Piensa por un instante en una escena que transcurre en unos grandes almacenes. Un cliente está mirando camisas rojas. En un momento dado parece que no tiene muy claras las cosas y el vendedor, que está esperando para atenderle, sale de detrás del mostrador para que sepa que está ahí. El cliente le mira de reojo y, casi sin querer, le dice que necesita una camisa. El vendedor, como buen profesional del sector, le pregunta de qué color la quiere. El cliente toma una camisa roja de una de las perchas y le dice que está pensando en comprarse una de un color llamativo como ese.
─ Color rojo es lo que está usted pensando, ¿no es así?
El cliente contesta que sí, que ese es el color que necesita.
─ ¿Para qué necesita una camisa de color rojo?
─ Necesito este color porque tengo un traje gris y no veo que otro color que le vaya mejor.
─ ¿Otro color? Querrá decir el color rojo.
─ Bueno, sí, es este color el que necesito, pero prefiero decir colores llamativos.
─ Pero si es rojo, es rojo. En estos almacenes llamamos a las colores por su nombre, porque colores llamativos hay muchos. Rojo es en el que usted está pensando, ¿no es así?
─ Bueno sí, lo que quiero es una camisa de color rojo.
─Perdone que le insista, pero ¿para qué quiere una camisa de color rojo?
─No es que quiera, pero sólo soy capaz de ver que la única manera de combinar mi traje gris es con una camisa de color rojo. Y he decidido gastar el dinero que tengo en una camisa. Lo he decidido. No voy a volver a casa sin una camisa roja. ¿No se da cuenta que a mi traje gris lo único que le va bien es una camisa de color rojo?
─ De acuerdo, tenemos camisas de color rojo en estas perchas y una opción para su traje gris es la camisa de color rojo. ¿Ha decidido ya si la camisa roja va a ser de manga larga o corta?
─ Aún no lo tengo muy claro. No lo había pensado con exactitud.
─ ¿Ha pensado usted en la posibilidad de combinar su traje gris con camisas de otros colores?
─ ¿Camisas de otros colores? Para usted es fácil imaginar camisas de otros colores que combinen con mi traje gris, tal vez porque en su ropero tenga muchos trajes distintos pero yo ya me he hecho a la idea del color rojo. Yo solo tengo un traje al que únicamente le queda bien una camisa de color rojo.
─ Perdone que le insista pero, ¿qué otros colores podrán casar con su traje gris?
─ ¿Con mi traje gris? ¿Acaso hay más colores?
─ Efectivamente, caballero, hay más colores. Si quiere, yo puedo acompañarle a otras secciones para que usted pueda comprobar que realmente hay camisas de otros colores con las que puede combinar su traje y con las puede sentirse mejor ante el espejo. Muchas personas tienen una idea fija en cuanto al color de sus camisas, pero han sido capaces de probarse otras de otros colores y han cambiado de opción. Hasta se han permitido comprarse otro traje. En ocasiones, hasta nuestros trajes están un poco pasados de moda. Dígame, ¿está dispuesto a probarse alguna camisa diferente?
─ No creo que sirva de nada probarme otra camisa de otro color. Sin embargo usted tiene razón en cuanto al traje. El problema es el traje. Pero no tengo otro. ¿Acaso alguien puede cambiarme mi traje?
─ Si tuviera otro traje, ¿seguiría pensando en una camisa de color rojo? Nosotros tenemos una excelente sección de sastrería.
─ ¿Es posible cambiar de traje?
PARA ABORDAR UNA CRISIS SUICIDA
En ocasiones pensamos que tienen que ser los profesionales de la psicología y de la psiquiatría los que de forma única deben trabajar con aquellas personas que contemplan su propia muerte como alternativa para acabar con un sufrimiento percibido como insoportable. Es verdad que solo estos profesionales cualificados, formados y legalmente reconocidos pueden planificar e implementar terapias específicas y científicamente contrastadas para abordar el fenómeno suicida individual.
Pero esto no quiere decir que aquellas personas que no tienen una formación reglada en este campo no estén llamadas a intervenir de forma activa y significativa en las ocasiones en las que la crisis vital se presenta. Todo lo contrario. Sinceramente estoy convencido de que este primer eslabón es el más importante de cara a la contención de una crisis suicida, porque es el primer encuentro el que proporciona la apertura al posterior tratamiento terapéutico especializado. Esto lo sabemos muy bien desde los departamentos de psicología del Teléfono de la Esperanza. La mayoría de las personas que llegan a nosotros con este perfil de ideación o conducta suicida lo hacen después de haber sido recogidos por un orientador u orientadora que ha sabido canalizar adecuadamente esta crisis vital.
Eso sí, orientadores muy formados en este campo, orientadores que saben que una de sus mejores herramientas es la escucha activa, que saben qué preguntar y cómo hacerlo. Y sobre todo saben qué no hacer y qué no preguntar.
Y esto sí que es importante. Por esto, no quiero en este artículo hablar sobre la actuación terapéutica profesional, sino de algunas cosas que nos pueden ser útiles a la hora de abordar una crisis suicida en ese primer momento de encuentro.
Volvamos a la escena del almacén.
