A las afueras del barrio judío
los chicos visten camisetas del Maccabi
y Sergio Llull llora:
otro fracaso más
y aquel mate, pick & roll hacia dentro,
cada vez más lejano.
Las carreteras no están hechas para los viajeros,
solo sirven a los turistasque compran imanes decorativos
y toman cervezas en las terrazas comunes.
Pienso en los poemas convertidos en canciones
y Manolo conduce un Tata:amo y señor de los cultivos humildes.
Las piedras se fraguan en la memoria,
los tejados de madera apuntan alto,descubren la tormenta y nos señalan.
El agua caliente y los helados de fresa,
los criterios equivocados en la selección de personaly nosotros quietos, calmos,
esperamos a que las motos nos adelanten,
a que la liga de fútbol termine
y podamos secarnos al sol de la intemperie,
abrasados en esta primavera
que no sabe a cerezo o nogal.
Asistimos a la recuperación económica
autoproclamaday decidimos que mientras tengamos aliento,
que mientras la fuerza interna
doblegue los escudos,
todo irá bien.
Y sin embargo nos quedamos,
parece como si nunca hubiésemos idoa parte alguna.
Infinito.