- True detective: primera temporada (True detective: first season, HBO series, Nick Pizzolatto & Cary Fukunaga, 2014): desesperantemente macabro y más que notable triunfo de la ficción televisiva procedente de la misma casa que creó Los Soprano, entre otras.
Bastante más oscuro que Breaking bad (por poner otro ejemplo de relato neo noir de demostrado éxito tanto de crítica como de público) sigue a dos policías (Harrelson & McConaughey) en un descenso a los infiernos de esa América bastante menos conocida y descrita en la cultura mainstream, como son los pantanos del estado de Louisiana, apellidos franceses producto de siglos de inmigración, gente sin formación alguna, acento ininteligible a no ser q uno sea oriundo y pueblos diminutos, y que tendrán que investigar el asesinato de una prostituta con ritos satánicos de por medio.
Siendo apasionante también, la investigación acaba siendo lo de menos, sobresaliendo su tono pesimista, su inteligentísimo guión, su fotografía, los orígenes más literarios que cinematográficos de la propuesta (Pizzolatto fue profesor universitario de literatura antes de dedicarse a la escritura de ficción), la vida personal de los detectives y la interpretación de McConaughey, seguramente uno de los personajes mejor creados para una producción audiovisual de cualquier tipo de las últimas décadas, el cual deja un par de citas memorablemente existencialistas en cada capítulo. Narrada hábilmente como un relato doble, con extensos flashbacks (presenta a los dos policías en 2012, por separado y siendo interrogados por otros dos detectives sobre aquél lejanísimo caso de la prostituta asesinada en 1995), lo cual resulta un gran acierto de guión.
No recomendable para todos los estómagos, además de que resultará aburrida para mucha gente, pero sus muy sólidos y cuidados valores de producción la convierten en una impactante joya para los amantes de la ficción criminal.
- Drácula (Dracula, Francis Ford-Coppola, 1992): ambiciosa, excitante, seductora, algo polémica y, a día de hoy, bastante posible que la más redonda y sólida de las adaptaciones de la popular novela del irlandés Bram Stoker. Un abogado (Harker) deberá viajar a la Rumanía de finales del XIX para cerrar la compra de unos inmuebles por parte de un siniestro conde, el cual queda claro que hace mucho tiempo renunció a Dios y ha vivido y vive en las tinieblas durante siglos (el prólogo del filme sigue siendo su mejor valor). Al mismo tiempo, en Londres el conde encontrará a su amor perdido hace siglos, encarnada en la prometida del abogado… Un Coppola ya redimido de padrinos (aunque al parecer todavía con deudas) filma con vigor (seguramente todo el que le quedaba, ya que vaya tela lo que ha hecho desde entonces a excepción de Twixt) este drama de horror con poderosas interpretaciones, especialmente la de un soberbio Oldman, además de ser sorprendentemente fiel al original literario, tan fiel que en ocasiones da la sensación de estar leyendo la películas en capítulos, como la novela. Estupendos valores de producción, destacando la fotografía y el maquillaje. Deliciosamente fascinante, acorde con el calibre de un cineasta de la categoría del realizador de La conversación (The conversation, 1974)
- El invitado (The guest, Adam Wingard, 2014): el realizador y el guionista del prestigioso y soberbio survival horror Tú eres el siguiente (You’re next, 2011) cambian de tercio, ofreciendo en este acertado paso adelante en sus carreras un thriller seco estilo años 80, subgénero al cual homenajea constantemente. con ese tipo de banda sonora que ya caracterizó su anterior y aplaudida propuesta. Bien dirigida, se centra en lo visual más que en el guión, como bien corresponde a un trabajo firmado por esta gente. Si ciertas escenas de sus dos primeros tercios beben del cine de acción, su desenlace se sirve de otro género de antaño como el slasher. Recomendable para amantes de la serie B, aunque está rodada con medios sensiblemente superiores a los que antes ha dispuesto Wingard.
