Revista Psicología

Primeros episodios, ingresos, familia y ¿después, qué?

Por Blogsmtenerife
Primeros episodios, ingresos, familia y ¿después, qué?
La familia de J. ha ido recopilando a lo largo de los últimos 6 años todos los informes clínicos de los ingresos por los que ha pasado su hijo. Los han resumido, para que cada nuevo profesional que ve a J, tenga un acceso rápido a toda la información disponible hasta ese momento, y los han ampliado con sus propios puntos de vista, vivencias y necesidades, con el objetivo de hacerse oír y mostrar el callejón sin salida en el que han vivido durante un largo tiempo y del que, temporalmente al menos, han conseguido salir.
Cito textualmente un fragmento que la madre de J. escribió antes del quinto y penúltimo ingreso en una unidad de corta estancia o unidad de internamiento breve de J.:
“…su modo devida refleja un claro problema psíquico, que aún ningúnespecialista ha reflejado, ya que siempre le han diagnosticado comouna psicosis tóxica derivada del consumo de cannabis. Nosotros, lospadres, y un profesional que le ha llevado desde el año 2004, fechade su primer ingreso, hemos intentado que se le lleve a un centroterapéutico y para ello hemos solicitado pruebas que certifiquen enqué estado se encuentra, pero dichas pruebas nunca se realizaron, apesar de nuestra insistencia. Le daban el alta y volvíamos a estarcomo al principio.Sin embargo,durante el periodo de no consumo, mantiene la siguiente conducta: nohabla, come poco y sin orden, fuma, tirando las colillas y la cenizaal suelo, se ríe solo, cierra continuamente puertas, ventanas ycortinas, no se relaciona con nadie, está irritable, toma lamedicación compulsivamente y abusa del redbull para contrarrestarlos efectos secundarios de la misma… Hasta hace aproximadamente unmes, aún se podía estar con él en casa, pues si no se le llevabamucho la contraria, no se ponía violento, aunque sí mantenia uncomportamiento difícil. Ya así la convivencia era bastantecomplicada, pero intentábamos mantenerla para evitar otro ingreso yvolver a comenzar 20 días después con la misma angustia de ver comodejaba el tratamiento y demás… Sin embargo, en las dos últimassemanas ha sido completamente imposible convivir con él, ya que ellosupone un grave riesgo para nuestra integridad, puesto que laagresividad se pone de manifiesta ante cualquier conducta, e inclusosi no se le dice nada, empuja y acorrala e insulta gravementellegando a amenazar con dar palizas. Sin más ni más le da patadasa puertas y muebles; al no dormir de noche no para de dar portazos yhacer ruidos; cambia constantemente los muebles de sitio; se cambiade ropa hasta 3 o 4 veces al día, después de bañarse en cadaocasión, y luego la ropa la pone para lavar; a veces le obsesiona lalimpieza y otras lo deja todo tirado; me exige que no haga comida yme echa de la cocina y si no lo hago, tira la comida, me insulta yamenaza; nos demanda constantemente que le pidamos un crédito paratrabajar en bolsa y hacerse millonario; no quiere ni oir hablar dehacer cursos y mucho menos trabajar.Esta situaciónconcluyó cuando J. nos echó de casa.Con la esperanza depoder solucionar esta situación de una manera definitiva, nos hemosmarchado de casa y tratamos de elaborar informes para que desde unpunto de vista profesional se llegue a un diagnóstico real de laenfermedad y poder recibir la terapia apropiada dentro de un centro,ya que él no es lo suficientemente competente para comprender ydecidir con respecto al tratamiento y puesto que la no aplicación deéste podría provocar un daño superior al paciente y a la familia.En tanto que elinternamiento es una medida terapéutica, la decisión última lecorresponde al médico especialista, ya que el juez en estos casossolo autoriza, no ordena el internamiento.Es un ruego, unasúplica, a aquellas personas que tengan en su mano el poder y ladecisión de poder darle una vida digna no sólo al paciente, sino atoda la familia”. 
Este no es un caso aislado ni excepcional. 
La historia se repite de una manera más o menos parecida a la que nos relata esta madre: adolescentes que comienzan a tontear con las drogas, rupturas biográficas ("desde entonces no ha vuelto a ser el mismo/la misma", suelen repetir muchos padres), primeros ingresos desde edades muy tempranas en unidades de internamiento breve, a los que les siguen segundos, terceros, cuartos, quintos, sextos ingresos...
Familias desesperadas y desbordadas para las que 15,20 o 30 días de hospitalización de su hijo/a son solamente una pequeña tregua a la que le seguirá más de lo mismo.
Historias clínicas donde, de manera aséptica y esquematizada, se suceden síntomas, conductas, diagnósticos, tratamientos:  ideas delirantes de tinte megalomaníaco o paranoide, fenómenos de robo, lectura e inserción del pensamiento, alucinaciones auditivas , interpretaciones delirantes, agresividad, angustia, irritabilidad, suspicacia, aislamiento, abandono de los estudios y las aficiones, conductas extravagantes, abandono de la ingesta, conductas temerarias, intervención de las fuerzas de orden público, no conciencia de enfermedad, no adherencia terapéutica...
Hasta que, en el caso que nos ocupa y en tantos otros, un ingreso más prolongado permite asegurar el cumplimiento terapéutico, estabilizar los síntomas, alejar a la persona del consumo de sustancias, plantear alternativas de futuro, trabajar la conciencia de enfermedad y otros aspectos psicoterapéuticos, de una manera, eso sí, muy condicionada por la situación de encierro (somos conscientes de que, a pesar de los continuos permisos y salidas, la conducta y decisiones de la persona ingresada estará mediatizada por el contexto en que se encuentra) , y en definitiva, poner fin a una situación para dar comienzo a otra nueva, que suponga una mejora para todas las partes.
Claro que las cosas podrían hacerse mucho mejor, que hacen falta más recursos e intervenciones comunitarias, nuevos abordajes y un replanteamiento constante de nuestro trabajo, pero prefiero terminar este texto con dos palabras que simbolizan las sensaciones que me han transmitido durante varios meses los padres de J.: alivio y esperanza.
Y como no, con la risa de J. y el despertar en él de nuevas inquietudes y una vida familiar donde, por fin, hay calma.
Texto en negrita y cursiva aportado por una madre de persona diagnosticada de esquizofrenia paranoide y resto del artículo escrito por Esther Sanz (Psicóloga Clínica Área Externa de Salud Mental).

Volver a la Portada de Logo Paperblog