Revista Psicología

¿Por qué sentimos nostalgia en Navidad?

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

En el contexto de las fiestas navideñas, se manifiesta un predisposición a la nostalgia. Uno de los motivos es la costumbre de las celebraciones familiares que predispone a los recuerdos de navidades pasadas y el dolor por la ausencia de quienes ya no están.

¿Por qué sentimos nostalgia en Navidad?

El término nostalgia lo utilizó por primera vez el médico suizo Johannes Hofer, a finales del siglo XVII, para describir la añoranza del hogar que sentían los soldados que estaban en el frente. Sin embargo, en la actualidad, la nostalgia hace referencia al dolor que va asociado a la ausencia o a la pérdida de alguien o algo querido.

Es un hecho comprobado que en el contexto de las fiestas navideñas, se manifieste un predisposición a la nostalgia. Uno de los motivos es la costumbre de las celebraciones familiares que predispone a los recuerdos de navidades pasadas y el dolor por la ausencia de quienes ya no están, bien sea por conflictos, bien por la lejanía física, o bien por haber fallecido.

Conforme pasan los años, este sentimiento nostálgico navideño suele ser más intenso más edad y experiencias se atesoran y mayor es la predisposición a la introspección, a hacer un balance de lo logrado y de lo perdido a lo largo de la vida, y también por la realista toma de conciencia de que el tiempo se acaba.

¿Cómo se manifiesta la nostalgia?

Un sentimiento de nostalgia mal gestionada puede propiciar una desconexión con el presente y sumirnos en un estado de soledad, falta de sentido de la vida y aislamiento, anclándonos en el pasado y restando atención a la realidad de nuestro ahora.

En estos casos, la nostalgia puede convertirse en una fuente de infelicidad, no porque el pasado en si nos haga más o menos felices, sino por nuestra predisposición hacia determinadas secuencias del ayer. Así, cuando la nostalgia distorsiona e idealiza el pasado, es posible que nos desconectemos de una realidad que podría hacernos felices, activándose situaciones no deseadas como la llamada  depresión de la Navidad, una entidad patológica que si bien no aparece en ninguno de los manuales diagnósticos que clasifican a las enfermedades, la práctica clínica demuestra su existencia como un síndrome caracterizado por un estado de ánimo melancólico que surge en las fiestas navideñas.

¿Puede tener algo de positivo esta nostalgia navideña?

Un reciente estudio científico llevado a cabo por Constantine Sedikides, director del Centro de Investigación sobre la Identidad Personal de la Universidad de Southampton, reivindica que no todo es malo en la nostalgia si no, más bien al revés, puede hasta ser bueno.

Un estudio poblacional realizado por el equipo que dirige el profesor Sedikides concluye que:

«las personalidades nostálgicas  son las más fuertes, al ser capaces de ensamblar los fragmentos de su pasado y hacer de la vida un camino compacto. Así, la nostalgia tendría un efecto positivo sobre la salud mental al hacer de puente entre lo que fuimos y lo que somos»

Sorprendentemente, este estudio de seguimiento llegó a la conclusión de que los más propensos a la nostalgia tenían pensamientos reiterados sobre la muerte con menor frecuencia, y eran menos vulnerables a los sentimientos de soledad.

Así se llegó a la conclusión de que tal vez la nostalgia pueda cumplir una función que vaya más allá de la sentimentalidad, al actuar como un recurso que nos permite conectarnos con ciertos eventos o ciertas personas con unos objetivos más claros y, sobre todo, con menos sentimientos de miedo.

Por tanto, los investigadores de este estudio concluyen que la nostalgia no debería relacionarse con la debilidad o la indulgencia, sino como un «recurso para dar significado a una parte vital de la salud mental».

¿Por qué es tan frecuente la paradoja de reír y llorar a la vez en estas fechas?

Paradójicamente, en Navidad se manifiestan casi simultáneamente estímulos que nos hacen llorar junto a otros que nos hacen reír. Entre los primeros nos encontramos con la tristeza por ausencia de seres queridos —bien por fallecimiento, bien por la distancia o bien por una relación rota—, los recuerdos y las recriminaciones que salen a relucir al reencontrarnos con personas que apenas vemos el resto del año.

También el fomento del consumo (a través de la publicidad) predispone a que muchos se sientan tristes ante el contraste entre el  falso cliché de felicidad  y opulencia que se divulga en los medios y la realidad que ellos sufren.

En la otra cara de la moneda se encuentran los estímulos más placenteros de la Navidad, como la alegría de los niños ante los regalos, la llegada de seres queridos a los que hace tiempo no vemos, el placer de tener a nuestro lado a quienes queremos, etc.