- TMNT: Las tortugas ninja (Teenage ninja mutant turtles, Jonathan Liebesman, 2014): las figuritas de acción, los videojuegos y la serie animada estaban muy pero que muy bien. Incluso aquella primera adaptación de primeros de los 90 con Elias Koteas resultaba medianamente disfrutable, pero esta nueva versión producida por Michael Bay es lo más desastroso y lamentable que uno puede echarse a la cara, con ciertos momentos de una secuencia de acción en la nieve (todas las demás demuestran unas alarmantes descoordinación y falta de oficio para rodar acción, así como para su evidente montaje) y, faltaría más, Megan Fox, como los únicos aspectos rescatables de este absoluto despropósito. El guión no merece ni un comentario. De una pereza al escribirlo que da grima pensar que profesionales del cine se ocuparon de esta adaptación de tan popular serie animada.
- Cuatro bodas y un funeral (Four weddings and a funeral, Mike Newell, 1994): incorrectísima (para con la comedia romántica clásica) y brillante comedia sentimental british, sobre un cuarentón soltero que empieza a dudar de su actitud para con su propia vida cuando todos sus amigos empiezan a casarse. Afiladísima y extremadamente inteligente y sugerente, satisfará a todo aquél que quiera pasar dos horas deliciosas de cine como pocas veces se vio en los años 90. Un inspiradísimo guión con un cierto tono agridulce plasmado en imágenes por un brillante artesano como Newell, ayudado por un reparto en forma, contribuyeron al éxito imperecedero del film, el cual generó toda clase de copias, a cada cual más deplorable, durante la década. Luce estupendamente hoy día.
- La noche de las bestias. Anarquía (The purge. Anarchy, James DeMonaco, 2014): inferior aunque presentable ejercicio de género dentro de la política-horror (y en esta ocasión también bastante acción) el cual y como tal pasa el corte (el film original ya lo pasaba con creces). La premisa es la misma: todo tipo de crímenes permitidos durante una noche al año en una Norteamérica de dentro de unos años-9 para ser concretos- con la salvedad de que la acción sucede outdoors- en la ciudad, con unos personajes sin nada que ver entre ellos al principio del relato- y no indoors como ocurría en la original cinta protagonizada por Ethan Hawke del año pasado. Uno piensa en John Carpenter y sus Assault on precinct 13 y sus dos rescates (NYC & LA) cuando ve ciertas escenas, lo cual luce más que enturbia un visionado, por otra parte, narrado de forma convencional y sin mayores alardes o hallazgos por el mismo realizador que dirigiera la primera. No deberían haber más secuelas.
- Frío en julio (Cold in July, Jim Mickle, 2014): impredecible y sobresaliente thriller rural, de una ambiguedad brutal. De un absorbente como pocas veces ha visto un género, digamos, demasiado estandarizado estos últimos años y menospreciado (sus detractores afirman que basa todo en el efectismo y los giros argumentales). Firme y sólido como una roca, habla de muchas cosas, arrepentimiento y culpa entre ellas. Como todo buen thriller que se precie acaba y termina con dos estallidos de violencia, y la serenidad que el realizador imprime a sus escenas es magnífica, centrándose además bastante más en los personajes que en la propia historia, lo cual es de agradecer y aplaudir.
- Nada más que la verdad (Nothing but the truth, Rod Lurie, 2008): curiosamente el mejor film de Lurie, responsable de la discutible Candidata al poder (The contender, 2000) y el remake hace un par de años de uno de los filmes más duros de Sam Peckinpah como Perros de paja (Straw dogs, 2011), que aquí se encontró de bruces con la bancarrota de una de las productoras, con lo que su estreno se vio limitado al formato doméstico. Basada en la historia real de una periodista (Kate Beckinsale) encarcelada por no revelar las fuentes de un importante affair político norteamericano. A caballo entre elthriller y el drama (ambos de corte político y judicial) pero más tirando por lo segundo, presenta un guión algo, no mucho, pero sí medianamente inteligente, con algún planteamiento, dicho sea de paso, cuanto menos prescindible (la relación de la periodista con su marido, prescindible de principio a fin). Su duración, su ritmo, el cual no decae, y Alan Alda merecen una oportunidad. Sólo una.
- Anaconda (Lluis Llosa, 1997): muy estándar aunque, la verdad, disfrutable monster horror film sobre una serpiente gigante que aterrorizará a un equipo de cineastas los cuales se encuentran en la jungla amazónica filmando un documental. Contiene momentos excitantes protagonizados cómo no por la serpiente, además de la siempre grata interpretación de Jon Voight como el malo con artimañas, todo lo cual salvan al producto de una calificación verdaderamente desastrosa. Uno de esas cintas consideradas guilty pleasures para mucha gente.
