Una de Rato. Otra, porque de Rato hay muchas y gordas. Esta es más de rata que de Rato, eso sí. Por sus hechos lo conoceréis, ya del todo. Veréis, Rato ha perdido sus cojines, y con ellos la poca decencia que pudiera tener, si es que alguna hay en su ADN. A ver, no los perdió él, fue la costurera quien se deshizo de ellos. Pero primero vamos a definir rata (definición larga): Animal racional, supuestamente. Señor (el sexo no importa). Ex vicepresidente segundo del gobierno. Ex ministro de economía. Ex director gerente del FMI. Ex la rehostia en verso y prosa de Bankia. Ex polioador de la misma. Ex tremadamente vicioso. Ex trajo un pastón con la tarjeta black, como muchos de sus ex compañeros, hasta el punto de convertir Black is Black en himno y enseña de la entidad, tema del legendario grupo Los Bravos, mucho menos bravos que esta raza. A quien un juez pide 800 millones de fianza solidariamente con el resto de los piratas de nuestro Caribe bananero – más conocido como Marca España – por cometer un delito tipificado en el Código Penal, consistente en falsear, para salir a Bolsa, la información económica financiera contenida en los folletos de emisión con el propósito de captar incautos, más conocidos como yayoflautas pero técnicamente apodados inversores o depositantes, asunto constatado por técnicos de Banco de España. Que se persona en agosto con dos cojines (ambos muy pesados y rotos por el mismo lateral) en un pequeño comercio de arreglos y costura de su pueblo. Que pasan al ex todo un presupuesto de 20 euros, instante en el que se pira por parecerle caro. Regresa en otra ocasión, dejando las piezas en la puerta por hallarse cerrada la tienda. Que una vez arreglados se los comen hasta diciembre. La dueña no dispone de espacio y decide dejarlos apoyados en el contenedor de una ONG porque no entraban. Ahora sí aparece el dueño y se indigna como un perroflauta cualquiera, pasando de ese estado a la amenaza por sentirse – esto que no se lo pierda nadie – ENGAÑADO, motivo por el cual pide una indemnización de 380 euros a la pobre mujer, que, dicho sea de paso, está hasta ahí de esta historia. De los cojines de Rato. El 7 de enero, el engañao puso la denuncia ante la Oficina Municipal del Consumidor de Gijón. “El mejor ministro de Economía que tuvo España”. A mí me sale RATA, con diccionario o sin él.
A la señora le asiste toda la razón legal; no existe ningún recibo, según asegura la propietaria de la tienda – como prueba, el ex FMI sólo aporta una tarjeta de visita de PV Entrecosturas que tomó del mostrador, para eso están – pero vete tú con leyes a un bicho que ha sido capaz de alimentarse con los sueños merecidos, por trabajados, de miles y miles de jubilados y jubiladas. Sin piedad. Ella está dispuesta a abonarle los cojines para acabar con la pesadilla, por la insistencia e interés de Rato en recuperarlos, en persona, recriminando, de paso, a la suficientemente atribulada mujer, inmersa en un barullo mediático, diciéndole que eran unos cojines de gran valor para él (tanto, que los deja fuera) y que su recuperación era imprescindible, que si no aparecían se las vería con sus abogados.
Obviamente, esta obsesión por los cojines me confunde, como a la mayoría, coño, da pie a unas cuantas fabulaciones. Rata, Rato. Rato, rata. Roto, como el que nos ha hecho a todos los españoles. Definitivamente tiene cojones, quizás era ese el tesoro que guardaba allí, temeroso de que media España le cortara uno y la justicia otro. Uno en cada cojín. A ver si la ONG levanta un “cojíngate”.
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