Revista América Latina

Psicosoma | Dimensiones de la sombra

Publicado el 01 mayo 2024 por Jmartoranoster

Todo resplandece

en la oscuridad:

el sol de la noche

o la luna diurna.

Miguel Fajardo Korea

El silencio vertical

¿»Todo cambia y nada muere» es un eterno déjà vu? Los arquetipos son posibilidades, una especie de remanentes primigenios al actuar.

Somos eternas fugas y nos parecemos al creer en supuestas verdades condicionadas por «seres superiores». Aprendemos de los animales, de las «bestias» y, gracias a la neurofisiología, conocemos la amígdala emocional. Nos hacen sentirnos «primitivas» y los disparos del sistema límbico, del hipocampo cerebral —llamado así por su forma de caballito de mar—, sostienen nuestras memorias. Las paradojas del pensar intuitivo, metafórico e imaginativo están llenas de «realidades» cuánticas incomprensibles para la razón.

Ante el aumento de la violencia en el mundo tras la pandemia, la insania mental se ha convertido en una «nueva pandemia». Esto está de acuerdo con el mundo inconsciente personal, y ahora apenas asombran los florecimientos de psicópatas, antisociales o de la misoginia.

El libro de poesía El silencio vertical1, del escritor Miguel Fajardo Korea, nos lleva desde los brazos y los gritos de la Pachamama arrasada por incendios, guerras y traiciones al mundo interior devastado o ardido de miserias, dolor y eternos eclipses. También encontramos equívocos con algo de respiración al goce amoroso que la vida tragicómica tarde o temprano nos regala.

El poeta Fajardo inicia, con sombras oníricas, mundos sombríos bajo el sol y las luces vívidas de la existencia.

Es cierto que las oscuridades atormentan y dominan, pero beber de las fuentes del miedo —al integrarlas al inconsciente colectivo, los arquetipos universales del ego, el orden, la libertad y lo social, junto con los mitos del héroe, la sabiduría, el bufón, la madre, la luz y la oscuridad— nos repotencia.

Nadie quiere lastimar; somos así, «animalitos» poseídos por «verdades impuestas». Al «vernos desnudos», morimos de miedo, salvo las mentes perversas que planifican cacerías. Imagino la persecución de nuestras ancestras…

Vemos el fuego iluminador en la intemperie, con aullidos de lobos que provocan «pánico, miedo y terror» al despertar de nuestras pesadillas donde ocurre «todo y nada». El poeta Fajardo dice: «Detrás del cielo sobrevuela / el fuego del sol / que resplandece con la luna / en el silencio vertical / de todas las tristezas. / Y grito: ‘Contigo voy / a cielos e infierno'».

Intentar amar es imposible sin verse de frente a los ojos sombríos. Nos asalta el déjà vu e insiste el poeta: «El rito de la vida / sin fronteras absurdas / para mortificar / a los seres humanos / que atesoran oraciones / para salvar a la Pachamama». Así «nos morimos», amando y matando a Pacha con sus hijos e hijas, con alguna esperanza de paz.

Buscamos depurarnos por dentro y por fuera, y en un punto nos miramos de frente y reconocemos las sombras que saben de profundidades secretas. No hay que temer: es mejor incorporarlas. «¿Cómo evitar que su reprimida fuerza nos destruya cuando nos toca mirarla de frente?» (Stanley Hall).

La sombra es inherente al inconsciente colectivo y explota en momentos inesperados, en sueños, lapsus, chistes y síntomas del subconsciente. Es la parte oculta. No es posible negarla y se la nombra con el fin de no actuar por ella ni proyectarla para destruir a aquel que «parece» distinto a nosotros, pero que tal vez no lo sea, sino que seas tú mismo negando su sombra. Como señala Carl Jung: «Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma».

El libro es sanador y reflexivo, moviendo la zona de confort ante tanta violencia en el planeta. Moriremos superados por los virus y las bacterias. Incorpora luces, sombras, grises, colores sin caer en el tóxico del «todo bien», de una psicología positiva que niega la reconstrucción anímica, de sentir emociones y ponerles nombres. Eternas represiones que surgen ante amenazas y pérdidas del control emocional.

El poemario muestra la maduración del proceso individual, colectivo y familiar, al decir: «Debemos quemar la insania / en los sueños de la opresión / o las traiciones….» (ídem, p. 51). Estas aparentes dualidades de luz y sombra se conjugan con el amor, las esperanzas y la joya poética de Naturaleza contra fronteras:

Arribo a las montañas

para desnudar el nombre de la sed de América.

El sol mira a los océanos que nunca duermen

como parte del fuego en la esperanza.

Nuestro planeta ora como los pájaros

que recorren la justicia contra la maldad:

La tierra se opone a su desequilibrio

en las zonas tórridas, las llanuras o los trópicos,

los días sin girasoles, sin lugares ajenos para la paz.

El legado holístico baja por las cordilleras

incas, mayas, aztecas, toltecas o guaraníes… (p. 19).

La violencia, los vínculos asimétricos entre los poderosos y los débiles, junto con los ideales sociales y los valores, están en el proceso de «convertirnos en personas». Y nada es más real en el amor que «no es normal» porque es una fuerza inevitable de oscuridades creadoras y luces:

Al amor del silencio, de la ausencia y los recuerdos

(… )

El amor más puro

en la memoria de

las rosas amarillas

que tanto te gustan.

Hoy será el ayer de cada mañana,

pero jamás será el ocaso

en cada nuevo día

de tu existir,

en mi vida

por siempre.

Para encender el alba, Mimí. (p. 86).

Rosa Anca

Referencia:

1Fajardo Korea, M. (2024). El silencio vertical. Guanacaste, Costa Rica: Círculo y Punto Ediciones.

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