, ha asegurado que su país, que pertenece a la Unión Europea pero no a la zona euro, no firmará el nuevo tratado para una normativa fiscal más estricta si no se le permite participar en los encuentros que celebran los miembros de la unión monetaria.
Los líderes europeos tienen previsto aprobar el pacto fiscal, que impone controles más estrictos sobre todo a los endeudados países de la zona euro, en la cumbre del próximo 30 de enero, pero el primer ministro polaco, ha afirmado que su Gobierno solo lo hará a cambio de algunas concesiones.
“Si Polonia no consigue un estatus apropiado de participante en las reuniones de la zona euro, lo que nos daría la sensación de que tomamos parte en el proceso de toma de decisiones (…) tendremos dificultades en firmar el pacto fiscal”, ha afirmado Tusk. “No vamos a aceptar ese modelo”, ha añadido.
El primer ministro polaco ha abierto una disputa, sobre todo con Francia, que se opone enérgicamente a permitir que los Estados que están fuera de la eurozona participen en las reuniones del Eurogrupo.
Polonia esquiva la recesión europea
Gran Bretaña es el único país de los Veintisiete que anunció en la cumbre del pasado diciembre que no rubricará el nuevo acuerdo intergubernamental. Suecia y República Checa deberán consultar antes a sus parlamentos. Hungría, en un principio se quedó fuera, pero luego pidió más tiempo para decidir si se suma, mientras que Irlanda también podría necesitar la ratificación parlamentaria.
Polonia quiere unirse al ‘euroclub’, en parte, para mostrar su relativo éxito económico y estabilidad en medio de las turbulencias de los mercados, ya que es el único miembro de la UE que ha esquivado la recesión desde que la crisis económica global golpeara con especial virulencia a algunos de sus socios europeos, como Grecia, Irlanda y Portugal.
El Gobierno de centroderecha de Tusk sostiene que mantener a los países que no pertenecen a la eurozona fuera del núcleo de toma de decisiones de la moneda común puede terminar por condenar al bloque de los Veintisiete a una Europa a dos velocidades.