Vengo conduciendo desde el Norte. Hay ventisca y pocos coches en la vía. Las máquinas no ha retirado la nieve de los bordes. La sal y el agua de los rebufos ensucian el cristal. La situación es hostil en la autopista de alta montaña. Pero es divertido conducir así. La autovía del Duero es un coñazo. Tiene más rectas que el circuito de Indianápolis. Paramos en un Benavente y comemos algo. Llego a casa y pienso en todas las cosas que tengo que hacer en mis vacaciones. Llueve. Nieva. Hace frío. Pero, a pesar de todo, luce el sol. Supongo que los puntos de inflexión vitales son así. La luz al final del túnel.