- Capitán América: el soldado de invierno (Captain America: the Winter soldier, Anthony & Joe Russo, 2014): enérgica, efectiva, coherente y sensiblemente superior (y bastante politizada: las lecturas de su trama- el núcleo nazi enemigo del Capitán América en la primera película se encuentra aquí escondida en la base de S.H.I.E.L.D., la organización que protege a los EEUU y por ende al mundo- son diversas) secuela del film original realizado tres años antes, que juega de forma impecable con las tribulaciones sociales USA de hoy en día (las cagadas y las conspiraciones de sus servicios de inteligencia) al mismo tiempo que homenajea a cierto thriller conspiraparanoide vintage, pasado todo ello por el filtro de la espectacularidad de las nuevas y recientes producciones superheroicas de la joven productora Marvel. Realizada con vigor y sin ser una maravilla-tiene bajones importantes- es una producción que da bastante más de lo esperado.
- Drácula. La leyenda jamás contada (Dracula untold, Gary Shore, 2014): plana producción de acción, con un guión exageradamente banal, que pedía a gritos un tratamiento más oscuro y respetuoso con seguramente el mito de mitos de la cultura popular en lo que concierne al horror, convertido aquí en poco menos que un ejemplo de chabacano cine superheroico y de trasfondo religioso para mayor sorna (Jesucristo El Empalador, el cual morirá-convirtiéndose a la inmortalidad- para salvar su pueblo). Inofensiva e insípida, tendrá secuela segura, según su inevitable epílogo. No merece correr mayor suerte. Mal concebida y con estética de serie de televisión, cuyas escenas de acción y supuestamente épicas no lo son para nada, además de ser escandalosamente cuadriculadas. Tan mala como parece.
- Regreso al futuro (Back to the future, Robert Zemeckis, 1985): sobresaliente y deliciosa aventura de ciencia-ficción en la cual se revisitaba el mito de los viajes temporales, además de una nostálgica mirada a los años 50, disfrazada de película para adolescentes y convertida en clásico por esa generación, en la que me incluyo y la cual creció, literal y cinematográficamente hablando, en la década de los 80. Una trama gratamente imaginativa, ayudada por una dirección de primera mano y la célebre banda sonora, obra de Alan Silvestri, la convierten en una imperturbable joya continuada por dos secuelas de diferente estima, siendo la primera de ellas impecable y muy floja la que da cierre a la trilogía. Con respecto a la que la abre, resulta un trepidante y pletórico entertainment, puro cine espectáculo, partiendo de un guión lleno de aciertos, donde no sobra absolutamente ningún detalle por mínimo que éste sea. Sentó cátedra. Producida por Spielberg, quien en esos años ya se dedicaba a producir cintas con ciertos estándares de calidad dentro del fantástico (Los Goonies, Poltergeist, Gremlins, En los límites de la realidad).
- Dallas buyers club (Jean-Marc Vallé, 2013): basada en hechos reales, es éste un notable drama hombre vs estado con el SIDA como hilo conductor, realizado, curiosamente, 20 años más tarde que otro recordado aunque inferior trabajo con la misma temática como fue Filadelfia (Philadelphia, Jonathan Demme, 1993). Un electricista tejano y heterosexual (un Matthew McConaughey que va camino de convertirse en una leyenda de la interpretación, mucho más allá de un físico privilegiado), el cual dedica gran parte de su tiempo libre a tirarse prostitutas y a hacer rodeos, no puede creer su suerte cuando es diagnosticado con VIH a mediados de los 80, e intentará luchar contra su enfermedad comprando medicación ilegal primero, para después venderla en una especie de club que crea, convirtiéndose en un exitoso hombre de negocios en el proceso. Narrada con suma corrección, con un guión que no esquiva situaciones vistas anteriormente y con su consiguiente dosis de extrema amargura y lágrimas, presenta otra interpretación de escándalo como es la de Jared Leto, que elige sus proyectos con suma cautela. Ganadora, con todo merecimiento, de los dos Oscar a la interpretación masculina. Recomendable
- Bangkok dangerous (hermanos Pang, 2008): esperpéntico thriller con un horrible Nicolas Cage terriblemente peinado. (Mal) estilizado hasta la médula, presenta a un solitario asesino en sueldo en seguramente la capital mundial del vicio adulto para realizar su trabajo, para lo que necesitará la ayuda de un paleto local y de una farmacéutica sordomuda de la que evidentemente se enamora para dar algo de salida al inenarrable relato, el cual se nutre además de una labor fotográfica totalmente equívoca. De los peores remakes norteamericanos que se han realizado de una película de habla no inglesa, sea del género que sea.
