- El cuervo (The raven, Roger Corman, 1963. EEUU): otra de las más gratas muestras de la carrera de Corman, quién puede verse como el Terence Fisher (realizador británico y buque insignia, en su momento, de la Hammer, especializada en cine fantástico y de terror) norteamericano, adaptando aquí, de forma corrosivamente cómica, el famoso poema de Edgar Allan Poe (siete serían las adaptaciones que Corman realizaría de obras del escritor de Boston). Invención casi al cien por cien (únicamente los primeros cinco minutos poseen cierto parecido con el texto), destaca por su habitual economía de medios (algunos dirán que es cutre) y por lo espléndidos que están, sobre todo, Price y Lorre. Descubrir a un jovencísimo Jack Nicholson es otro de sus alicientes. Una magnífica parodia.
- La gran estafa (Charley Varrick, Don Siegel, 1973. EEUU): seco, sólido y notable film criminal, no siempre excitante pero tampoco nunca aburrido, surgido a raíz del éxito de La huida (The getaway, Sam Peckinpah, 1972), con un asesino persiguiendo a Walter Matthau tras robar un banco y llevarse, sin querer, más dinero del que pensaba llevarse, además de pertenecer a la mafia. Una de las mejores películas del tardío Donald Siegel de los 70.
- Ted 2 (Seth MacFarlane, 2015. EEUU): abiertamente inferior continuación del mastodóntico éxito (550 millones de taquilla mundial sobre 50 de presupuesto) que supuso la excepcional Ted, comedia del creador de la serie Padre de familia sobre un hombre cuyo mejor amigo es un oso de peluche. Sin embargo, esta segunda parte no es ni la mitad de divertida. Lidia con los problemas del osito con la ley (no es reconocido como una persona sino como propiedad), así como también con su recién estrenada esposa (la compañera de trabajo choni de la primera película), con quién decide “tener” un hijo para salvar un matrimonio que va irremediablemente a la deriva. Mark Wahlberg parece que pasa por ahí sin pena ni gloria, sin interés alguno, y los mejores golpes de risa se reducen a un accidente del propio Wahlberg en el almacén de la clínica de donación de esperma y a un homenaje a Jurassic park. Parece que el talento cinematográfico de MacFarlane fue flor de un día, pues su parodia del western con Mil maneras de morder el polvo ya resultó, al menos económicamente (es mejor de lo que se escribió) un fiasco.
- La tierra de los muertos vivientes (Land of the dead, George A. Romero, 2005. EEUU): una película de un notable cineasta como John Carpenter que resulta estar dirigida por George Romero, un realizador más bien mediocre y que viene a ser como el George Lucas de los zombies, dedicando casi la totalidad de su trayectoria profesional al tema de los muertos vivientes (esta es la cuarta y todavía han llegado otras dos después, ya lanzadas en DVD). Sirve más como homenaje a su propia Zombi (hay motoristas y un puntual asedio a un centro comercial) que como continuación pura de la seminal película de finales de los años 60, y más como estiramiento de la moda de este tema del fantástico (unos años antes habían llegado las muy interesantes 28 días después y Resident evil, y sólo un año antes el excepcional remake de Zombi) que por seguir la estela del original clásico (la tercera parte ya se estrenó 20 años antes). Presenta una ciudad cualquiera de los USA bajo un gobierno feudal (liderado por el ya desaparecido Dennis Hopper), donde los ricos y poderosos están aislados y mantienen el mismo estilo de vida que antes del surgimiento de los muertos andantes, mientras los que no son tan afortunados son abandonados a su suerte. Un relato más de acción (y sin llegar a catalogarse como tal) que de horror, nada inspirado y donde lo más destacado es el nivel de organización que alcanzan los zombies, en una característica muy discutible del guión. Sólo debería interesar a los verdaderos fans de la saga.
