Hablar de “publicidad y valores” supone situar el fenómeno publicitario en la esfera de lo social, de la comunicación pública. Aunque la referencia a los valores tenga también una proyección incuestionable en la esfera del marketing (las campañas con valores despiertan más confianza en el público), la primera dimensión a la que afecta es necesariamente la esfera del imaginario colectivo: el lugar donde se forjan los símbolos y las ideas (también las tendencias -buenas o malas- como la referida a la anorexia) que acabarán convirtiéndose en la cultura de una soceidad.
Cierto es que, desde sus orígenes, la publicidad se ha entendido vinculada al mundo de la producción económica: como un instrumento para incrementar las ventas de un producto o servicio. Así lo han entendido algunos estudiosos del marketing, cuyo concepto de la publicidad se ciñe a una simple “técnica instrumental” con efectos principalmente económicos.
Pero la publicidad ha sido también, en todas sus épocas, un poderoso agente de conformación social: ha proclamado ideales (en la propaganda y en la publicidad social de las ONGs), ha influido en las modas y en las corrientes estéticas, ha configurado un género artístico (el cartel publicitario) y promocionado a determinados artistas (Toulouse-Latrec, Alphonse Musha o Ramón Casas han pasado a la Historia del Arte por sus creaciones en el cartelismo publicitario) y, sobre todo, han contribuido a difundir unos determinados valores y estilos de vida muy por encima de otros.
Pues bien. La tesis que voy a exponer en los próximos artículos es que, en los últimos años, la Ética Publicitaria se ha centrado única y exclusivamente en la esfera económica de la publicidad: en la veracidad de lo que se afirme sobre los productos, en el respeto a otras empresas o competidores, etc. Siempre se ha movido en la esfera de lo económico. Pero de la esfera social, que hoy resulta casi más importante que la otra (la indirecta promoción de la anorexia, la difusión del materialismo hedonista, la creación de necesidades falsas, etc.) la ética no se ha preocupado en absoluto. Es, a fecha de hoy, una "ética olvidada"...
¿Estáis de acuerdo conmigo? ¿No os parece que es un ámbito bastante olvidado en los Códigos Deontológicos y en las prácticas publicitarias de muchas empresas?