Todos hemos soñado alguna vez con que nos tocaba la lotería. Nos imaginamos repletos de riquezas, con una casa enorme y un cochazo aparcado en la puerta. Sin embargo, si ponemos los pies en la tierra, las probabilidades de ganar un premio grande en la lotería son muy escasas. Entonces, ¿por qué seguimos jugando?
La mayoría de nosotros está convencido de que antes o después le tocará, y aquellas ocasiones en las que ganamos premios menores como el reintegro o tenemos unos pocos aciertos creemos que nos estamos acercando al premio gordo. Esto es un ejemplo más de la denominada correlación ilusoria, en la que establecemos relaciones entre variables sin que exista ningún fundamento para ello. Es lo que sucede cuando creemos que por elegir cierto número favorito tenemos más probabilidades de ganar.
Resulta muy curioso ver como muchas personas llegan a hacer todo lo posible por encontrar 'ese número de la suerte' que están convencidos de que será el premiado. Así, la edad de su hija, la fecha de cumpleaños del hámster o el número de la matrícula del coche son vistos como premios seguros.
Estos datos no hacen más que demostrar las grandes ilusiones y falsas creencias que despiertan los juegos de azar, los cuales pueden ser muy peligrosos si perdemos el control sobre lo que gastamos. De todas formas lo que no se puede negar es que, aunque sean mínimas, existen posibilidades de ganar, así que lo seguiremos intentando. Quién sabe si algún día...