- Jurassic world (Colin Trevorrow, 2015. EEUU): bastante más que digno reboot de una de las producciones más emblemáticas de Spielberg y también de las más popularmente arraigadas de los 90. Mucho mejor que las otras dos mediocres secuelas que la célebre adaptación de la novela de Michael Crichton. Un espectáculo vibrante y plausible de principio a fin, con un ritmo admirable y unos apuntes de guión muy interesantes, como la inteligencia de los dinosaurios y la sorpresa de la pelea final (también tiene ideas poco inspiradas, como la de usar los dinosaurios como arma militar), además de ciertas secuencias trepidantes, como la de la persecución de los velociraptors o la de la muerte de la empleada que debe cuidar a los dos hermanos (niños a la aventura: se nota la innegable herencia de Spielberg). Uno de esos fenómeno hype que, muy de vez en cuando pero esta vez sí, cumplen lo que prometen.
- El hombre terminal (The terminal man, Mike Hodges, 1974): inusual adaptación que se convirtió en una película decididamente menor dentro del poblado y variado panorama de la ciencia-ficción de los años 70, centrado en los avances de la informática experimentados en seres humanos, con incontrolables y criminales consecuencias, pero su tendencia hacia lo arthousey su desganada realización (toda la -larga- secuencia de la operación ocurre sin ningún tipo de música) hace que el film se convierta en un continuo e imparable bostezo.
- La bella y la bestia (Christophe Gans, 2014. Francia): esperado y visualmente exquisito, aunque irregular y anodino acercamiento al romántico cuento francés del siglo XVIII, ya llevado a la gran pantalla en los años 40 y, de forma inolvidable, por los estudios Disney en la época de mayor esplendor de la casa, allá por los primeros 90. Gans, célebre gracias a El pacto de los lobos y a su inmediatamente anterior aventura en Hollywood con la notable adaptación del videojuego Silent hill, filma un relato entre lo gótico adulto, la fantasía y la ostentación, donde lo que más brilla- y casi lo único- es la parafernalia de su puesta en escena y su diseño de producción.
- The narrow margin (Richard Fleischer, 1952. EEUU): poco menos que perfecto, y muy claustrofóbico (estrechos pasillos, compartimentos diminutos) thriller de bajísimos presupuesto y duración (apenas 70 minutos), en la mejor tradición del suspense hitchcockiano, donde un policía debe proteger, a bordo de un tren, a una mujer de unos asesinos. Ni éstos saben qué pinta tiene la susodicha. Una de las mejores obras de uno de los artesanos más fiables y admirables de toda la historia de Hollywood y un film inédito en España durante muchísimos años. Se hizo un pésimo remake en 1990.
- Una noche para sobrevivir (Run all night, Jaume Collet-Serra, EEUU. 2015): correcto relato criminal que probablemente sea el mejor trabajo del catalán Collet-Serra- lo cual tampoco es descubrir las Américas precisamente- en su tercera colaboración con Liam Neeson, reconvertido de actor de carácter a implacable icono noiren sus últimos papeles. Estructurado a partir de un gran flashback y una única unidad de tiempo (una noche), más conteniendo todos los clichés, situaciones y tópicos habidos y por haber en el thriller moderno hecho y envasado en Hollywood, resulta un ameno entretenimiento ayudado por su ritmo, su tono oscuro, los movimientos de cámara del realizador y, cómo no, por Ed Harris. Se olvida con la misma facilidad que momentáneamente fascina.
- V3nganza (Tak3n, Oliver Megaton, 2015. Francia): Venganza(Taken, Pierre Morel, 2008) fue un violento, reaccionario y apreciable thrillerque presentaba a un actor de prestigio como Liam Neeson como un compendio de los machos del cine moderno, desde el Charles Bronson de los 70 hasta la estética de videoclip (en las escenas de lucha) de muchos de los productos de Jason Statham, pasando, cómo no, por los action heros de los 80. La propuesta debía haber sido única, pero esta insulsa realización francesa cierra lo que esperemos sea sólo una trilogía y no se alargue innecesariamente más. Un gran paso atrás, donde se pierden los siniestros apuntes del film original, con un inicio realmente (es)forzado (ya no saben qué putadas inventarse para el personaje de Neeson): le tenderán una trampa acusándole injustamente del asesinato de su exesposa, con quién curiosamente estaba empezando a reconciliarse. La energía que desprendía el film original brilla aquí por su total ausencia debido a una muy endeble realización y a un guión lleno de topicazos. Una franquicia lista para echar el cierre, y de la peor manera posible.
