Revista Arquitectura

Por la vanguardia

Por Arquitectamos
Escribo lo que sigue porque de pronto siento que la vanguardia es muy frágil, que todos nos decimos vanguardistas, o al menos simpatizantes de la vanguardia y casi ninguno lo somos, y que detrás de todo nuestro buen rollo y nuestras buenas intenciones somos mucho más conservadores de lo que estamos dispuestos a reconocer. Voy:
La vanguardia siempre triunfa, y por eso mismo siempre fracasa.
(Hala, ya está dicha la boutade, la frasecita chorra. Supongo que tendré que explicarme. Lo intentaré).
Todo movimiento de vanguardia se propone experimentar y buscar, y experimentando y buscando siempre acaba encontrando algo. Pero, por otra parte, la mera actitud de experimentación y búsqueda es un premio en sí misma. Es una actitud vital. No somos zoquetes ni tarugos; somos entes pensantes y sintientes(1).
La vanguardia es la única forma de vivir como personas. La vanguardia es juego, aventura, prueba, riesgo, experimento, vida, búsqueda, trabajo, error, acierto, alegría, dolor.
Ante el "esto se ha hecho así toda la vida" está el "vamos a ver si somos capaces de hacerlo mejor" o "vamos a ver si haciéndolo de otra forma vemos otros aspectos". Y a menudo al hacerlo de otra forma lo estropeamos, porque la forma tradicional está ya muy probada y funciona muy bien, y la nueva es un salto en el vacío. Pero esos errores generan nuevas soluciones y mejoras.
En la ciencia es ya típico que buscando un medicamento contra la hipertensión se encuentre un remedio a la impotencia, o que estudiando la forma de que una nave espacial penetre en la atmósfera se acaba encontrando un material para hacer sartenes. En el arte pasa lo mismo: buscando una nueva manera de componer un cuadro se descubre un rincón oscuro del alma humana, o escribiendo una novela no lineal se reflexiona sobre los modelos políticos. Esas cosas pasan.
La vanguardia no puede triunfar, porque cuando triunfa se vuelve academia y ya no vale.
Ya lo he dicho al principio: La vanguardia al triunfar fracasa. Más que la meta lo que importa es el camino. La vanguardia es una actitud.
Por la vanguardia
Hay gente que se dice amante del arte, e incluso artista, y que lo que hace es pintar como si preparara la imprimación para una puerta, o escribir como si estuviera haciendo un parte para el seguro. Es gente cuidadosa, meticulosa, precisa, y se aplica con atención.
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Gente que termina una acuarela y la enmarca con satisfacción y con orgullo, y que la cuelga en su casa o se la regala a sus familiares.
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Gente que no se complica la vida con el arte. No sufre, pero tampoco goza. Gente que está cómoda y que pasa la tarde del domingo lo más plácidamente posible.
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Pintar así es entretenido. Escribir así es agradable. Es una ocupación relajante que requiere cierta maña y da satisfacciones. No lleva a ningún lado y no sirve para nada, excepto para relajar a quien ejerce o admira esas circunspectas actividades. Es como reventar burbujas de esas del plástico de embalaje con los dedos.
A esta gente no les hables de vanguardia. Porque la vanguardia quiere destruir y disolver lo que ya hay, lo que ya está trillado, y esta gente lo que quiere es precisamente eso: lo trillado. No les compliquéis ni pongáis en duda sus convicciones(2).
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No pongáis en duda sus convicciones porque se enfadan mucho.
Si les habláis de vanguardia les estáis diciendo que su mundo confortable es puesto en duda, y que sus preciosas acuarelas, o sus sentidos sonetos, o sus hermosos triglifos, son criticados e incluso son objeto de burla para muchos. Y eso sí que no. Por ahí no pasan.
Algunos incluso se asoman a ver qué es eso de la vanguardia. A ver de qué va esa movida de la que se habla tanto, e incluso es ponderada por personas a quienes se les tiene por cultas e inteligentes.
Con un falso toque de tolerancia, pero con una profunda displicencia, las personas seguras se acercan a olisquear la vanguardia.
