Por Fernando Naranjo
(Presentación al libro Ayer será otro día de Jorge Valentín Miño, 12 de octubre de 2012; republicado en el sitio web de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2015)
En las páginas de este libro he constatado que es cierto aquello que se dice del ayer: que cada época viene con sus errores, sus miedos y sus dolores. Que las eras que nos precedieron (como si hablásemos de gigantescos organismos de mil voluntades) se dieron al ingrato oficio de establecer unas bases culturales apasionantes que aún nos invitan a girar sobre sus ejes, o a querer escapar de su atracción gravitatoria.
La audacia no cesa, pues este libro me ha permitido entrever las eras por venir de este y otros mundos, que se perfilan ya como producto de acumulaciones de destrezas y saberes algo exóticos, ya como olvidos imposibles de resistir; y no contento con esta propuesta, sobre esa base heterogénea de ansiedades en exposición, el autor del libro va construyendo sus protocolos de acción, sus metas efímeras y —asunto sorprendente— su propio código para comprender el sentido del humor que tales ansiedades inducen. Ya lo dijo el famoso constructor de mundos con gran economía de palabras: “nos hallamos con planetas enteros con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas”.
Esta certeza me ha sido comunicada con notable placer al leer los relatos, a ratos angustiosos, que componen este nuevo libro de Jorge Valentín Miño. Ejemplos al canto: una formidable cita erótica con “la Vlek que estaba allí de pie con su largo cuerpo, ataviada en una sola pieza de encaje negro” termina en un inédito e inaudito embarazo del terrícola; paternidad que se desarrolla en la cervical del pobre sujeto.
En otro relato un maldito y escalofriante dictador del mundo, no es sino un juguete abandonado por descuido del hijo de una estirpe que deambula por la galaxia… Mientras tanto, a un periodista que se ha vuelto famoso registrando los recuerdos antes de que se desintegren con la muerte, lo mortifica el que los calculistas hayan determinado que el costo beneficio de reescribir la historia, por favor, es más barato que viajar en el tiempo a desfacer entuertos…
Metáforas por comprobar (“lucían impecables los nudos de sus corbatas rojas y cualquiera diría que eran nudos hechos con tal inmaculado artificio que estaban dignos para servir en el ahorcamiento de una hada o un elfo, hasta de un unicornio si cabe la cita”), un humor de otra laya (“me sentí un poco importante, quizás, salvando las distancias, lo que sentiría Shakira cantando en privado para el sultán de Omán”), conciliábulos para medir el alcance de un insulto (“pensé que la simbología era ofensiva y convoqué a la tripulación* para un debate sobre su significado, lo que arrojó a las claras ser un insulto”), los ejemplos arrecian.
Naturalmente, ahora contamos con pruebas impresas de la existencia de esos incontrolables mundos de Miño.
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