- Batman (Tim Burton, 1989): largamente esperado debut, digamos, a lo grande (demasiado atrás en el tiempo quedaban la adaptación y la serie sixties), del cruzado de la capa, el señor de la noche, a cargo de uno de los cineastas con mayor imaginación del último cuarto de siglo. Producción que destaca por tener un empaque y una solvencia fuera de toda duda, con un diseño artístico impresionante y una banda sonora de Danny Elfman impecable, pero que peca en la elección de Michael Keaton para interpretar a Bruce Wayne, convirtiendo tanto al Joker como al actor que lo interpreta, un espléndido Nicholson, en absolutos dueños del cotarro. La esmerada realización de Burton contribuye también a que el producto destaque bastante, dignificando de muy plausible manera al personaje del hombre murciélago hasta la irrupción de la trilogía de Nolan. Tuvo tres continuaciones, dando un evidente valor a la inmediata y hoy olvidada Batman vuelve (Batman returns, 1992), del propio Burton. Después a la saga se le fue la olla, incluyendo, eso sí y con todo, a Batman & Robin(Joel Schumacher, 1997), todo un guilty pleasure.
- Mil maneras de morder el polvo (A million ways to die in the West, Seth MacFarlane, 2014): segunda realización de MacFarlane, creador de la espléndida serie animada Padre de familia (Family guy) y director de la sensacional e hilarante Ted (2012), una de las mejores comedias de los últimos años, quién aquí parodia el género de géneros, o sea el western, reservándose, además del papel de director, el del protagonista, demostrando su nulo talento para la interpretación en una, además, muy inferior obra, con muy poca puntería para producir risas y sí muchos chistes, tanto verbales como visuales, de bastante poco gusto. Pero una realización amena y algún buen y esporádico golpe de risa (sobre todo hasta que pasan los primeros 60 minutos, prestando especial atención a los personajes de Giovanni Ribisi y su novia… prostituta) hacen pasar el rato sin llegar a odiar del todo. Esperemos que MacFarlane se resarza con la secuela de Ted, a estrenarse la primavera del año que viene.
- Old boy (Spike Lee, 2013): 2013 fue el año del estreno norteamericano de Park Chan-Wook con Stoker, discutible film que no era ninguna maravilla, siendo muy domesticado y demasiado adosado a la forma más que al contenido, y también este año vio el traslado al cine USA de la que es sin duda la obra más celebrada del realizador proveniente de Corea del Sur, Old boy (2003), uno de los estudios sobre la venganza y las motivaciones humanas (incesto mediante…) más desgarradores y sorprendentes de la historia, a cargo de un director como Lee (adalid de los valores de la cultura negra dentro de Hollywood, por cierto) cuya trayectoria ha perdido cierto interés pero de la que ha despachado aplaudidos trabajos como La última noche (The 25th hour, 2002) o Clockers (1994), amén de otros. Sin haber visto el film original y sabiendo que no se puede aplicar el mismo sesgo a la hora de valorar un remake, se puede afirmar que Lee firma una nueva lectura del original, entretenida pero con poca personalidad, supeditando todo, como hizo Wook con Stoker, a lo visual y sirviéndose de lo estético y violento, lo cual puede que sea suficiente para alguien sin conocimiento del film que adapta o para alguien que sólo quiera pasar el rato.
- El increíble hombre menguante (The incredible shrinking man, Jack Arnold, 1957): uno de los combinados sci-fi & serie B fifties que mejor consideración tiene hoy en día y un film fantástico verdaderamente modélico. A partir de un texto de Richard Matheson (prolífico autor para el cine), cuenta la historia de un hombre cualquiera que se expone a una extraña niebla que hace que vaya menguando su tamaño poco a poco. Absorbentemente imaginativa, fue tratada en su día como una feroz crítica a las pruebas nucleares y, por ampliación, a la propia Guerra Fría. Su realizador fue uno de los mejores exponentes del fantástico de la época, con otras obras mayores como It came from outer space, Creature of the black lagoon y Tarántula. Una excelsa puesta en escena.