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¿Einnnnn? ¿Pero esto? ¿Pero esto? ¿PERO ESTOOOO?
Y ya digo que se enfadan mucho.
Consideran un insulto personal las obras de vanguardia. (Algunas veces hasta lo son).
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Pero la verdad es que los vanguardistas no suelen estar demasiado pendientes de si los serios se indignan ni de si los biempensantes se quedan contrariados. No suelen perder el tiempo con todo ello. Bastante tienen con vivir, con disfrutar, con trabajar, con preguntarse por la estructura de las cosas, por su verdad intrínseca o por su aplicación en la vida.
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A mí estas cosas me emocionan, me cargan las pilas y me reconcilian con el mundo. Pero a otros, ya digo, no les hacen gracia.
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Y tras esta introducción, que tenía que ser muy breve, venía mi entrada, pero ya no me queda sitio para casi nada.
Apenas puedo decir que yo, que amo aquella remota vanguardia y repruebo a quienes la atacaron, ahora me permito despotricar contra cosas actuales que no entiendo, y no me doy cuenta de que el mundo se mueve, de que el mundo jamás ha dejado de moverse y yo soy ya el de las acuarelitas, y de que las obras revolucionarias que tanto me excitan son ahora objetos decorativos y adornan los museos para que las veamos los turistas, o están en los grandes salones, en las corporaciones bancarias, en las casas de los multimillonarios, completamente desactivadas y descafeinadas, inofensivas y académicas, mientras que lo que ahora mismo es vanguardia me ofende, o me parece una chorrada. Vamos, que soy el de las acuarelas. Y el de la cara de bobalicón pasmado.
Así que, adultos ya sumidos en la rutina: Recordemos a aquellos jóvenes que fuimos, a aquellos jóvenes que la vida mató para construir lo que somos ahora. Recordémonos con cariño y con ternura y, ya que no tenemos el entusiasmo ni la energía de entonces, al menos mantengamos la curiosidad y las ganas de saber y de aprender. No nos cerremos.
Jóvenes estudiantes: Disfrutad. Trabajad mucho, cread, escuchad a quien os apoye y a quien os haga crecer. Haced caso a quien tenga algo que enseñaros y no dudéis en enseñar también algo incluso a la persona más sabia.
No os desaniméis jamás. No hagáis algo mísero o aburrido nunca. Haced cosas malas y tontas siempre que tengáis ocasión, pero no cosas insulsas que no os digan nada ni os aporten nada.
Experimentad, aprended, mejorad, poned vuestros siete sentidos en el trabajo y en el descubrimiento.
Hablad de ello, juntaos con quien os hable de ello, formad una secta de gente libre, pensante, trabajadora y crítica y comeos el mundo. Comednos a los de las acuarelitas ñoñas, restregádnoslas por las narices.
Reíos. Reíos mucho. Reíos sin parar. Y llorad también cuando toque. Y haced siempre lo que esté en vuestra mano para que el mundo sea cada vez mejor, y cada vez seamos capaces de entender más cosas nuevas, y de crearlas, y de ponerlas en cuestión.
Y vosotros, profesores: que no me entere yo de que les aburrís.
(1).- En tanto pensantes hacemos una vanguardia racional, espacial, geométrica y constructiva: antitrágica. En cuanto sintientes hacemos una vanguardia emocional, temporal, gestual y surrealista: trágica. Ya he hablado alguna vez de esos dos tipos de vanguardia, pero me apetece volver a ello y lo haré en alguna próxima entrada.
(2).- Estoy poniendo acuarelas así, como medio de broma, como haciendo burla a la complacencia de su autor por un arte muerto y vacío, pero no me atrevo a reconocer que si pusiera las obras de abstracción geométrica que tanto admiro y que fueron vanguardia hacia 1920-1930 estaría haciendo lo mismo: complaciéndome ante un arte ya académico. (En realidad las acuarelas que pongo ya estaban muertas cuando se pintaron, mientras que lo otro era pura vida en su momento; pero yo en 2018 lo disfruto ya con la misma inútil delectación con la que disfrutaba el acuarelista, y lo trato como objeto decorativo y desactivado).

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