- Zombi (Dawn of the dead, George A. Romero, 1978, EEUU): muy discreta secuela (todavía faltaría El día de los muertos, unos años después), de un extraño e inexplicable culto, de la seminal La noche de los muertos vivientes (1968), película clave en el devenir del cine fantástico norteamericano moderno. Vista, por algunos, como una parábola sobre el declive de la civilización occidental (gente infectada atraída por el consumismo masivo), no es más que un desfile de sangre y vísceras cutres provocadas por unos walking dead todavía peor maquillados, los cuales sitiarán a un grupo de personas recluidas en un centro comercial. Más larga que un día sin pan, repetitiva a más no poder y nada favorecida por el paso del tiempo, muestra muy poca capacidad inventiva, a años luz de lo que Romero consiguiera diez años antes con muchos menos medios. Eso sí: tuvo un espléndido remake a cargo de Zach Snyder en 2004.
- Infiltrados en la universidad (22 Jump Street, Philip Lord & Chris Miller, 2014. EEUU): mastodóntica continuación (tiene pinta de llegar a ser una saga interminable si se toman al pie de la letra- que como es lógico no harán- los chistes de los créditos finales), más y mejor elaborada, de la ya de por sí divertidísima original de hace un par de años. Se elimina aquí el factor “sorpresa” de su premisa, pero a cambio se termina dando rienda suelta a los chistes metacinéfilos (Fast and furious, Annie Hall, Terminator, Seth Rogen, Cate Blanchett, Iron Man, Ice Cube y muchísimos más) y el propio personaje de Ice Cube se vuelve a llevar el gato al agua, Channing Tatum demuestra otra vez que no vale para la comedia. Lo del nombre de la nueva droga en cuestión daba para más que un rápido chiste. Alocada y divertida, pero le sobra un cuarto de hora.
- Errors of the human body (Eron Sheean, 2012. Alemania): un film que debería haber sido otra cosa, pero que tampoco resulta desdeñable por ello. Cosechó en su día un gran reconocimiento en bastantes festivales de cine fantástico y revistas especializadas. Thriller, por momentos realmente importante, sobre las posibilidades de ciertas prácticas en el campo de la investigación sobre la genética. Su escena final es de una fatalidad que deprime. En nuestro país sólo conoció el mercado doméstico. Altamente recomendable.
- El otro (The other, Robert Mulligan, 1972. EEUU): olvidado hoy en día, aunque de un interés incontestable, es éste un perverso y magnífico drama psicológico injustamente etiquetado como film de terror, sobre dos niños gemelos donde uno parece representar el Bien y el otro el Mal. ¿Qué misterio hay detrás de todo? Bien filmada por Mulligan, autor de la célebre Matar a un ruiseñor y cineasta de notable talento surgido de la generación de la tele, consigue crear una atmósfera de desasosiego digna de elogio, sobre todo a partir del punto de inflexión del relato.
- El gran Gatsby (The great Gatsby, Baz Luhrmann, 2012. EEUU & Australia.): sobrecargada y escandalosamente colorida (puede llegar a irritar, además de que puede verse en 3D) aproximación a una de las grandes novelas americanas, narrada desde el punto de vista de un aspirante a novelista y agente de bolsa en los años de bonanza del sector (los anteriores al crack del 29), el cual se encontrará fascinado por el estilo de vida de su vecino ricachón. Un diseño de producción monumental, una puesta en escena y un montaje rimbombantes y una mezcla entre sabor a film de época (los locos años 20) y el sonido anacrónico (la banda sonora está repleta de éxitos pop, rap y electrónicos actuales) proporcionan una experiencia agradable pero decididamente excesiva, al menos en su primera hora. Un film supeditado, en su totalidad, al regalo visual, prestando muy poca atención a la trama, lo cual habla muy en contra de sus 130 minutos de metraje, créditos finales aparte. Cuestión de gusto, como es normal en el responsable de Moulin Rouge, pero en líneas generales es una estimable adaptación.