- Expiación (Atonement, Joe Wright, 2007): irresistible drama británico ambientado en la Inglaterra de los años 30 del siglo pasado. Durante una reunión familiar, una niña de 13 años presenciará como su hermana mayor se lo monta con un chico (el hijo de la ama de llaves de la mansión, y el cual le gusta a la niña) y usará un incidente inmediatamente superior para acusar al chico de violación, forzándole a abandonar el lugar e ingresar en prisión, de la cual saldrá bajo la condición de servir en la Segunda Guerra Mundial. Indudable prodigioso, el film es un triunfo artístico, hipnotizando al espectador con su elegante e imponente dirección.
- Out of the furnace (Scott Cooper, 2013): thriller rural que prometía mejores expectativas de las que finalmente termina por ofrecer (su algo endeble guión acaba jugando en su contra), siendo no obstante una digna película de venganza gracias a varias interpretaciones imponentes (llevándose la de Christian Bale el gato al agua, uno de los intérpretes más perfeccionistas de la última década, más toda la dirección artística a cargo del realizador, un actor metido a director). Presenta a dos hermanos, interpretados por Bale y Casey Affleck (hermano de Ben), los cuales simbolizan la noche y el día: mientras uno (Bale) es responsable y trabajador pero al que la vida le gastará todas las putadas posibles, el otro (Affleck) es un impulsivo veterano de la guerra de Iraq que pasa el rato pegándose en peleas ilegales controladas por mafiosillos de la zona ya que es un vago y no quiere trabajar en la acería donde trabaja su hermano y anteriormente también se ganó el pan el padre de ambos. A aplaudir la elegancia y belleza con la que el director filma la película, destacando el montaje en paralelo para representar la secuencia de escenas que suponen el punto de inflexión del relato, y el trasfondo social que transmite la historia (el entorno rural en una zona de los EEUU asolada por el paro, los escasos recursos y la marginalidad). Pasa el corte con creces, pero no es un gran film.
- Otoño en Nueva York (Autumn in New York, Joan Chen, 2000): vale más como (bello, la verdad) recorrido turístico por la ciudad de los rascacielos que como film romántico de verdadera estima y/o rescate, el cual no es sino una variación de Love story (Arthur Hiller, 1970), aquella tristísima peliculita con la que el productor Robert Evans pegó el pelotazo y que le puso en el disparadero de los productores de los 70, produciendo después grandes éxitos de la década como El padrino. Un cuarencasicincuentón (un estereotipado Richard Gere como eterno seductor del cine, ahí están American gigoló y Pretty woman), de vuelta de todo y que se acuesta con mujeres distintas sin comprometerse con ninguna, se enamorará de una jovencita de veintipocos (Winona Ryder) y vivirán una historia de amor como sólo se conocen en el cine. El giro argumental es que la chica está enferma de forma terminal, pudiendo morir en cualquier momento. Olvidable de no ser por su ciertamente sensible tratamiento, el cual saca a flote, y de aquella manera, la producción, ya que en ocasiones provoca verdadero y vergonzoso sonrojo. Para ver en pareja si se puede/tiene, y ni así.
- Amenaza en la sombra (Don’t look now, Nicholas Roeg, 1973): producción de capital y aires europeos que hoy en día se encuentra olvidada pero que conviene recordar y devolver al pedestal del que quizás no debió bajar, y ése es el de una notable producción anclada en el género del, digamos, thriller paranormal. Cogiendo de base un texto de una escritora que alimentó al propio Hitchcock (suyos fueron los textos que el maestro del suspense adaptó en Rebeca y Los pájaros), Roeg propone un inquietante recorrido por el angustioso territorio de la parapsicología, comenzando por el dolor de una pareja al perder a su hija pequeña en un tonto accidente, que les hará trasladarse a Venecia por el trabajo del marido y también para olvidar. La incómoda atmósfera va creciendo de forma sabia hasta estallar en un electrizante climax. Su, como digo, europeizada dirección la hacen una experiencia verdaderamente memorable. Uno de los títulos capitales del fantástico de los 70.