A medio camino entre los hermanos y los amigos, constituyen un activo fundamental en nuestra vida en aquellas sociedades donde la familia es peso-pesado en la estructura socioeconómica del país y alma adentro en cada individuo. Se trata de los primos. Si a los amigos, como al cónyuge, los encuentras en la calle, estos –los primos- vienen pegados a tu cuna. Los quieres o se te atragantan, los buscas o los alejas. En este lote, como en otros, mejor calidad que cantidad. Va por mis primas esta TERAPIA.
Acuarela -Primas-
Imprescindibles en la infancia como compañeras de juegos. Ay, esas vacaciones en el pueblo, compartiendo experiencias de aquellas que permanecerán en nuestra caja de los recuerdos y llenarán posteriores sobremesas. Y las correrías adolescentes -en pareja o pandilla- cuando las hormonas empiezan a zapatear.
En la edad adulta, a algunos primos les pierdes la pista. Con suerte, la vida en algún momento os cruzará y podrás recuperarlos: aprovecha esa oportunidad. Con otros primos, por la misma razón de la madurez y sus implicaciones, acabarás como «el rosario de la aurora», es decir, a palos. Qué pena que en todas las familias se cuezan habas: verdaderas batallas campales, destructivos sentimientos y jugarretas en liza al estilo Falcon Crest, en el peor de los casos. Primos anti-terapéuticos. Fush fush con ellos, que son peores enemigos que los amigos-rana.
Queda claro que las historias de primos pueden servir para guión de comedia o de thriller, ya se sabe. También las hay para el género mafioso.
Quien disfruta de sanas y duraderas relaciones de primos, sabe bien de que está hablando este post al hacer oda. Ojalá que nunca perdamos el empuje de reunirnos, aunque sea de guindísimas a brevísimas. Y que los sentimientos y predisposiciones positivas puedan contra las rencillas, celos y otras enfermedades intrínsecas a la empresa familiar.
Cuidémoslos, porque el dicho de que «quien tiene un amigo tiene un tesoro» es expansible a los primos.