El vino que he elegido tenía que ser algo dulce, a mi entender, porque casaba perfectamente con las fresas y decidí usar la botella de vermú (o vermut) que siempre está en mi nevera porque, aunque en Holanda, seguimos disfrutando del aperitivo...Hablemos, por cierto, un poquito del vermú (del francés vermouth y éste del alemán wermut, que significa "ajenjo" o "absenta"), un vino macerado en hierbas típicamente europeo y con un aroma característico que le da una elegancia particular para un cóctel o aperitivo. Normalmente se pueden encontrar de dos tipos: rojo (italiano, dulce) y blanco (francés, seco).
El vermú rojo (que es el que yo he utilizado) está compuesto por más de 40 extractos de hierbas, raíces, flores, especias y frutas (entre ellas clavo de Madagascar, pensamientos, frambuesa, díctamo de Creta, ajenjo, limón, raíz de lirio, arbol cascarillo y canela de Ceilán), que se mezclan con un poco de alcohol en un recipiente especial (el tamburo) que da dos vueltas al día durante dos semanas. A continuación se añade el vino y el azúcar y se deja reposar. ¡Así está de rico!
Ingredientes: 14 fresas; 1 copita vermú rojo italiano; 1/2 cucharadita esencia de vainilla; ralladura naranja; 2 cucharadas azúcar; 10 cucharadas yogur griego.
Preparación: Limpiar las fresas, quitar el rabito verde y cortar cada una en cuatro. Colocar las fresas en una cocotte pequeña, añadir el azúcar por encima, la ralladura de naranja y la mezcla de vermú y vainilla. Tapar y poner en el horno durante 15 minutos a 225 ºC (calor arriba y abajo sin ventilador). Sacar las fresas del horno y dejar templar destapadas. Separar las fresas del almíbar formado.
En un bol mezclar bien el yogur griego con 10 cucharaditas del almíbar que han formado las fresas y repartir en el fondo de dos vasos. Colocar encima las fresas y regar con unas cucharaditas de almíbar. Servir.
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