Muchas personas, ante casos desesperados, acuden a la religión como la última vía para conseguir aquello que quieren. Así, actos como rezar la noche antes de un examen importante, prometer ser mejor persona si ocurre aquello que deseamos o pedir a Dios que nos de salud, terminan por convertirse en una costumbre que al menos consigue aliviarnos un poco.
Estrictamente hablando, diversos estudios han demostrado que rezar en sí mismo no conduce a ningún resultado. Por ejemplo, ya puedes llevarte todo el día pidiéndole a Dios que cure tu grave enfermedad que esto no sucederá. Sin embargo, aunque no exista tal relación directa entre creer en que un ser superior nos ayudará y obtener esa ayuda, sí que podemos obtener beneficios de forma indirecta.
Al rezar, y creer al mismo tiempo que hay alguien detrás de nosotros que nos está dando aliento para superar las adversidades, podemos lograr aumentar nuestro optimismo y crearnos unas expectativas positivas sobre lo que ocurrirá. Así, independientemente de si existe ese Dios, el hecho de que una persona crea firmemente que alguien le está ayudando podría realmente tener un efecto positivo en ella.
En relación con temas de salud, se ha demostrado que aquellas personas que eran creyentes y que además contaban con un buen apoyo social tenían mayores tasas de recuperación y mejoraban su estado físico antes que aquellos que no estaban en esa situación. Es como si esas personas, al haber perdido totalmente el control sobre la situación y recurrir a una fuerza externa, comenzasen a tomar un poco el rumbo y percibiesen que no todo está perdido.
Al fin y al cabo, cuando tratamos de comunicarnos con un ser especial en busca de ayuda, es como si de alguna forma estuviésemos hablando con nuestro verdadero yo interior, y este se comprometiera a poner de su parte para conseguir lo que deseamos. Por tanto, si sólo nos enviamos mensajes negativos a nosotros mismos, dando por hecho que la cosa irá a peor, no es de extrañar que esto termine por ocurrir. Pero si hacemos todos lo contrario, y además pensamos que todo va a salir bien, quizá estemos haciendo más de lo que imaginamos.
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