Se ha cumplido el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau. Por ello recordamos un viaje a Polonia y una visita al campo de exterminio.
El viaje te hace crecer, te cambia. Eres lo que vives.
Este blog no sólo habla de recetas o Gastronomía. Nació como un blog viajero y gastronómico con un carácter hedonista. Sin embargo, a veces nos ponemos serios y os contamos lo que nos pasa por dentro.
Digo todo esto porque hace tiempo que me vengo preguntando acerca de la conveniencia o no de publicar este post de nuestro viaje a Polonia y finalmente he decidido que sí, que tengo que hacerlo.
Hay que aprender y hay que conocer lo que ha ocurrido, no sólo para evitar que vuelva a ocurrir, sino simplemente para evitar que alguien lo niegue.
Hace algunos años, concretamente 7, nuestro amigo Andrés (el famoso Tío de la copa que pasó por aquí para escribir sobre vinos, pero su carácter viajero se lo llevó) vivió un año en Varsovia (trabajando, o eso dice), capital de Polonia y decidimos que era una buena excusa para darnos un garbeo por allí y, ya de paso, conocer otros lugares del país.
Varsovia nos sorprendió muy gratamente, tanto su parte antigua y medieval, como la zona más moderna en continua expansión. Hasta los antiguos barrios de obreros con un claro urbanismo estalinista rebosaban vitalidad y “buen rollo”.
Hay que pasear por sus rincones, comer en sus terrazas (sin duda alguna, el mejor steak tartar que he comido en mi vida fue degustado en Varsovia), beber sus cervezas (para algunos, de las mejores de Europa, aunque a mí no me convencieron) y hacer alguna cata de sus vodkas, sencillamente magníficos.
¿Os he dicho que la ciudad rebosaba vitalidad, optimismo, trabajo…?, pues sí, así es, pero también un fuerte compromiso con su pasado en un gran esfuerzo para que no se olvide, para que nadie olvide lo que el pueblo polaco ha sufrido y ha conseguido. Nada más y nada menos que seguir ahí. Y no se lo pusieron fácil (en la época de nuestra visita, había una gran exposición conmemorativa de la masacre de Katyn).
Otros países euopeos, principalmente del este, han preferido borrar las huellas de la II Guerra Mundial. En parte para hacer borrón y cuenta nueva y en parte, sí, en parte porque son vecinos de Alemania y los alemanes son sus principales clientes.
Que cada uno opine lo que quiera, el que esto firma ha pateado las calles de Budapest, de Praga, de Paris, de Londres, de Copenhage y de Berlín; y en cada una de esas ciudades, se sigue percibiendo la influencia de la segunda guerra mundial. ¿En todas?, no, miento, en Copenhague no se ve nada, así de sencillo, al igual que en Praga, más allá de un montón de turistas alemanes borrachos. En Budapest se respira más resentimiento hacia la ocupación soviética que hacia los alemanes, que también y en Londres se respira un ejercicio de autoafirmación increíble y constante. Varsovia es especial, la ciudad está repleta de monumentos para que nadie olvide.
También viajamos al sur, a Cracovia, una ciudad más turística en la que su antiguo barrio judío volvía a recobrar impulso porque muchos descendientes habían vuelto y vivían del turismo.
Aquí es bastante sencillo comer en un restaurante kosher (y caro) y os recomiendo que disfrutéis de las vistas sobre el río, de su vida cultural, que compréis en sus mercadillos y os toméis una cerveza en alguna de sus encantadoras cervecerías.
Y sí, si vas a Cracovia, tienes que ir a Auschwitz, tienes que ver la forma que tiene el horror.
Tienes que sentir cómo se encoge el corazón ante al visión de la plasmación material del odio.
Tienes que sentir cómo ya nunca serás el mismo si ves Birkenau. La gente llora, es imposible no hacerlo cuando paseas por allí.
El acceso es libre y gratuito porque las autoridades polacas así lo quieren. Los checos cierran los campos y miran hacia otro lado. En fin.
Yo quise mirar, mirar a la cara al lugar más horrible de la Tierra.
En memoria de todos.
(*) Las fotos son mías, pero no tienen marca de agua porque no he querido "mancharlas"