Revista Expatriados

Por un trozo de tela

Por Tiburciosamsa
Me sorprende un poco la que montamos por el hijab, que no deja de ser un trozo de tela, y encima uno que se pone en la cabeza, que si se pusiera en las partes pudendas, ya no sé la que organizaríamos. También me sorprende un poco que un Dios omnisciente y omnipotente que se ha tomado la molestia de crear el universo y de crearnos a nosotros, se preocupe por detalles tan nimios como el de cómo debernos vestirnos o los alimentos de los que debemos abstenernos. Hubiera apreciado que en los libros sagrados de las distintas religiones Dios hubiera dictado alguna otra regla como: "No bebáis agua que no hayáis hervido, porque así no enfermaréis de cólera y tifus" o "Si bebéis no conduzcais". La única respuesta a este misterio de comportamiento divino es que no se puede estar en todo.
Volviendo a lo del hijab, la principal base coránica del mismo se encontraría en la azora 33, aleya 59: "¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es lo mejor para que se las distinga y no sean molestadas." La palabra para "manto" que utiliza el Corán es "jilbab", palabra de la que se deriva el castellano "chilaba". El "jilbab" al que se refiere esta azora era precisamente una especie de manto que se colocaba encima del vestido y que, desde luego, impedía apreciar las curvas femeninas. He visto alguna interpretación de esta azora que afirma que en ella se estaría defendiendo el velo e incluso la burka. Otra azora en la que Dios muestra su preocupación por la moda femenina es la 24, aleya 31: "Y di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adornos que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no exhiban sus adornos sino a sus esposos, a sus padres, a sus suegros, a sus propios hijos, a sus hijastros, a sus hermanos, a sus sobrinos carnales, a sus mujeres, a sus esclavas, a sus criados varones fríos (me encanta el eufemismo para decir "eunuco"), a los niños que no saben aún de las partes femeninas..." Aquí la palabra que utiliza para "velo" es "jimar". "Jimar" no significa más que pañuelo para la cabeza, pero el texto deja claro cómo se debe llevar: de tal manera que además de cubrir el pelo de la cabeza, cubra el escote. También aquí he leído la siguiente interpretación: la azora ordena que el "jimar" se extienda hasta cubrir también cuello y escote, por consiguiente, debe cubrir la cara, salvo los ojos. Ignoro porqué el intérprete que da esta interpretación excluye a los ojos. Puestos a ser literales, no veo que el texto haga una excepción con los ojos en ese alargamiento del "jimar".
Lo que dice el Corán hay que verlo a la luz de las aclaraciones que aportan los hadizes o tradiciones del Profeta. Una tradición que se remonta a la esposa del Profeta, Aisha, dice: "El Profeta dijo: Alá no acepta la oración de una mujer que ha alcanzado la pubertad a menos que lleve un velo." También hay otro hadiz que se remonta a Aisha y dice lo siguiente: "Asma bit Abu Bakr entró donde estaba el Apostol de Alá cuando estaba vistiendo ropas ligeras. El Apostol de Alá desvió su atención de ella. Dijo: "Oh Asma, cuando una mujer llega a la edad de la menstruación, no conviene que muestre partes del cuerpo salvo ésta y ésta", y señaló la cara y las manos." Los partidarios del velo aducen otra tradición que también se remonta a Aisha, según la cual cuando acompañaban a Mahoma y pasaban jinetes a su lado, se cubrían con sus mantos y no descubrían sus caras hasta que los jinetes no habían pasado.
He buscado en páginas web musulmanas, qué argumentos dan mujeres contemporáneas musulmanas (no hombres) en defensa del hijab.
El primer argumento es muy sencillo y es cuestión de fe: Porque Dios lo ha ordenado. Es un argumento inatacable, porque razón y fe se mueven en campos distintos. Si hay fe, mil argumentos racionales no servirán para nada. Simplemente apunto eso que siempre me ha sorprendido: ¿por qué Dios se preocupa por cómo vestimos y no se preocupa por nuestros niveles de colesterol?
El segundo argumento es: Para mostrar nuestra identidad como musulmanas. A su manera están haciendo lo mismo que las feministas hacían en Occidente en los 60 y los 70, cuando rechazaban el uso del sostén: convertir la indumentaria en una declaración de intenciones. Para muchas musulmanas esta afirmación identitaria es también una declaración política contra un Occidente que sienten que ha agredido al Islam y no desea que levante cabeza. Unido a esto, hay un argumento que he leído y que tiene su aquel: ¿qué tiene Occidente que venir a decirnos sobre nuestra vestimenta? Recordemos que en la época victoriana, los occidentales forzaron, por ejemplo, a las balinesas a cubrirse los pechos, porque mostrarlos era impúdico. Ahora les decimos a las musulmanas que se descubran la cabeza, porque están reprimidas. ¿Es que los occidentales no sabemos estarnos tranquilitos y dejar que cada uno se vista como quiera?
