© Pedro Jaén
Señor Rector, señora Directora, queridos compañeros.Para los viejos, un fuerte abrazo.
Para los nuevos, mi nombre es Pedro Jaén. Soy profesor de Lengua en el primer ciclo de Secundaria y responsable de comunicación del Colegio. Si me permitís un consejo ahora que empezáis en esta casa, diré lo mismo que en otras ocasiones: os invito a que trabajéis y viváis el Colegio como si fuera vuestro pero sabiendo que no lo es. Con naturalidad y humildad.
Algunos de vosotros me pedísteis que hablara de la web. Pero creo que hubiera resultado redundante e innecesario; sobre todo porque es algo que cada uno puede ver por su cuenta cuando le parezca.
Me vais a permitir que en mi octavo Congreso de Profesores os cuente algo curioso que me ocurrió este verano. Todo empezó la mañana del 21 de agosto cuando, sin saber por qué, me suspendieron la cuenta de Twitter. Tenía más de dos mil seguidores, entre los que se encontraban distinguidos periodistas, escritores y personajes públicos. Entre la sorpresa y la rabia, tenía muy claro que quería recuperarla y saber por qué me la suspendieron. Rellené el formulario de Twitter para estos casos, pero todo en vano.
Entonces me abrí otra cuenta, y la lié: pregunté a los trabajadores de Twitter España sobre mi caso. Ninguno me contestó y uno de ellos llegó a bloquearme (por preguntar, supongo). Hice todo cuanto estaba en mi mano.
También informé a los seguidores de la anterior cuenta que más me importaban e hicieron campaña para ayudarme. Ahí me di cuenta del apoyo –sorprendente para mí-, que tuvo mi causa. ‘En estos tiempos en que para suspender a un alumno hacen falta 17 informes, va y le suspenden la cuenta de Twitter a un profesor’ –decía Manuel Jesús Roldán. Incluso un abogado especialista que me seguía se ofreció gratuitamente para ayudarme.
Al final, según me dijo un experto en redes sociales, mi cuenta fue una de las que el gobierno de los Estados Unidos mandó cerrar por publicar las fotos del periodista decapitado por los terroristas de Estado Islámico. Así, como suena.
Pero no hay mal que por bien no venga. Gracias a todo este lío pude contactar con personas anónimas y también conocidas que me ofrecieron su ayuda generosamente.
Entre las personas ilustres que me seguían –y me siguieron en la cuenta que creé para informar del asunto- con las que he hablado personalmente está Arturo Pérez-Reverte, que hace unos días firmaba en el semanal de ABC un artículo titulado ‘Es la guerra santa, idiotas’ en el que habla precisamente de este asunto de la Yihad que nos parece tan lejano. Como dice el académico a la perfección:
“es la Yihad, idiotas. Es la guerra santa. (...) Lo sabe quien busque en Internet los miles de vídeos y fotografías de ejecuciones, de cabezas cortadas, de críos mostrando sonrientes a los degollados por sus padres, de mujeres y niños violados por infieles al Islam, de adúlteras lapidadas -cómo callan en eso las ultrafeministas, tan sensibles para otras chorradas-, de criminales cortando cuellos en vivo mientras gritan «Alá Ajbar» y docenas de espectadores lo graban con sus teléfonos móviles. Lo sabe quien lea las pancartas que un niño musulmán -no en Iraq, sino en Australia- exhibe con el texto: «Degollad a quien insulte al Profeta». Lo sabe quien vea la pancarta exhibida por un joven estudiante musulmán -no en Damasco, sino en Londres- donde advierte: «Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia».”Mi aventura tuitera y el artículo de Pérez-Reverte están estrechamente relacionados con lo que aquí, en esta casa, se persigue y se defiende desde el principio: la Libertad.
Nuestro Ideario es Occidente. Una verdadera educación –y no adoctrinamiento- sólo puede impartirse en un centro que ni recibe ni pide subvenciones ni se endeuda con nadie. Sólo podemos hacer personas libres si nosotros antes somos libres. Y para defender el entorno en que vivimos no sirven ya ejércitos convertidos en ONGs ni buenas maneras.
Recomiendo encarecidamente la lectura del artículo. En uno de los párrafos dice:
“Europa, donde nació la libertad, es vieja, demagoga y cobarde; mientras que el Islam radical es joven, valiente, y tiene hambre, desesperación, y los cojones, ellos y ellas, muy puestos en su sitio. Dar mala imagen en YouTube les importa un rábano: al contrario, es otra arma en su guerra.”Hace tiempo alguien me decía: "Occidente tiene las de perder, porque ellos aman más su muerte que nosotros nuestra vida". Sigamos disfrutando con la responsabilidad que ello conlleva, de esta isla de libertad entre tanta mediocridad, corrupción y crisis de valores. Como nos dijo una vez nuestro Rector, “somos necesarios”.
Por último quisiera aprovechar la ocasión para recordaros que sigo estando al otro lado del correo electrónico de siempre para recibir vuestras noticias. Os agradezco mucho el tiempo: el éxito de la web es de todos.
Que tengamos un buen curso.