No perdamos de vista que es el cliente quien ha entrado en los grandes almacenes y ha establecido un canal de comunicación con el vendedor. Podía no haberlo hecho. Podía haber comprado por internet o directamente tomar una camisa roja, pagarla e irse a su casa. Pero ha decidido establecer un contacto con el vendedor. Para que esto haya sido posible, el vendedor ha tenido que estar presente en su puesto y solo cuando el cliente ha dado el paso, ha salido a su encuentro.
Un aspecto muy importante, tanto en una situación de contención inicial como en una sesión terapéutica, es que utilicemos un lenguaje preciso. Rojo es rojo. Rojo no es “color llamativo”. Hay personas que nos hablan de “hacer una tontería”, de “dejar de sufrir”. En realidad están pensando en matarse, en quitarse la vida, en suicidarse. Nos corresponde a nosotros invitarles a que verbalicen su angustia de forma certera, ya que esto, en sí, supone una descarga emocional muy importante. Aquellas personas a las que se les permite decir que están pensando en suicidarse entienden que a su lado hay un ser humano que es capaz de permanecer sin mirar hacia otro lado. Tal vez es esto lo que les falte en sus propias vidas y de entrada les suele producir un agradable desconcierto.
NO HAY QUE CERRAR LA TIENDA
El vendedor/orientador no pregunta en ningún momento “por qué” quiere una camisa de color rojo. En lugar de eso utiliza un “para qué”. Con esto consigue sacar al cliente de un bucle justificativo de su elección, es decir, de su propia muerte. Posiblemente tenga muchos argumentos que respondan al por qué. No olvidemos que existe una lógica en el pensamiento suicida, tal vez no para nosotros, pero sí para la persona que está en esta situación. Llevar del “por qué” al “para qué” supone dar lugar a nuevos escenarios.En ningún momento el vendedor/orientador emite un juicio moral sobre lo que la persona está pensando. Es más, y aunque le cueste hacerlo, admite que hay camisas rojas en el almacén, como una opción. Con esto consigue que la persona no se sienta cuestionada sino que se sienta comprendida. Además, el vendedor/orientador ha sondeado si la crisis suicida tiene ya definido un plan de muerte cuando le pregunta sobre la manga corta o larga. Con una buena voluntad, lo que nos sale decir a una persona que nos cuenta que está pensando en suicidarse es que se quite esa idea de la cabeza, que no haga bobadas y que las cosas se arreglarán, que su familia tal y cual. Pero hemos dicho más de una vez que trabajar con personas requiere mucho más que buena voluntad. Por supuesto que la buena voluntad es necesaria, pero no es suficiente. El caso es que decir que la camisa roja es una opción, da pie para preguntar a la persona si ha pensado en otras camisas distintas, en opciones diferentes a su propia muerte.
El vendedor se muestra con seguridad en todo momento, ya que valora el alto grado de vulnerabilidad del cliente. Las personas inmersas en una crisis vital con ideación suicida necesitan de otras que les aporten puntualmente esa estabilidad que el momento les roba. Pero los buenos vendedores saben aprovechar el instante. “Efectivamente caballero, hay más colores” y además te digo que otras personas han pasado por lo mismo que estás pasando tú. Es decir, además de camisas te vendo esperanza de la buena. Saber que mi angustia no es única, que mi dolor también es dolor en otras personas y que lo que yo estoy pensando hacer y me atormenta no es algo que solo me ocurre a mí, suele tener poderosos efectos descongestionantes. Pero además, “si usted quiere, yo puedo acompañarle”. Es decir, que nosotros estamos aquí y que no vamos a cerrar la tienda a las nueve y se las apaña como pueda. Esto tiene una enorme trascendencia en las decisiones que va a adoptar a partir de este momento esta persona. Saber que no va a estar sola. Como ya he comentado con anterioridad, tal vez es lo que le ha faltado hasta ahora.
Sigamos con la escena. En todo momento el vendedor muestra señales de haber recibido una excelente formación, ya que intuye que el problema tal vez no está en la camisa sino en el traje. Una de las características de la vivencia suicida es la ambivalencia, es decir, querer morir pero también querer vivir. Si sondeamos un poco, la mayoría de estas personas quieren vivir, pero no con sus circunstancias actuales, no con su actual traje. Pero sabiendo que su especialidad es la venta y no la confección, nuestro vendedor abre la posibilidad de que el cliente pueda abordar de forma profunda el origen de la crisis del cliente con el departamento adecuado.
El lector puede darse cuenta que en ningún momento el vendedor le ha dicho al cliente lo que tenía que hacer, sino que con habilidad ha ido abriendo puertas conforme la situación lo requería. En todo este relato, he intentado dar algunas pinceladas de cómo la actuación de una persona con responsabilidad de orientación puede favorecer la contención de una crisis con ideación suicida. Es cierto que en ocasiones la ideación se ha traducido en una conducta suicida en curso y la actuación requerida es distinta, de corte más directivo y con instrucciones claras. También es diferente la atención dedicada a aquellas personas con una base psicopatológica en su conducta. Sin embargo, sigo pensando que este encuentro inicial es igualmente importante en todos los casos. Insisto, por lo tanto, en la necesidad de una completa formación en todas aquellas personas que atienden teléfonos de emergencia para que sepan actuar y manejar adecuadamente las diferentes situaciones que se producen. Conocer que además de camisas de color rojo las hay blancas, amarillas, de rayas, a cuadros…
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