Un tercer argumento es: Por decencia, para no excitar la lujuria. Este argumento se encuentra en el propio Corán, por ejemplo en la azora 24 que cité antes. He encontrado unas palabras muy interesantes de una estudiante iraní que defiende el hijab de esta manera: "Queremos que los hombres dejen de tratarnos como objetos sexuales, como han hecho siempre. Queremos que ignoren nuestra apariencia y atiendan a nuestra personalidad y a nuestra mente. Queremos que nos tomen en serio y nos traten como a iguales y que no vayan simplemente persiguiendo nuestros cuerpos y apariencia." Tanto el Corán como esta chica iraní parecen pensar que los hombres son unos salidos que sólo piensan en lo mismo. Y tienen razón. Su aproximación al problema es una. La de muchas mujeres en Occidente es otra: aprovechemos las herramientas que Dios nos ha dado. Si yo fuese una abogada atractiva y tuviera que negociar un contrato difícil con un cliente, me pondría un escote generoso. Está demostrado que en presencia de una mujer atractiva la capacidad de raciocinio de los varones disminuye, aunque no hacían falta estudios psicológicos para demostrar lo que nuestras madres han sabido toda la vida. Ya sé que sonará machista, pero ¿para qué renunciar a una ventaja en una negociación difícil? Si el escote ayuda a que el cliente no se fije en la letra pequeña, ¿por qué no?
Pero bueno, la chica iraní puede argumentar con razón: quiero que se me trate como a un individuo, igual que se trata a un hombre, quiero que se haga abstracción de si soy atractiva o no, que se me valore exclusivamente por mi aportación intelectual. Simpatizo con este punto de vista, aunque me pregunto si es posible, o incluso deseable, que nos consideremos como mecanos de los que se puedan retirar piezas sin que el conjunto quede afectado. ¿Es realmente posible ocultar una parte de lo que somos, como es la sensualidad? Una parte importante de la sexualidad está en la cabeza. ¿Hasta qué punto el hijab hace que el varón se olvide de los encantos físicos de la mujer que tiene delante? No sé. Esto lo tendría que responder un varón que esté acostumbrado a tratar con mujeres que lleven el hijab o el velo.
Hay un punto que esta chica iraní no tiene en cuenta: tanto si descubro mis encantos, porque es lo que les gusta a los hombres, como si los oculto, por los mismos motivos, siguen siendo los hombres directa o indirectamente los que están determinando cómo me visto. Es como el adolescente que sale hasta las cuatro de la madrugada y se emborracha en rebeldía contra sus padres que le quieren a las doce en casa. Cree que es más libre, pero su comportamiento sigue estando determinado por los deseos de sus padres.
Los argumentos de las musulmanas que quieren llevar el hijab son coherentes y no cabe decir que sean una chaladura de cuatro fanáticas. ¿Y qué ocurre con las musulmanas que no quieren llevar el hijab? Vistos el Corán y los hadizes, parece que la carga de la prueba está en contra de ellas: son ellas las que tienen que demostrar que se puede ser buena musulmana sin llevar el hijab.
Tambien he buscado en internet páginas en las que escriban mujeres musulmanas opuestas al hijab. Me he encontrado menos que de mujeres musulmanas favorables al hijab. Esto puede tener la lectura de que efectivamente son menos las musulmanas opuestas al hijab. Pero también puede tener otra lectura más ominosa: no están organizadas, reciben menos apoyos y puede que hasta teman expresar su oposición.
De los argumentos utilizados por las musulmanas opuestas al velo, el que me parece más sugestivo es el siguiente: lo esencial es el mandamiento coránico de comportarse decentemente. Cada sociedad entiende la decencia de una manera. El mandato de Mahoma de que las mujeres sólo mostrasen la cara y las manos podía ser el adecuado para la sociedad medinense del siglo VII, pero no ser adecuado en otros tiempos y lugares. Aquí podría traerse a colación los cambios en la idea de la vestimenta decente en Occidente. Hemos pasado de la moral victoriana a que casi sea obligatorio mostrar la raja del culo.
Aunque simpatizo con las musulmanas que no quieren ponerse el velo, creo que ése es un asunto que deben resolver por sí mismas las propias sociedades musulmanas. Ir a decirles cómo se tienen que vestir sus mujeres sería recaer en los viejos hábitos coloniales del blanco que lo sabe todo y dice a los demás cómo tienen que vivir su vida.
Una cuestión muy distinta es qué hacer con las mujeres musulmanas que viven en nuestras sociedades de mayoría no-musulmana. Aquí chocan dos valores: el de la tolerancia, que dice que hay que respetar todas las maneras de vivir y todas las culturas, y el de la igualdad de género, que estima que forzar a las mujeres a vestirse de una determinada manera es denigrante para ellas. Es una cuestión de establecer prioridades: ¿cuál de los dos valores nos parece superior? Si el de la tolerancia, aceptemos el velo. Si el de la igualdad de género, prohibámoslo. Pero no nos engañemos, pensando que podemos disfrutar de ambos. Tener valores exige coherencia y tomar decisiones que a veces podrán joder a unos y otras a otros. Quien piense de otra manera, que pruebe a hacer una tortilla sin romper los huevos.

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