Revista Cocina
La añada 2010 fue otra de esas añadas míticas en Burdeos (y ya van no sé cuántas añadas del siglo), con muchos vinos obteniendo altísimas puntuaciones en las revistas de mayor prestigio en el panorama vinícola.
En su día adquirí en avanzada 12 botellas de distintas AOC bordelesas, dentro de lo que mis presupuestos me permiten, y ahora que ya he probado todos los vinos, toca hacer un primer balance.
Descorché la primera botella de Château de La Dauphine 2010 (AOC Fronsac, tinto con crianza, 90% Merlot, 10% Cabernet Franc) allá por febrero de 2014, encontrando un vino de color rubídeo granatoso, de capa media, con una nariz no muy intensa, pero si agradable, licorosa, con frutos negros maduros, algo de cueros y notas florales. En boca se mostró fresco y frutal, con buena acidez, de cuerpo medio y un tanino delicado. La segunda botella tuvo cerca de un año más de evolución, haciéndose más maduro e interesante. Un vino sin grandes complejidades pero muy disfrutable.
El siguiente en hacer su aparición fue Château Grand Village 2010 (AOC Bordeaux Supérieur (Fronsac), tinto con crianza 75% Merlot y 25% Cabernet Franc). También a principios de 2014 vestía de color rubí asomando tonos granate, aromas de fruta roja y negra muy maduras, balsámicos, especiados, notas terrosas y toques de vainilla; en boca fue frutal, buena acidez, algo austero y con un tanino marcado; era aún demasiado joven. Alrededor de un año después, el tanino se había pulido bastante, todo estaba más conjuntado y el vino se disfrutaba mucho más, pero quizás fue de los que menos me entusiasmó.
En octubre de 2014 me atreví a abrir la primera botella de Château Haut-Beauséjour 2010 (AOC Saint-Estèphe (Cru Bourgeois), tinto con crianza, 53% Merlot y 47% Cabernet Sauvignon). Esta primera botella mostró un vino de color granatoso de capa media, con nariz licorosa de fruta roja, viruta de cedro, puntas balsámicas y algo terrosa; en boca buena acidez, cuerpo medio, agradable y algo secante; necesitaba evolucionar. La segunda botella fue bebida en septiembre de 2015, el color no había cambiado demasiado, y en nariz aparecían pimiento, pimienta, grosellas y las notas balsámicas y de maderas ya comentadas; en boca el vino había ganado en presencia, manteniendo aún una buena acidez y siendo aún algo tánico. Buena evolución, pero me gustaría tener otra botella ya que necesitaba evolucionar aún más.
Ya en marzo de 2016 nos atrevimos con el primer Cru Classé, Château Fonroque 2010 (AOC Saint-Émilion Grand Cru Classé, tinto con crianza, 88% Merlot y 12% Cabernet Franc). De un precioso color cereza con ribete granate, nos regaló aromas intensos de fruta madura, maderas finas, hojarasca y notas de cuero en vueltas con balsámicos en una nariz licorosa; en boca buena acidez, cuerpo medio, frutal y con un final secante de duración media. Me queda una segunda botella que va a reposar aún un buen tiempo.
Para terminar, hace menos de un mes volvimos al Médoc con Château de Pez 2010 (AOC Saint-Estèphe (Cru Bourgeois Exceptionnel), tinto con crianza, 52.5% Cabernet Sauvignon y 47.5% Merlot). De color rojo granatoso, algo apagado, con destellos rubí; nariz de intensidad media, con maderas, fruta roja, tinta china y pimienta, y con un paso por boca sedoso, de buena acidez, muy bien conjuntado y con un final muy agradable de buena duración. Un vino muy rico, ya muy bien para beber, pero que creo que la segunda botella que me queda puede evolucionar hacia un vino muy bueno.
No voy a hablar de la primera botella descorchada de Château Lafleur-Gazin 2010, mi primer Pomerol, ya que tenía TCA, y aunque con un truco que encontré por ahí logré eliminar un poco el pestazo a corcho y el vino en boca apunta muy buenas cosas, no se puede valorar correctamente, así que espero que la siguiente botella no tenga el mismo defecto.
Buenos vinos en general, disfrutables, que necesitan tiempo y paciencia para revelar lo que llevan dentro.