Hoy vamos a jugar a imaginar imposibles, ¿te apuntas? Supón que tu profesor de Matemáticas fuese Pitágoras, Cervantes el de Lengua, y Napoleón el de Historia, por poner unos ejemplos que todos conozcamos. Vale que tendrías que lidiar con el temperamento terrible de estos personajes aparte de las diferencias lingüísticas evidentes, pero sus clases serían toda una aventura y las posibilidades de aprendizaje casi infinitas, ¿verdad? Pues no siempre, a juzgar por la experiencia de la entrañable Dianna Wynne Jones, autora entre otras de la magnífica El castillo ambulante.
A mediados de los años cincuenta una joven Jones fue al Saint Anne’s College de Oxford a estudiar Literatura Iglesa. La Universidad de Oxford. En aquella época impartían allí clases nada más y nada menos que C. S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia, y J. R. R. Tolkien, responsable de El Señor de los Anillos y su precuela El Hobbit. Ambos eran ya bastante conocidos y Jones no quiso desaprovechar la oportunidad de aprender de la mano de los mejores, así que se apuntó a las lecciones de este par de leyendas de la literatura. Parece ser que las clases de Lewis siempre estaban llenas, ya que su forma de exponer era brillante y conseguía que sus alumnos se interesasen por todas sus explicaciones sin importar sobre qué tema tratasen. Tolkien, en cambio, hacía todo lo posible por desanimar a sus alumnos, tanto es así que cada día explicaba de espaldas a la clase, murmurando en voz muy baja unas pocas ideas sueltas sobre las diferentes formas que puede adoptar la trama de una novela.
Según las normas de la universidad, si nadie acudía a sus clases, el profesor podía quedarse en su casa y, aun así, seguir cobrando su sueldo, lo que para Tolkien significaba más tiempo que poder dedicar a la redacción de la segunda y la tercera parte de El Señor de los Anillos. Sin embargo, y para su desgracia, Jones y tres alumnas más continuaron asistiendo fielmente a sus clases durante todo el trimestre, por lo que el autor se vio obligado a seguir acudiendo semana tras semana. Sin embargo, este personaje es una influencia muy importante en la narrativa de Jones, pues la lectura de la obra del sudafricano le proporcionó años más tarde muchas enseñanzas. Tolkien consiguió enseñarle algo, pese a todo, lo que resulta bastante alentador.
La mayor parte de los descubridores, inventores, artistas y escritores cuyos logros componen el mapa de nuestros mitos han muerto y, sin embargo, hoy en día podemos disfrutar de ellos a través de su legado, que es inmortal y se ha convertido en patrimonio de todos nosotros. El autor y su creación se funden en el yunque de la historia para disfrute de sus sucesores, y así seguirá siendo mientras la humanidad siga caminando por la Tierra.