Revista Cultura y Ocio
PRIMERA PARTE
La Educación, como práctica social, se promueve en forma compleja y diversa, en razón de las demandas del contexto socio cultural y las interpretaciones de la creciente producción pedagógica que se han venido desarrollando en los últimos tiempos; esto último, con la pretensión de cambiar la escuela y el proceso de enseñanza y aprendizaje, y de reconstruir todas las prácticas pedagógicas que dibujan cada vez más, diferentes opciones de incorporar nuevas ideas en el campo pedagógico para la transformación social.Uno de los conceptos que mejor representa esta contemporánea preocupación pedagógica de ampliación de enfoques, se concentra en el concepto “transversalidad”, término que debemos situarlo como una idea surgida con el discurso político de las reformas educacionales, cuyo consenso mundial está referido a la Declaración Mundial sobre Educación para Todos (Jomtien, 1990), la Cumbre Mundial en favor de la Infancia (1990), la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992), la Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993), la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y Calidad (1994), la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (1994), la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (1995), la cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (1995), la Reunión de mitad del decenio del Foro Consultivo Internacional sobre Educación para Todos (1996), la Conferencia Internacional sobre la Educación de Adultos (1997) y la Conferencia Internacional sobre el Trabajo Infantil (1997). (UNESCO, 2000)Estos consensos propios del siglo XXI, han provocado un alto impacto en la educación, reflejado en la declaración del Foro Mundial sobre la Educación realizado en Dakar y en la Declaración del Milenio en el año 2000. El concepto anglosajón “cross curriculum element” (elementos que cruzan el currículum), representa esta orientación que define la transversalidad educativa como aquellas preocupaciones pedagógicas que atraviesan de un lado a otro el proceso educativo.
Hoy cabe preguntarse si la educación formal, heredada de occidente está cumpliendo su función como salva guardia de la humanización. Más allá de la idea de “escolaridad masiva” para la población, mandato estatal que conlleva a la obligatoriedad escolar, concepción arraigada en el moderno clamor por salir de la tiranía y el despotismo, y depositar en la educación la esperanza de libertad, plenitud, felicidad; como en las esperanzas decimonónicas por alcanzar la justicia social en el marco de una cada vez más compleja estructura social y política, económica, tecnológica y mediática. En consecuencia, el desafío de la educación ante la necesidad de producir habilidades y destrezas para el desarrollo de capacidades de socialización como la capacitación para el mundo del trabajo y la ciudadanía responsable de la vida pública, especialmente. Propende a la necesidad de ampliar los enfoques pedagógicos para que actúen interdisciplinarmente.La Etnoeducación quiere ajustarse a este desafío y proponer una forma de comprender desde una particular problemática, el aporte al desarrollo humano en una amplia visión integral de la persona en su contexto de interacción social, particular mente para reproducir códigos que le permita tener conciencia ante las formas de exclusión de la cultura dominante, que se perpetúa sin cuestionamientos y transformación, en la dinámica mecánica de “hacer por hacer”, la fuerza ciega de la tradición que se impone, y la lógica instrumental mediática por adaptarse a un sistema social “sin sentidos” y contradicciones, gobernados por una dinámica de mercado vacía de humanismo.