Revista Empresa

Psicología del secreto. Porqué los guardamos o porqué los confesamos.

Publicado el 22 marzo 2013 por Manuelgross

 

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Por Francisco Traver. 

Carmesí. 

 

Hace unos días comentaba con una de las jóvenes psicólogas de mi servicio la dificultad que existe para dar buenos consejos a la gente. Ella me hacia notar que todos nos mostramos muy hábiles para dar consejos pero muy poco a la hora de dárnoslos a nosotros mismos.

 

Es verdad que tenemos como una ceguera para darnos buenos consejos a nosotros mismos y que somos muy hábiles para detectar lo que a los demás les conviene o les iría bien.

 

Pero aquí interviene otro factor: existen personas que atraen confesiones y secretos, que operan como atractores para que la gente les cuente cosas. Una de ellas es esta psicóloga que es a la vez compasiva, competente, confiable, altruista y empática. Parece que atraiga sobre sí a un montón de personas necesitadas de conversación.

 

Pero lo interesante es que no todas las personas que buscan conversación buscan encontrar una solución para sus dilemas.

 

De manera que es importante cuando se escucha a alguien discriminar si busca conversación banal, consejos o busca simplemente revelar algún secreto.

 

Lo curioso de los secretos es que son cuestiones que buscan como ser expulsadas de la mente, es así que el solo hecho de contárselo a alguien tiene efectos beneficiosos para el que los revela. De ahí el éxito de algunas webs como esta, donde el internauta puede de forma anónima volcar allí sus experiencias mas secretas, y que vale la pena navegar por ella a fin de saber por donde andan las necesidades de la gente a la hora de depositar sus secretos.

 

Uno de los secretos mas curiosos -y a la vez dramáticos- que encontré:

 

Mi padre abusaba de mi hermana pero no de mi. ¿Es que no era lo bastante buena?

 

Naturalmente vivir con esa duda (que es a su vez un secreto familiar) ha de ser algo torturante.

 

Pero lo interesante de los secretos es que al volcarse no andan buscando consejo alguno. Es más, el consejo si se produjera causa un intenso malestar y confusión en el secretista que sólo busca su expulsión o su revelación. Y no vale cualquier tipo de revelación, sino que ha de ir dirigida a alguna persona, no vale para este cometido contarle secretos a la pared o al perro. Ha de ser un interlocutor humano, divino o literario.

 

Debe ser por eso que la oración tiene tanto éxito y se cuenta -según algunos autores- como una tecnología punta para reducir el estrés de las personas sometidas a la salvaguarda de algún secreto. Lo mismo sucede con la escritura y la literatura en general, la forma mas conocida de catarsis.

 

Ahora bien, ¿por qué guardamos secretos?

 

Lo cierto es que en esta cuestión hay dos tipos de secretos, aquellos que nos afectan a nosotros mismos o aquellos que afectan a otros. Naturalmente los secretos que afectan sólo a otros no plantean ningún tipo de contradicción, se guardan y ya está. El secreto médico por ejemplo no plantea ningún problema al médico, puesto que en realidad no le involucra a él mismo.

 

El problema de guardar secretos procede del hecho de que al revelarlo se pierden apoyos y simpatías a largo plazo. El desvelar algún secreto puede acarrear la exclusión social, la antipatía, la aversión o la condena. Los secretos se guardan por lealtad y miedo al perpetrador pero también como protección para evitar males mayores.

 

Pero el secreto pugna por emerger.

 

Podríamos decir que existen agentes cerebrales que quieren desvelarlo y otros que pugnan por mantenerlo oculto. Hay como una guerra de dos bandos que pelean por mantener el control.

 

Lo que sabemos hoy es que los niños que han sufrido algún abuso sexual y son forzados a mantener silencio sobre lo ocurrido presentan a largo plazo más problemas que los que no han sido forzados a mantener el secreto. Y sabemos también gracias a las investigaciones sobre TEPT que llevo a cabo Pennebaker en 1985 que el sistema inmune mejora solo por el hecho de contar un secreto. El TEPT mejora si se tiene la oportunidad de contar lo sucedido a alguien en una atmósfera de confianza o seguridad. Pero también vale la literatura.

 

Otra razón por la que guardamos secretos es para mantener la reputación de otra persona. ¿Pero qué sucede cuando la reputación del otro disminuye pero la nuestra puede aumentar? Es el caso del hombre que publicita sus relaciones con una dama, eso desde luego puede arruinar la reputación de la muchacha pero quizá aumente la reputación del galán.

 

Tal y como conté en este post, la línea que separa el secreto del cotilleo es una línea delgada y corrediza. Los hombres divulgan (incluso en Internet) sus relaciones con sus amantes o novias y las usan como venganzas personales (videos y fotos comprometedoras), se olvidan del honor.

 

Pero lo cierto es que hay algo en el secreto que le impulsa hacia su abreacción, es como si guardar secretos fuera una pesada carga que no todo el mundo puede acometer.

 

La razón es que el secreto puede ser dañino para el cerebro que lo guarda, pero que también se enfrenta a otras instancias cerebrales que juegan con objetivos contrarios, usualmente medrar socialmente y obtener un plus de placer, pues qué duda cabe que desvelar un secreto es muy placentero si uno tiene quien le oiga claro.

 

Bibliografía.-

 

Pennebaker, J, W, 1985: “Traumatic experience and psychosomatic disease. Exploring the roles of behaviorala inhibitions, obsesion and confiding. Canadian psycbhology, 26:82-95.

 

Kelly, A,E, 2002: “The psychology of secret”. The plenum series insocial/clinical Psychology. Nueva York. Plenum

 


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