Para quienes profesan el cristianismo, podríamos incluir la felicidad inherente al recuerdo del nacimiento del Niño Jesús, aunque la realidad demuestre que son minoría quienes siente fervor religioso por una festividad que, no lo olvidemos, hace dos milenios usurpó el protagonismo a las orgiásticas fiestas saturnales de la antigua Roma al llegar el solsticio de invierno.

¿Cuál debería ser nuestra actitud ante estos sentimientos?

Si nos obsesionamos en recuperar aquello que un día tuvimos o  las experiencias gratas que disfrutamos,  corremos el riesgo de dejar de vivir el presente. Esto suele suceder a quienes consideran que lo mejor de su vida ya pasó, y viven obsesionados por recuperarlo a través de los recuerdos.

Sin embargo, lo ideal sería poder contemplar el pasado como un país lejano donde un día vivimos y del que estamos exiliados. Ante esta comparación, surge la obviedad de que en los exilios hay un deseo constante de volver, un deseo que no es más que pura nostalgia. Esta metáfora evidencia el peligro de que la nostalgia por regresar del exilio monopolizara nuestras vidas Pero, del mismo modo, no deberíamos olvidad que los recuerdos son nuestros, son un patrimonio que nos pertenece y al que no debemos renunciar si no queremos sufrir.

¿Qué hacer entonces?

La nostalgia es la añoranza del pasado y por lo general va asociada  a una época o un lugar donde fuimos felices y del que guardamos buenos recuerdos.

En los casos en que la nostalgia surja a través de una fotografía, un perfume, una música, una fecha… que nos evoque un pasado en el que fuimos felices, no será problemático sentirse nostálgico. Sin embargo, si el recuerdo que revivimos es dolorosos, negarlos o rechazarlos no será una solución válida, pues sería como negar o rechazar nuestra biografía. Lo mejor en estos casos sería poseer las habilidades necesarias para manejarlos adecuadamente y aprender a convivir con ellos, procurando ser nosotros y no ellos quienes tomen el control de la situación.

Es decir, la nostalgia no es mala. En todo caso podría serlo vivir instalados en el pasado y regodearse en el dolor.

¿Por qué hay gente que manifiesta rechazo ante la Navidad?

La Navidad en si no es más que una fiesta (para algunos una celebración religiosa) que deberíamos tener la libertad de poder tomar o dejar sin que nada ni nadie nos impusiera obligaciones o trabas. Sin embargo, la sociedad de consumo se esfuerza para que nos sea difícil escapar de ella y esto es motivo suficiente para tener aversión a la Navidad.

Al parecer, todo se nos fue de las manos cuando el american way of life difundido por la producciones de Hollywood, por la gran maquinaria consumista y mediática, y también por el machacón empeño de promover la elegancia social del regalo, nos crearon unas obligaciones que coartan nuestra libertad al obligarnos a actuar al dictado de una imposición, muchas veces subliminal, y en contra de nuestra voluntad.

No deja de tener cierta influencia en el malestar que algunos sienten en la época navideña, que estas fiestas coincidan con los días más cortos del año (el origen de la Navidad se encuentra en las celebraciones paganas del solsticios de invierno), y que la oscuridad que comienza a horas tempranas de la tarde predisponga al malhumor, e incluso a la depresión, la falta de energía, las alteraciones del sueño y a la baja concentración.

Otro flaco favor al espíritu de la Navidad lo hace la hipocresía de los mensajes de buenos deseos que recibimos de gente a quienes apenas les importamos, la imposición de una felicidad impostada promovida por los anuncios de televisión, por las películas ñoñas que cada año se repiten en todas las cadenas, por la forzada obligación de lucir una sonrisa radiante… es decir, todo un cúmulo de factores que nos obligan a sobreactuar y repercuten en nuestra estabilidad emocional.

Miles de mensajes navideños inundan nuestra televisión y nuestros teléfonos. Amigos, vecinos o familiares con los que no hablamos el resto del año nos envían palabras emotivas y en muchos casos totalmente impersonales, a veces con el garrafal error de llevar el nombre de otra persona.

Si a esto le sumamos las estratagemas perpetradas por el consumismo para sacarnos el dinero que tenemos y el que deberemos a partir de la cuesta de enero, si seguimos sumando las comidas y celebraciones que cada vez se han extendido a una familia mas amplia (la comida de Navidad de la empresa, la del gimnasio, la de antiguos alumnos que hace tiempo que no nos vemos…) es compresible que haya muchas personas a las que no les guste nada la Navidad

En cualquier caso, no quisiera finalizar este artículo sin desearos unas felices fiestas (aunque solo sean por el inminente solsticio de invierno que celebraban nuestros ancestros antes de que se implantara el cristianismo) y toda la dicha posible para el año que está a punto de comenzar.

¡Felices fiestas y buen inicio en el nuevo año 2020!


Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia

Licencia de Creative Commons Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Pexels


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